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Crónica | Tertulias alrededor de la música

De pueblo en pueblo con la bolsa del súper y unas cuantas canciones festivas

Desde que a los jóvenes les obligaron a inventarse el botellón, como consecuencia de los precios de la bebida, las fiestas comenzaron a contar con un componente de reunión guatequera, de círculo de amigos reunidos alrededor de monolitos sagrados con pinta de botella de dos litros o garrafa de cinco. Y de fondo o en primer plano, la imprescindible música nocturna.

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Pablo CABEZA

Sugeridos por la programación musical y por la disponibilidad de nuestro cuerpo, hemos realizado transhumancia festivo-musical por una decena de pueblos, en gran medida motivados por una buena programación musical. No obstante, cada uno interioriza un apartado preferido del programa. La gente de cierta edad, por ejemplo, está atenta al momento colesterol, ese en el que toca la tortilla, la txistorra, la morcilla o la sardinada, por fortuna adecuada para nuestra salud, acto social que suele programarse para media tarde, pasada la siesta.

Las familias con hijos esperan la hora de los juegos y los jóvenes, cada vez más vampíricos y licántropos, aguardan la caída del sol para salir. Previamente alguien se ha encargado de saquear el rincón del supermercado, allí donde habitan las colas, las burbujas... y los refrescos de colores. Tras acarrear con las voluminosas vasijas de dos y cinco litros, compradas por triplicado, llega la hora de elegir la botella de licor, la responsable de poner el punto adecuado al estofado de líquidos. El botín se guarda hasta que la noche aúlla.

Sobre las once comienzan las reuniones previas, bien para asistir a los conciertos del pueblo o para organizar, en su caso, los coches y trasladarse al punto elegido. Para el exito de las fiestas, el cartel musical importa, de hecho son las bandas populares las que más gente llevan, pero también influyen aspectos como si el lugar es atractivo, si suele haber buen ambiente colectivo o si es un lugar donde siempre hace frío, llueve o tiene malas comunicaciones.

En Otxaran, conocido por sus fábricas de muebles, son fiestas. El núcleo del pueblo es pequeño, pero está situado entre Zalla y Balmaseda, bien poblados. Es sábado, tocan Ze Esatek!, Esne Beltza y Gora Herria. Un cartel animado. Aparcar es el primer problema, pero por fortuna en Otxaran han habilitado una campa de buenas dimensiones. La plaza comienza a llenarse de humanos con bolsas o de bolsas con humanos. Cada cuadrilla se apalanca en círculo y se esparce por el entorno. No hay mucho espacio, por lo que una estrecha carretera con un 15% de desnivel, pero bien iluminada, sirve de apaño. Extraña ver a jóvenes y más jóvenes quiántole el espacio a los caracoles, pero en aquella angosta carretera no queda ni un centímetro desde cota cero a doscientos. Los alrededores de la ermita acogen a otra parte del gentío y la plaza del concierto a otro puñado. El ambiente es pletórico, los abrazos y saludosse suceden. El botellón festivo hierve entre burbujas, coqueteos (pocos) y unos grados de alcohol (vitaminas).

Con el inicio del concierto cientos de asistentes se agrupan en la plaza y toman la txosna, con todo cientos de bípedos continúan apostados fuera del concierto con sus charlas, su rollo y la música de fondo, El hilo común que ha reunido a todos. son Ze Esatek! y Esne Beltza, dos de las bandas más reclamadas este año. Su apuesta entre el rock, la fusión y la fiesta están contagiando el verano.

