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SEGUNDA B Lemona

Emigrantes del fútbol

Samuel Piette y Devaloix Ngako dan el toque exótico a la plantilla del Lemona, aunque el belga es un buen conocedor de la categoría. No es el caso del camerunés, recién llegado con la «bendición» de Clemente.

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Amaia U. LASAGABASTER

No son los primeros -Bouyer, Matías Garavana o Sendrei defendieron antes la camiseta rojinegra-, pero tampoco es habitual encontrar extranjeros en las filas del Lemona, acostumbrado a nutrirse casi en exclusiva de jugadores vascos. Un belga y un camerunés le dan esta temporada el toque exótico a la plantilla cementera.

O un «vasco-belga», como bromea el propio Samuel Piette (Lieja, 29/4/1987), no en vano lleva más de un lustro por aquí. Procedente de las categorías inferiores del Standard Lieja, con cuyo primer equipo llegó a debutar, aterrizó en Euskal Herria de la mano de Osasuna Promesas, en cuyas filas militó durante tres temporadas. Fichó después por el Eibar, donde sólo estuvo un año, para repartir la pasada temporada entre Amurrio y La Muela. Sus colores son ahora los del Lemona y se reconoce «encantado. Es muy fácil sentirse a gusto aquí».

Llegar lo más alto posible

No ha sido la única experiencia desagradable desde que abandonara Bélgica. Hace dos años, cuando defendía la camiseta del Eibar, sufrió una grave lesión en la tibia de la que le ha costado recuperarse al cien por cien.

Quizá por eso, Piette prefiere marcarse objetivos a corto plazo, «intentar jugar el máximo número de partidos y hacer un buen año». Aunque los que metió en la maleta cuando salió de Lieja hacia Iruñea siguen intactos. «Sólo tengo 24 años y, si esta temporada lo hago bien, quién sabe qué puede pasar. Mi objetivo siempre ha sido el mismo, llegar lo más alto posible».

A ese punto «lo más alto posible» Devaloix Ngako (Bafang, 27/12/1988) le pone nombre: la Primera División, la Liga de las Estrellas. «No es nada raro, creo que es el sueño de cualquier futbolista», asegura este interior zurdo camerunés que no pudo debutar el sábado, a la espera del tránsfer internacional, y que tiene encantados a los técnicos del conjunto rojinegro.

Llegó por mediación del representante de futbolistas Iñaki Urkijo y con la bendición de Javier Clemente, seleccionador de Camerún, que ya le ha citado en un par de ocasiones. «Nos comentaban que era buenísimo, pero yo decía ¿si es tan bueno, cómo lo va a fichar con el Lemona?», recuerda el secretario técnico cementero Tiniko. «Hablé con Clemente y nos dijo lo mismo, así que lo fichamos. Y la verdad es que es muy bueno», asegura, y no descarta que de aquí al 31 de agosto pueda llegar algún compatriota más.

Mientras tanto, el jugador intenta amoldarse al cambio experimentado en su vida tras haber militado siempre en clubes cameruneses -Unisport Bafang, donde se formó, Les Astres Douala y el último, el Sable Batié-, pero asegura que no hay excesivas diferencias entre Camerún y Euskal Herria, ni en el fútbol -«aunque aquí se juega más tácticamente y el juego es más rápido»- ni en la forma de vida. «La gente aquí es más tranquila, pero eso me gusta, porque la manera de vivir aquí me ayuda a concentrarme más».

En lel proceso de adaptación le ayudan Piette, que ejerce de traductor -«a ver si me suben el sueldo», bromea- y Chopi, Antonio Rojas y Borja Navarro, otros tres fichajes con quienes comparte piso en Lemoa.

El espejo de Samuel Eto'o

De momento sólo puede hablarles en francés, pero seguro que les ha contado más de una vez el que ya se ha convertido en su recuerdo preferido: la primera convocatoria con los Leones Indomables, en un encuentro ante Senegal, en el que coincidió con Webó, Kameni y, sobre todo, Samuel Eto'o. «Vino a hablar conmigo en el vestuario, después del partido -se le ilumina la mirada al recordarlo-, y me dijo que estuviera tranquilo, que no era diferente a los demás, que era uno más del equipo, que había hecho muy buen partido y que tenía mucha calidad, que estuviera tranquilo y contento. Y creo que a partir de ese momento he jugado mejor».

«Cada vez que sale su nombre se les cambia la cara -dice Tiniko-. Para ellos Eto'o es un dios». Y, sobre todo, el espejo en el que se mira Ngako mientras trota por el césped de Arlonagusia.

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