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REBELIÓN EN LIBIA / LA BATALLA DE TRÍPOLI

El cerco a Gadafi se estrecha mientras su régimen se desploma

La entrada de los rebeldes en la capital fue poco más que un paseo militar. La encarnizada resistencia anunciada o temida por unos u otros no fue tal. Trípoli asemejaba una ciudad fantasma en la que, una vez detenidos tres de sus hijos, los milicianos se afanaban en capturar a Gadafi. El desenlace de esta «caza» revelará si estamos ante un simple desfondamiento total del régimen o si hemos asistido a su vez a una retirada estratégica ante el castigo aéreo de la OTAN.

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GARA | TRÍPOLI

Sin rastro de Gadafi. Hostigado por tres días de bombardeos aliados que abrieron las puertas de la capital a los rebeldes, el régimen libio oponía escasa resistencia a su avance hasta el corazón de Trípoli, dividida entre los que saludaban su entrada triunfal y los que, silenciosos, optaron por permanecer en sus casas, aterrorizados por las bombas, los enfrentamientos o por el temor a represalias de los triunfantes milicianos.

Signo de la descomposición del régimen, los rebeldes llegaron en la madrugada de ayer a la Plaza Verde, enclave simbólico de concentración de los partidarios de Gadafi y que ha sido ya rebautizado como la «Plaza de los Mártires». Grupos de vecinos bailaban y agitaban las banderas monárquicas verdi-roji-negras, los colores de la rebelión que, desde su inicio hace seis meses, logró sentar raíces en la provincia oriental de la Cirenaica, con capital en Bengasi.

Paradojas, la Plaza de los Mártires estaba ayer controlada por los milicianos amazigh (bereberes), cuya ofensiva desde sus montañas de Nafusa para ahogar a Trípoli se ha revelado como el único frente exitoso de la revuelta armada libia, siempre con la cobertura de la OTAN.

Fuentes militares rebeldes señalaron, no obstante, la presencia de francotiradores emboscados en torno a la plaza. Y es que, pese a la débil resistencia del régimen, los enfrentamientos proseguían bien entrada la tarde en varios barrios de la capital, sobre todo en torno al puerto y al complejo presidencial de Bab al-Aziziya.

Tres de sus hijos, detenidos

El jefe del Consejo Nacional de Transición (CNT), Mustapha Abdeljalil, proclamó desde la hasta ahora capital rebelde de Bengasi el «final de la era Gadafi» pero reconoció que sus milicias aún no controlaban totalmente la capital y que desconocían, por tanto, el paradero del coronel.

«No puedo decir que tengamos el control completo sobre Trípoli. Bab al-Aziziya y la zona circundante siguen fuera de nuestro control, así que no sabemos si está allí», explicó, para insistir en que «Ala ha querido que el fin de Gadafi sea a manos de estos jóvenes, unidos a la Primavera Árabe que sacude las naciones árabes».

Abdeljalil confirmó, por contra, la captura de dos hijos del histórico líder libio, Saif al Islam y Mohamed. Este último, hijo de la primera esposa de Gadafi, aseguró en declaraciones a la cadena Al Jazeera que se encontraba en el interior de su casa, rodeado por grupos de rebeldes.

Mohamed, quien siempre ha mantenido un perfil político bajo y no acostumbra a hacer declaraciones, mostró su tristeza «por las matanzas entre hermanos» y lamentó «la ausencia de discernimiento y de razón, lo que ha llevado a nuestro país a la actual situación». Sus declaraciones fueron bruscamente interrumpidas dos veces por ráfagas disparos.

Mucho más codiciada fue la pieza cobrada por la rebelión en la persona de Saif al Islam, preminente figura del régimen y quien llegó a apuntar como el sucesor «reformista» de su padre, ya en la frontera de los 70 años. Sobre Saif al Islam pesa una orden de detención por parte de la Corte Penal Internacional por crímenes contra la humanidad. El CNT se enzarzó en una polémica interna en torno al futuro del hijo de Gadafi. Mientras Occidente exigía que sea transferido a La Haya, algunos portavoces rebeldes insistía en asegurar que será juzgado «en suelo libio».

Mientras algunos medios adelantaban que también habría sido capturado Saadi Gadafi, otro hijo del coronel pero más conocido por su afición al fútbol que por su actividad política, no había noticias oficiales sobre Mutasim y Jamis, quienes comandan brigadas militares, ni de su única hija, Aisha. Saif el Arab murió en uno de los bombardeos de la OTAN.

Precisamente, la cadena Al Arabiya informó a mediodía de ayer que Jamis Gadafi habría partido del complejo gubernamental de Bab al-Aziziya al frente de una columna de carros de combate de la brigada de élite del Ejército a su mando.

Al Jazeera anunció a última hora el hallazgo de dos cadáveres que podrían corresponder a Jamis Gadafi y al jefe de los servicios secretos y cuñado del coronel, Abdallah al-Senusi, cuñado a su vez del coronel libio.