En gran medida el patrón de Otxaran se repite de pueblo en pueblo, tal y como ocurre en Turtzioz, otra de nuestras paradas. Turtzioz se encuentra en la zona norte de Enkarterriak. Si se va desde Bilbo, hay que pasar por Cantabria, Villaverde de Trucios, una isla cántabra en Euskal Herria. Pasar de Villaverde a Turtziotz supone un cambio notable: un excelente paseo, con sus aceras y bancos, suelo emulando empedrado, diferentes servicios sociales y unas fiestas potentes. Esta noche tocan Zain, Gatibu y Akerbeltz, otro excelente cartel. Nos alegra que Zain compitan en fiestas, un buen cuarteto en directo, como demuestran en Turtzioz. El pueblo está bonito, cuidado y hay un gran ambiente. Entramos a tomar una sin alcohol a una casa rural en el centro del pueblo, había que descansar un poco en una mesa, 1,60 euros. La misma, 2 euros en el Centro Social de Otxaran. ¡Viva el botellón! Con Gatibu la gente se canta todo el repertorio. Son imbatibles. A favor cuenta, además, el hipnótico aleteo oriental de su vocalista Alex Sardui.

En Sodupe casi no hay año que no caiga un poco de sirimiri en fiestas, pero este viernes con Siroka y Vendetta se han librado, aunque no de las nubes. Por alguna razón que se nos escapa, se percibe que cuesta que al pueblo acudan jóvenes de otras poblaciones cercanas. No hay invasión, pero sí ambiente. Siroka presenta disco y van creciendo con su propuesta rockera y letras comprometidas, Vendetta ofrecen ska, parte de la banda procede de los desaparecidos Skalariak, y es una de las formaciones que más está tocando este verano. Sus ritmos cálidos animan la plaza.

Esa misma noche nos vamos hasta Zaratamo. Se pisa el acelerador hasta los límites de lo prohibido. Tocan Hesian y hace mucho tiempo que no les vemos. Zaratamo es un pueblo pequeño, próximo a Galdakao y Arrigorriaga. Nos extraña no ver excesiva gente al llegar y poder aparcar sin problemas. La cuestión es que Hesian no pueden tocar y que en su lugar está Gozategi. Es posible que los rockeros se hayan replegado. Gozategi muy bien en su estilo.

Para poder ver a Hesian esperamos una semana, ya que tocan en fiestas de Berango. Esa noche caen dos o tres trombas de agua, por lo que el ambiente está un poco tristón. Ellos, no obstante, a pleno ritmo desde arriba. Es la primera vez que les vemos con Zuriñe al frente. Canta muy bien. Nos damos cuenta de que Berango ha crecido mucho, aunque quizá de una forma impersonal.

Larrabetzu también se ha expandido, su parecido con los días del rock radikal vasco (tal y como se escribía en la época) son escasos. Huertas y campas han dado lugar a un «añadido» muy agradable a la vista, al menos en visión nocturna. El centro del pueblo es peatonal y ha ganado mucho. Es el gazte eguna y está colmado de gente. Tocan We Are Standard, Gose e Itziarren Semeak. Tres estilos diferentes y gente para todos. Cada uno sorprenden en lo suyo. En el gaztetxe Hori Bai, al que cuesta llegar por el atasco de gente en la calle, saludamos a Makala, pincha allí mismo. A su lado está Petti, muy lejos de casa. «Me he animado a un concierto en Bergara y luego me dicho que quería más y me he venido hasta aquí», matiza.

En Portugalete es domingo, tocan El Consorcio. El pueblo está abarrotado y la plaza también. Amaia sale a escena en silla de ruedas: «Perdonad que no me levante, me he roto el fémur hace poco», explica. Público maduro y ellos y ellas aún con su buen porte vocal. Las calles peatonales, con sus terrazas en el medio, y el paseo de La Canilla a orillas de la desembocadura del Ibaizabal, con innumerables círculos de buen botellón, ofrecen un ambiente espectacular. En La Canilla, el lunes vemos a Ken Zazpi, otro repertorio que todo el público canta y disfruta.

En Erromo es jueves, pero como tocan Berri Txarrak el barrio y la plaza están hasta los límites. Los organizados grupos del botellón musical se esparcen estratégicamente por los alrededores; en general -siguiendo la tónica- son grupos de chicas en animadas conversaciones. Los Berri a tope y coronando un verano celestial antes de partir hacia Los Ángeles para grabar.

 

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