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Mikel INSAUSTI | Crítico cinematográfico

La coraza que habito

 

Pedro Almodóvar es el cineasta que mejor sabe defenderse de los ataques de la crítica, incluso cuando peor le ha ido creativamente. Ha salido vivo de absolutos fiascos, y casi nadie se acuerda ya de que una vez hizo «Kika», porque ha sabido vender una marca de autor que sigue la estrategia exportadora de la moda, y a la que la fabricación de un determinado producto defectuoso no le resta imagen en el extranjero.

Como cualquier cotizado diseñador puede presentar una colección que no gusta tanto como otras suyas, pero no pasa nada y se espera a la próxima temporada. A veces hay algún mercado exigente que se le resiste, pero el artista no ceja en su intento y sigue perseverando en la conquista de la inexpugnable fortaleza que aspira a derribar para demostrar su poder de persuasión.

Desde que Almodóvar se puso serio, dejando atrás la comedia festiva y colorista que tanta fama internacional le diera, se ha metido de lleno en una apuesta personal por convertirse en un maestro del melodrama a la manera de Douglas Sirk. El cambio de registro sigue confundiendo al público, y son muchos los que se ríen ante situaciones pretendidamente tensas.

Volvió a suceder en Cannes con «La piel que habito», aunque Almodóvar pone nombres y apellidos a quienes airean en sus crónicas los momentos en que sus últimas películas bordean el ridículo. Después de tantos años tiene más que localizados a los que no comulgan con sus aspiraciones artísticas, tratándose de enemigos muy concretos con los que mantiene un debate focalizado que no daña su ego.

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