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CRíTICA Quincena musical

Poco ruido y muchas nueces

Mikel CHAMIZO

Realizar comparaciones entre orquestas y directores es un recurso chusco donde los haya, pero los lectores me van a permitir hacerlo en este caso, pues la contradicción que se evidenciará es realmente sintomática del estado de la música clásica hoy en día. El pasado fin de semana actuó en la Quincena Musical la Filarmónica de Rotterdam, una orquesta extrovertida y de volumen enorme, un conjunto arrollador en cuanto a decibelios, logrados a costa de una sonoridad general mediocre y de comprometer todo el espectro sutil de su expresividad. El miércoles actuó la Orquesta de Radio Frankfurt, un conjunto de sonido puramente alemán, redondo, cálido, compacto, también sobrio y menos expansivo, pero con un control dinámico y pianísimos extraordinarios. A la de Rotterdam la dirigió Yannick Nézet-Séguin, un director que comenzó a destacar jovencísimo, un profesional entusiasta y carismático, pero también dado al efectismo y a lecturas espectaculares aunque un tanto superficiales. La de Frankfurt fue comandada por Paavo Järvi, un maestro que bebe de la mejor tradición sinfónica del pasado siglo, elegante, claro en sus ideas, responsable con las intenciones del compositor y perfectamente conocedor de hasta dónde puede llegar con las orquestas que dirige. Las cosas como son: a Nézet-Séguin le faltan 20 años para poder dirigir un “Valse triste” de Sibelius como el que ofreció ayer Järvi, a pesar de lo cual, su concierto con la de Rotterdam cosechó un éxito arrollador entre el público donostiarra. El de Järvi con Frankfurt, sin embargo, tan sólo unos tibios aplausos. ¿Tuvo algo que ver el repertorio, Mahler contra Sibelius y Nielsen? Probablemente, pero esto no diluye del todo la sensación de que el público de Donostia, heredero del que vio nacer la Quincena Musical hace 72. ediciones, está volviéndose acrítico a pasos agigantados.

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