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Raimundo Fitero

Guerra y paz

Perdonen la empanada mental, pero si esta es una época del mundo en donde predomina la paz ¿cómo era en tiempos de dominio de la guerra? No quiero más enjuagues. Si la paz no es la ausencia de violencia, ¿la guerra es la ausencia de paz? En los campamentos del cuerno de África, ¿qué noción tendrán esos miles de desharrapados de la paz y la guerra? ¿No es violencia estructural y criminal la que se ejerce contra esos miles de seres indefensos que se mueren de hambre? Todo esto son efectos de la resaca papal y sus demagogias milenarias, esa secular manera de utilizar palabras sagradas para embaucar.

Entregados a la programación oficial de la productora de información del imperio, los focos de guerra existentes en el globo terráqueo son demasiados como para considerar que se vive en algo parecido a la paz por mucho que se empeñen. Y ahora me refiero a los conceptos clásicos, a las guerras en las que dos partes utilizan material bélico de diferente entidad para aniquilar al contrario, para ocupar territorios, para desbancar a gobernantes. Claro, en el ciclo sistémico, las guerras deben acabar en paz, o en sus simulacros. O enquistarse. O en proclamar la paz de los cementerios, o la de los medios de comunicación que entierran interesadamente lo que todavía está vivo.

Hoy tenemos de protagonista a Gadafi, con Libia convertida en un desastre, en una zona del globo destruida, con heridas en la tierra, en la estructura del estado, en la sociedad y con necesidad urgente de reconstrucción. Unos se dedican a destruir, ganando dinero, a derrocar gobiernos para poner a otros, que sean más fiables para sus inversiones y, después llegarán los reconstructores, es decir las empresas de los mismos destructores, pero de otro departamento. Lo que menos parece importar son cientos, miles de muertos. Guerra, odio, barbarie. Pero el objetivo que persiguen es muy importante: tener mayor control sobre el petróleo del mundo. Y así estamos, mirando los informativos sin más aliciente que saber cuantos son los muertos contables del día en el mundo por la violencia política, por esa paz que se parece tanto a una guerra. Mirar el mapamundi es llorar.

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