Eduardo Renobales Historiador, autor del libro «La ruptura de Txiberta: lo que no pudo ser»
Txiberta, lo que no pudo ser
Lo que no pudo ser en Txiberta es un borrón en el debe de sus participantes, con cuotas equivalentes al peso que cada cual puso sobre la mesa. Generó la pérdida de tres décadas, y tanto dolor y sufrimiento pudo y debió ser atajado allí. No se puede consentir otra equivocación parecida
Todo ensayo político pretende divulgar, documentar, fomentar el debate, ser en definitiva un espacio de intercambio en el que todos puedan aportar.
Nos hallamos inmersos en un momento socio-histórico en el cual reescribir la historia se está convirtiendo en un deporte de masas. Desmontar toda la historiografía establecida, documentada y aceptada se ejerce al amparo de no pocos argumentos peregrinos, endebles y sumamente interesados. Es evidente que buscar raíces fiables de nuestra historia es un deber de cualquier investigador, pero lo que se busca a menudo en el últimos años es una justificación de lago difícilmente aceptable.
Esta anterior reflexión viene a cuento de que sobre lo acontecido en Txiberta ocurre justamente lo contrario. Cayó sobre un encuentro tan trascendental un manto de opacidad, una pesada cortina que ha impedido que lo allí tratado sea conocido por la mayoría de las personas a las que pueda interesar lo tratado. Txiberta se ha llevado casi en secreto. Se escribió poco en su momento, se olvidó después y así ha permanecido hasta ahora. El libro «La ruptura de Txiberta, lo que no pudo ser» intenta paliar esta anomalía. Los objetivos son tres: se plantean unos hechos, se analizan sus contenidos y se presentan sus causas y consecuencias del no acuerdo.
El libro mantiene una línea argumental cronológica donde se da la palabra a los protagonistas para que con ellas expliquen las razones y motivaciones de sus actos. Una vez acabado, el lector juzgará según las conclusiones obtenidas. El objetivo es aprender de errores pasado, de buscar caminos alternativos de progreso y estabilidad de una sociedad que ha vivido convulsa demasiado tiempo. Sostenemos que el debate provoca intercambio, el intercambio conlleva atención y respeto frente a las posiciones divergentes a las propias, y esto último genera espacios de análisis compartidos. Y ahí es precisamente adonde queremos llegar.
¿Qué fue, qué pretendía Txiberta?
Telesforo Monzón, apoyado por el Grupo de Alcaldes, intenta aglutinar a todas las fuerzas abertzales para proyectar una voz unida como pueblo ante Madrid. Más que un Frente busca una interlocución institucional con tres objetivos básicos: Estatuto común para las cuatro provincias, amnistía y legalización de todas las formaciones políticas. Era un primer paso al que seguirían otros, una acción concertada con un proyecto de País.
En la mesa se enfrentan a un escenario inédito en el caben todas las suposiciones. Se trata de la denominada transición española a la democracia ante la cual se plantea un dilema: sin ruptura o con ella. Es el primer escollo que emerge y que se unirá a la participación o no en las elecciones generales del 15 de junio de 1977. Unos comicios sin plenas garantías cívicas, con partidos ilegalizados, presos y ausencia de amnistía. No se ha depurado ni un solo cargo de la dictadura, ni una sola responsabilidad, ni una sola reparación. Y en las calles se soporta un cruento enfrentamiento entre la gente que demanda derechos y libertades y las fuerzas represivas.
A pesar de que presentan varias opciones entre la no participación y acudir sin condiciones a los comicios, las posiciones enfrentadas del PNV (participar a toda costa) y ETA (m) (boicotearlas con las excusas señaladas) acabaron por hacer naufragar el intento de Monzón.
Todos debieron ser conscientes de que lo que no desembocara en una unidad de acción, el no acuerdo, iba a degenerar en un enfrentamiento entre abertzales, un antagonismo de negación entre bloques en el cual se niega al contrario la capacidad de liderar el proyecto y la representación ante el Estado.
Txiberta hizo historia porque por vez primera todas las corrientes del nacionalismo se sientan en una mesa para debatir una propuesta. Lamentablemente, la situación no estaba lo bastante madura para alcanzar un acuerdo. Ésa es la explicación de algunos de los participantes. Callan que los intereses particulares de algunos fueron más poderosos. El fracaso de Txiberta supone una ruptura absoluta en el movimiento nacionalista, imposibilita avanzar en la construcción nacional, impide solucionar y favorecer el fin de la violencia política, plantea un enfrentamiento entre bloques antagónicos y levanta un muro cada vez más infranqueable en el asentamiento de un sustrato democrático, social y político en el País Vasco.
Lo que no pudo ser en Txiberta es un borrón en el debe de sus participantes, con cuotas equivalentes al peso que cada cual puso sobre la mesa. Generó la pérdida de tres décadas, y tanto dolor y sufrimiento pudo y debió ser atajado allí. No se puede consentir otra equivocación parecida. Las soluciones políticas están ahí, un testigo que nadie ha sido capaz de retomar desde 1977.