Carmen URIARTE MARTÍNEZ Profesora de Lengua y Cultura Turca en la UPV y cónsul honoraria de Turquía en Bilbo (*)
El equipo con jugadores de la pequeña tierra vasca
En la memoria siempre se me ha quedado marcado un viaje a las tierras del Mar Negro, allá por octubre de 1992, cuando el actual -y entonces- presidente del Trabzon Spor, Sadri Sener, me invitó junto a algunos representantes de la Embajada y empresas españolas al partido entre su club y el Atlético de Madrid.
Era la primera vez que visitaba el Mar Negro, la tierra de pueblos como los Laz, la antigua Trebisonda (Trabzon), donde algunos de sus habitantes hablan todavía el griego bizantino. A la vista de sus verdes montañas, al pie de un recio mar, contemplando el perfil aguileño de algunos de sus habitantes, y degustando las anchoas que nos dieron para cenar como plato típico de la zona, me sentí ya desde el primer momento muy cerca de casa.
Al día siguiente visitamos la ciudad con su variopinto mercadillo, en el que se vendían cualquier tipo de verduras, prendas textiles, cerámicas y los utensilios más dispares, entre ellos los traídos por los vecinos habitantes de la extinta Unión Soviética. La iglesia de Santa Sofía, joya del arte bizantino, fue algo inesperado, y otra muestra de ese crisol de culturas de cualquier rincón de Anatolia.
Por la tarde, el esperado partido, con 25.000 espectadores en las gradas. En el palco se encontraba el presidente de la Federación Española, Ángel Mª Villar, a quien recordaba de sus tiempos como jugador del Athletic. Cuando los jugadores del Atlético saltaron al campo, en una muestra de civismo que desgraciadamente no se repite en muchos estadios, los espectadores del Trabzon aplaudieron al equipo rival, muestra de deportividad que se repitió al final del encuentro, pese a que su equipo perdió por 0-2.
Al día siguiente ascendimos por caminos forestales de las montañas del Mar Negro (Kuzey Anadolu Daglari) hasta el irreductible monasterio Sumela. Recordé la subida al Gorbea de antaño mientras recorría otros bosques otoñales tan verdes como aquellos, con las explosiones del rojo al ocre tan características de finales de octubre, en pleno otoño.
El pasado miércoles sólo pudimos presenciar los minutos finales del partido de Bilbao en la televisión de uno de los bares de Datça, en la península que separa las aguas del Egeo y el Mediterráneo. Fue una lástima, eso... y el resultado.
Aunque en las noticias de los periódicos turcos se espera un buen resultado para el Trabzon Spor, que haga olvidar sus malos resultados contra el Benfica, los forofos del Athletic esperamos con entusiasmo que nuestro equipo pueda pasearse con gran orgullo por las aguas del Bósforo. Cuando algún taxista me vuelva a preguntar de dónde soy, podré decir que de Bilbao, y recordarle lo que otro taxista turco me dijo -¡ah!- del equipo que nunca ha bajado de Primera División y sólo cuenta con jugadores de la pequeña tierra vasca. ¡Aupa Athletic! .
(*) Este testimonio fue escrito antes de conocerse la noticia de la clasificación del Athletic sin jugar el partido de vuelta.