REBELIÓN EN LIBIA / LA BATALLA DE TRÍPOLI
Rebeldes y desplazados de Trípoli se cruzan en Dehiba
«Voy a Trípoli para ayudar en lo que pueda. Pero mi familia se queda en Djerba, todavía no es seguro». Milou, joven trabajador de una empresa médica ubicada en Zuwarah, es uno de los jóvenes con el petate dispuesto que se cuelan a través de la frontera de Dehiba, al sur de Túnez.
Alberto PRADILLA
Desde que los medios anunciaron que combatientes rebeldes y leales a Muamar al-Gadafi afrontaban la batalla final por Trípoli, la opinión pública internacional dio por buena la versión de que la guerra había terminado. Pero el estado de las conexiones entre Libia y su vecino occidental es uno de los indicadores que evidencia que los combates todavía no tienen fecha de caducidad. Ras Jdir, al norte, sigue clausurado. Según los tunecinos que han pasado por ahí, todavía se escuchan explosiones lo suficientemente cerca. Además, hasta ayer permanecía en manos de las fuerzas gadafistas. Así que Dehiba, en zona amazigh (bereber), se ha convertido en la única vía de acceso. Un pequeño y caótico puesto de control entre montañas desérticas donde coinciden los voluntarios que todavía se enrolan en las milicias del Consejo Nacional de Transición (CNT) con los tripolitanos que huyen de una capital envuelta en llamas. Como reconoce Milou, «las cosas no están claras. Podría terminar en un día, como alargarse varias semanas».
«He terminado los exámenes y vengo a luchar». Ahmed Elmeer, de 19 años, habla con ese inglés tosco que caracteriza a los irlandeses. Toda su familia reside en Dublín, aunque son originarios de Al-Beida, al este de Bengasi. Tras finalizar el curso, este estudiante de Económicas también se ha echado la mochila al hombro y se dirige a Trípoli en busca de su hermano mayor, que ejerce de enlace entre los rebeldes y sus aliados de la OTAN. El inglés es un bien muy codiciado. «Espero poder ir al frente. Si no, trabajaré donde me digan», señala Elmeer, que trata de abrirse paso en la caótica garita que une la frontera. Una de sus preocupaciones: poder disponer de internet dentro de dos semanas para enterarse de sus notas.
Al igual que en Saloom, en Egipto, el sello de salida tunecino es el último trámite administrativo al que se enfrentan quienes acceden a Libia. Aunque esto no implica que los rebeldes no hayan logrado imponer un control. «Sólo permitimos cruzar a los periodistas y a los libios que acreditan a dónde van», explica Ahmad, uno de los oficiales (por el impoluto traje de camuflaje que luce), mientras impide el paso a un tunecino que asegura dirigirse al campo de batalla. «¿Quién me dice que no pretende infiltrarse?», se justifica.
Camiones con provisiones (agua y gasolina especialmente) y libios que regresan a ciudades como Nalut se unen a aspirantes a guerrilleros como Milou o Ahmed Elmeer. Los tunecinos han encontrado en la venta de combustible (cinco veces más barato que en Libia) y de banderas tricolores el nuevo negocio fronterizo. Por eso, los bidones apilados y los puestos con enseñas del CNT aumentan progresivamente en el camino hacia el checkpoint. Sin embargo, el tradicional embotellamiento, tan característico en un nudo conflictivo, no transita únicamente en una dirección. Una larga fila de vehículos espera poder cruzar hacia Túnez. «Son todos de Trípoli, sus coches son todos nuevos», explica el oficial Ahmad, encargado de fichar a todos los periodistas que cruzan la frontera.
«Llevo seis meses sin salir de la capital, necesito unos días de descanso», indica Hamad Al-Saif. Su situación laboral no es problema para este farmacéutico de 27 años. «He tenido que cerrar. No tenemos nada para vender», lamenta.
Ambas filas de coches, los que van y los que llegan, se cruzan pero tampoco se mezclan. No se escuchan los fervorosos saludos revolucionarios que caracterizaban cualquier encuentro a cuatro ruedas en las carreteras de la Cirenaica. Para los tripolitanos, la situación se ha deteriorado ahora. «No hay luz, no hay agua, no hay gasolina. Todo el mundo tiene un arma. Hasta los chavales de 14 o 15 años», protesta Al-Saif, que denuncia que a los combates se le suman los bombardeos de la OTAN. «Sólo espero que esto termine pronto», concluye, mientras vuelve a su coche a esperar que la barrera que permite el acceso a Túnez vuelva a abrirse de nuevo.