En la frontera con Túnez

Mientras los enfrentamientos eran cada vez más esporádicos en Trípoli, donde la situación seguía siendo confusa y tensa, «Al Arabiya» informaba de intensos combates entre las fuerzas leales al líder libio y los rebeldes cerca de la frontera con Túnez, en el oeste del país.

Según la cadena de televisión, los combates se estaban produciendo en Boukamash, a unos 17 kilómetros de Túnez. Las fuerzas de Gadafi contraatacaron para tratar de impedir que lleguen hasta el puesto fronterizo de Ras Jadir. También se registraban enfrentamientos en las localidades de Al-Aziziya, 50 kilómetros al sur de la capital, y en Al-Joms, a medio camino entre la capital y Misrata.

Fuentes rebeldes aseguraron que las tropas del régimen se habrían retirado de Brega, enclave petrolífero situado a caballo entre el occidente y el oriente libio y que los rebeldes llevaban meses intentando conquistar. Aseguraron que se habrían replegado hacia el oeste.

No hay que olvidar que el régimen seguía controlando ayer vastas zonas de la periferia costera y habitada del país, incluyendo la ciudad de Sirte, sede de la tribu (gadhafa) del coronel.

Todo apuntaba a que las próximas horas iban a ser decisivas para aclarar los acontecimientos en curso y para discenir si estamos ante una huida en desbandada de los restos del régimen o si éste habría decidido no enfrentarse abiertamente y con las fuerzas que le quedan en la capital, consciente de su inferioridad ante la supremacía aérea de la OTAN, optando por cambiar de estrategia y llevar a su terreno la guerra. El peor escenario para los rebeldes sería tener que hacer frente a una guerra de guerrillas urbana -donde la cobertura aérea de la OTAN perdería su maniobrabilidad-.

Igual de negativos para sus intereses son los actos de venganza que comenzaron a protagonizar sus milicias -la embajada de Argelia en Trípoli fue saqueada-, lo que forzó al presidente del CNT, Mustapha Abdeljalil, a amenazar con dejar el cargo.

El coronel Gadafi lanzó un tercer mensaje de audio en 24 horas llamando a expulsar a los «nuevos colonialistas», en un intento de movilizar el odio a la injerencia del pueblo libio.

Los rebeldes, que agrupan a tendencias diversas en ocasiones enfrentadas, son conscientes de que el régimen no será totalmente historia hasta que Gadafi haya sido capturado o se confirme su huída al exilio. Porque el régimen es (o era) él.

la televisión

Los rebeldes tomaron a mediodía de ayer el control de la televisión estatal, Al-Jamahiriya, en una nueva muestra del fin de la era Gadafi. El CNT anunció que esperaba asegurar el control total de la capital antes de caer la noche.

La OTAN confirma que proseguirá la ofensiva desde el aire «hasta el final»

La alianza militar atlántica anunció que mantendrá su «misión» en Libia «hasta que todas las fuerzas pro-Gadafi se rindan». «Vamos a seguir allí y continuaremos con nuestros vuelos de vigilancia», anunció una fuente de la OTAN utilizando otra vez el eufemismo con el que se refiere, realmente, a los bombardeos de cobertura aérea que han permitido a los rebeldes llegar Trípoli.

Más allá de escenificaciones, el ministro de Defensa belga reconoció públicamente que han sido esos ataques los que estarían precipitando la caída del régimen. «Es lo que la OTAN había decidido», aseguró Pieter De Crem, quien como muestra informó de que sólo la fuerza aérea belga, una de las menos decisivas de la coalición aliada, protagonizó en las últimas 72 horas 15 vuelos de tres horas de duración cada uno.

La OTAN multiplicó en los últimos tres días el castigo contra la capital abriendo el paso a los rebeldes. El régimen cifró en 1.667 los muertos desde el inicio de la ofensiva, bautizada con el nombre de «Sirena», sobre Trípoli. «La pacífica ciudad de Trípoli se ha transformado en un infierno por causa del apoyo de la OTAN a los grupos de terroristas», señaló el portavoz oficial del régimen, Musa Ibrahim, quien alertó de que los hospitales estaban desbordados con más de 6.000 personas heridas.

El diario «The New York Times» aseguró que EEUU utilizó en esta ofensiva final drones (aviones no tripulados pero fuertemente armados), lo que habría hecho decantar la balanza a favor de los rebeldes.

El mismo diario añadía que Gran Bretaña, el Estado francés y otros países habrían desplegado sobre el terreno fuerzas especiales «para participar en el entrenamiento y en el rearme de los rebeldes». Por supuesto, la OTAN lo negó categóricamente.

En junio, y en medio de crecientes desavenencias por el rumbo de la guerra y con los rebeldes empantanados en el frente, Londres y París decidieron utilizar helicópteros de combate capaces de maniobrar y atacar en zonas urbanas. No dudaron así en volver a estirar la cuerda que les otorgó la resolución de la ONU, y que en principio no permitía más que el cierre del espacio aéreo y la protección de la población civil ante ataques del régimen.

El rebelde Consejo Nacional de Transición anunció, eso sí, que no autorizará la instalación de bases militares de la OTAN. «Libia es, antes de nada, una nación árabe e islámica», anunció su portavoz GARA

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