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A la «ibiza del norte» se le atragantan los visitantes

Berlín está de moda, pero se declara harta de los turistas

Considerada como la capital de moda en Europa, a Berlín le ha empezado a no hacer tanta gracia el aluvión de visitantes que recibe, sobre todo en verano. Turistas de juerga salvaje, ruido nocturno a tope y el boom del alojamiento en «negro» son algunas de las quejas que se escuchan en la ciudad alemana.

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Yannick PASQUET-AFP | BERLÍN

Un sábado de verano. Gorra metida hasta las cejas, mono vaquero, el torso desnudo y la cara enrojecida, los jóvenes británicos se dedican a probar la especialidad local: la cerveza. A voz en grito, deambulan de bar en bar. Están lejos de los céntricos lugares de interés turístico como la Puerta de Brandemburgo o el Reichstag. Han venido a pasar el fin de semana y a celebrar, de paso, la despedida de soltero de uno de los del grupo. Su objetivo: ir de marcha a uno de los muchos clubes ocultos en uno de los barrios berlineses y dormir unas pocas horas en un apartamento alquilado para el fin de semana, todo ello antes de volver a Birmingham en un vuelo que les ha costado únicamente 30 euros en una aerolínea de bajo coste.

En los últimos años, Berlín, dividida durante 28 años por el alto muro de 3,6 m., se ha convertido en la «Ibiza del norte». El año pasado se registró un récord de turistas: 20,8 millones visitaron la capital alemana. Famosa por su cultura alternativa, Berlín acoge estudios de artistas, bares que no cierran en toda la noche y clubs tecno a 15 euros la entrada. Uno de ellos, el Berghain, ubicado en lo que fue una antigua central eléctrica, fue elegido en 2009 el mejor club del mundo.

Esta afluencia masiva no gusta a todo el mundo. «Por la noche, los turistas se pelean en la calle, y defecan y orinan contra las paredes de los edificios», describe un berlinés que prefiere permanecer en el anonimato. En el distrito de Kreuzberg, antigua meca de la cultura de la contracultura, han aparecido pegatinas adheridas a las señales de tráfico, los semáforos y los buzones. El mensaje es claro: «Berlin doesn't love you» (Berlín no te quiere). Un club de la ciudad ha celebrado recientemente una velada sobre el tema «Fuck the Tourist-Commerce!». Los Verdes locales, por su parte, han mantenido también un debate ciudadano con el explícito título de «Ayuda, ¡qué vienen los turistas...».

En el centro, en Hackescher Markt, «el pequeño comercio ha desaparecido. Ahora te encuentras con las mismas tiendas que en cualquier centro comercial de un aeropuerto», se lamenta un residente, quien sólo da su primer nombre, Tupi: «Llega el aluvión de turistas y el precio de los locales comerciales se dispara, por lo que sólo las grandes cadenas se pueden permitir instalarse aquí».

Un electo local de la izquierda radical Die Linke, Mirko Assatzk, apunta, por su parte, que «en tiempo de la RAD vivían en estos barrios jóvenes familias que trabajaban en la industria. Estos barrios no están hechos para acoger al turismo de masas; no existe una infraestructura preparada para ello», agrega.

Los residentes también se quejan del boom en el alquiler de apartamentos de fin de semana o semana, realizados de forma más o menos legal. Más de 10.000 apartamentos están siendo utilizados así, de acuerdo con la estimación de la Federación Hotelera. «Esta tendencia nos preocupa», explica Burkhard Kieker, director de la agencia de promoción turística «Visite Berlín». «Los inquilinos del edificio se suelen sentir poco protegidos», apunta, frente a las hordas de turistas que van a la búsqueda de marcha nocturna. A esto se le unen los hoteles baratos que están surgiendo y donde los turistas y sus equipajes se hacinan en dormitorios a 10 euros la noche.

Por contra, para el alcalde Verde del distrito de Kreuzberg-Friedrichshain, Franz Schulz, «los turistas son utilizados como chivos expiatorios». El verdadero problema, dice, es causado por «el enorme aumento de los alquileres» en los últimos años debido al cambio de los habitantes del barrio, a donde está llegando gente de mayor poder adquisitivo. Como resultado de ello, dice, la toman con los turistas.

 
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