El CNT inició el traslado de su oficina ejecutiva desde Bengasi, su feudo en el este del país, a Trípoli y anunció que la transición política comenzará con la formación del Gobierno provisional que designe a los 30 días de su completo traslado a la capital.
El ex primer ministro francés Dominique de Villepin advirtió ayer al Estado francés y a los países occidentales embarcados en la guerra en Libia para que actúen con el fin de que «la revolución libia no se vuelva contra los que ayer les ayudaron».
Aviones británicos bombardearon el jueves por la noche el búnker que Muamar al-Gadafi tiene en Sirte, su ciudad natal y principal objetivo en estos momentos de los rebeldes, según informó ayer el ministro de Defensa británico, Liam Fox.
La Unión Africana (UA) se negó ayer a reconocer la legitimidad del rebelde Consejo Nacional de Transición (CNT) de Libia, al señalar que la situación militar sigue siendo muy inestable, y volvió a reiterar sus llamamientos, caídos hasta ahora en saco roto, al diálogo y a la formación de un Gobierno de unidad.
«La CNT está tomando (el control de) Trípoli y dicen que han conquistado la ciudad, pero los combates siguen», señaló el presidente sudafricano, Jacob Zuma. «Así que no podemos decir que es ahora la fuerza legítima», agregó Zuma, en nombre de la UA tras la minicumbre celebrada en su sede Addis Abeba.
Sin siquiera mencionar explícitamente al CNT en su comunicado final, ni al régimen de Muamar al-Gadafi, la UA instó a la formación de un Gobierno de «transición con todos los partidos, que sería bienvenido a ocupar un asiento en la la UA». Una forma de indicar que el CNT no puede aspirar a ese asiento.
«El asiento de Libia en la UA está actualmente vacante. Si un Gobierno de consenso e incluyente ve la luz mañana y propone un embajador ante la UA, será bienvenido», dijo a AFP el portavoz de la Comisión, Nureddine Mezni.
Varios diplomáticos señalaron a esta agencia que Libia estaba de facto suspendida de la UA, señalando, no obstante, que el Consejo de paz y de seguridad del UA, contrariamente a lo habitual, no había oficializado esa suspensión.
Los delegados de la UA se negaron a decir si los partidarios de Gadafi podrían ser parte del Gobierno de unidad al que se está llamando. «No hemos citado a ninguna de las partes, porque hay muchas partes implicadas en el conflicto», señaló Zuma.
Algunos de los miembros de la UA discrepan, sin embargo, de la decisión adoptada ayer ya que al menos una docena de un total de 54, entre ellos Etiopía, Burkina Faso, Chad, Nigeria, Senegal, Gambia, Costa de Marfil y Rwanda, han reconocido al CNT. Zuma afirmó que estos países han actuado a título individual y que «la Unión Africana está unida en torno a la posición» hecha pública ayer.
Sin embargo, el embajador libio en Etiopía, Awdian Ali, indicó a AFP que «es una cuestión de tiempo» que la UA reconozca a la CNT. «Admiten que el régimen de Gadafi ha terminado. No lo han mencionado hoy porque saben que se acabó», manifestó Awdian, que acaba de jurar lealtad al CNT.
La UA ha tratado en vano durante todo el conflicto de mediar entre los rebeldes del CNT y el régimen de Muamar Al-Gadafi, que los primeros, que no han ocultado sus sospechas sobre la neutralidad de la UA, tradicionalmente cercana al líder libio, rechazaron. François AUSSEILL (AFP)
Dehiba, en zona amazigh, se ha convertido en la única vía de acceso a Túnez para los tripolitanos que huyen de la capital y a Libia para los voluntarios que todavía se unen a las milicias del CNT.
Los rebeldes libios lograron expulsar ayer a los militares leales al coronel Al-Gadafi del puesto fronterizo de Ras Jdir, en la frontera con Túnez, e hicieron ondear la bandera verde, roja y negra adoptada por los sublevados, informaron testigos.