Amparo LASHERAS Periodista
Con alevosía y nocturnidad veraniega
La distensión veraniega del dolce far niente, que dicen los italianos, ha roto su magia y, en los últimos años, agosto se ha convertido en un mes negro, angustioso e incierto y sólo luce con el moreno de quienes aún se permiten unas cortas vacaciones persiguiendo el sol. Que los golpes y atentados más traicioneros y peligrosos de la economía neoliberal se perpetren en este tiempo, no se debe a una casualidad de la agenda política, sino más bien a la alevosía con que actúa el poder económico para imponer sus intereses y eliminar los derechos de los trabajadores, en un contexto que garantice una mínima conflictividad social. En agosto, con vacaciones o sin ellas, la gente desconecta alegremente y cuando asimila la negra realidad que se avecina, es tarde. Las decisiones se han cerrado y, tras el bofetón, nos quedamos con la cara colgando y sin capacidad de reacción rápida y contundente. En menos de una semana, la más festiva del verano, el Congreso español ha dado una vuelta de tuerca más a la reforma laboral y, por indicación de Alemania y Francia, ha decidido modificar la Constitución para dejar atado y bien atado el límite del déficit público del Estado. El objetivo, además de acabar drásticamente con las reminiscencias de lo que fue el estado de bienestar, se carga la soberanía económica de los pueblos que lo componen. Porque ¿qué independencia nos va a deparar el futuro cuando ésta se encuentra sometida a una Constitución títere, doblegada a los intereses del mercado financiero y del FMI? Complicada respuesta para un agosto que reinicia el eterno reto de trabajar la identidad y los derechos como pueblo y como clase.