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Crónica | Muestra Pop-Rock

Dieciséis grupos han pasado por bilborock ante un público entusiasta y numeroso

Nueva tanda de grupos que han trascendido a la historia de la Muestra Pop Rock Local Aste Nagusia, iniciativa que permite que dieciséis bandas locales actúen en buenas condiciones y tras pasar una selección previa, lo que garantiza variedad estilística y buen nivel.

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Jorge DÍAZ

El primer llenazo (se quedó gente en la calle) llegó el mismo día de la apertura de la Muestra de Pop-Rock con The Riff Truckers (Gernika) y Ornamento y Delito (Madrid-Bilbo). Cuando el rock se alía con el boogie y el blues, con Riff Truckers se vuelve totalmente irresistible.

Muy difícil lo tenían los inclasificables Ornamento y Delito para superar el ambiente que se había respirado en el bolo anterior y, aunque su nombre es el que más ha traspasado las fronteras de lo local, se volvió a demostrar que la etiqueta indie no termina de cuajar por aquí. Les gusta jugar al hastío y de no conocerles y estar familiarizado con sus canciones es muy difícil que te enganchen en directo.

One Last Cigarrete, en tono grunge, van sobrados de técnica y escuchándoles nadie diría que acaban de empezar y que ni tan siquiera han tenido tiempo de grabar su primera demo. Convencieron, lo cual tiene aún más mérito cuando estoy seguro de que gran parte del público no conocía ni una sola canción.

Con camisetas negras de Kyuss, Alice in Chains, Sons of Anarchy y Porco Bravo aparecían los cuatro integrantes de Chivo en el escenario. Aunque parecen ligados para siempre a la etiqueta stoner, ayer les vi mucho más abiertos de miras, atacando al rock alternativo de los noventa de Alice in Chains y a una sicodelia que por momentos recordó a Black Sabbath e incluso a The Mars Volta.

Impresionante espectáculo con Quaoar y otro llenazo en la primera de las dos jornadas destinadas a los sonidos más duros. Tocan canciones largas que comienzan como una tranquila balada que, cuando menos te lo esperas, explota en una gran tempestad metálica que gira sobre multitud de matices de rock progresivo. Grupo con gran personalidad.

No soy amigo del inmovilismo heavy, y aunque es cierto que Basaki con su último disco, «Egunero hasten da» han pasado de esa agresividad que les acercaba a referentes como Su Ta Gar, EH Sukarra e Idi Bihotz para acercarse más al tono melódico del post-grunge metálico norteamericano, a mi me sigue dando la sensación de que ese sonido ya lo he oído demasiadas veces y su concierto me resultó demasiado monótono.

El mayor riesgo de Krell es no definir del todo su faceta electrónica, demasiado duros para gustar a la parroquia electro-pop, demasiado electrónicos para los rockeros. De decantarse por uno de los lados seguramente lo tendrían más fácil, pero dejarían de ser Krell.

En KRPNTRS lo que cuenta son los acoples, la repetición de una misma nota hasta la extenuación, los silencios, la ruptura con ese gran grito final. Puro delicatessen. Álvaro dialoga con su guitarra mientras Bárbara le interrumpe con su batería, no sabemos en que idioma hablan, descifrar el código oculto en las letras de sus canciones es un enigma para el que no estamos preparados y algunos se refugian en buscar el lado cómico a algo que es muy serio. Una experiencia única. Muy avanzado.

El viernes 26 abrieron Sweet Oblivion y la guapísima y elegante Ce se llevó todas las miradas y piropos, tanto del público masculino, como del femenino. Una voz sensual, frágil, como un canto de sirena en medio de un mar en calma total. Presentaban su tercer disco The Natural, que tocaron íntegro a excepción de una canción. Siguen destacando los juegos a dos voces, que han sido comparadas con prácticamente todas las grandes parejas musicales, y esas raíces de folk norteamericano tan elaboradas.

Gringo nos ofrecieron el que, sin duda, considero el mejor concierto hasta el momento. Capas y más capas que se van revolviendo, mantras hipnóticos como en `Beer' que en cada vuelta alcanzan un nuevo nivel, preparándonos para la explosión y trance final. Felicidades.

Mucha atención con Yellow Big Machine, si se hace justicia el cuarteto bilbaino debería estar pronto en boca de todos y no me extrañaría nada que en muy poco tiempo peguen un gran estirón. Tienen todos los ingredientes para conseguirlo: un sonido que, lo mires por donde lo mires, recuerda a los Pixies, unos visuales muy currados y una intensidad que logra que tras verles en directo te gusten aún más. Muy grandes.

Las dos lamparitas de Ikea, de las de 2,50, no fueron suficientes para caldear el ambiente durante el concierto de Zapatotipobota y el escenario parecía más grande de lo normal y mucho más frío.

Dio la sensación de que estábamos escuchando una y otra vez la misma canción.

 

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