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Floren Aoiz | www.elomendia.com

El precipicio español y el futuro de Euskal Herria

Y ¿cómo queda la ciudadanía vasca ante todo esto? No tenemos estado. Estamos atados a los irresponsable y corruptos culpables de la mala gestión, la peor orientación y el descomunal desfalco que antes llamaban milagro español

Alguna vez he escrito sobre el acercamiento del Estado español a los abismos del desastre. Si mis apreciaciones le parecieron a alguien apocalípticas, mejor que no lea lo que dicen muchos «expertos» poco sospechosos de albergar hacia el Estado español los mismos sentimientos que yo. Caos, precipicio, suspensión de pagos, salida del euro, quiebra, corralito, imposibilidad de mantener el entramado institucional...

España va muy mal, tan mal que ya veremos si es capaz de seguir yendo. Pase lo que pase en el futuro cercano o no tan cercano, lo que ya ha ocurrido es tan grave que tardaremos años en medir su alcance y sus consecuencias. La economía del Estado, cuyo crecimiento en las últimas décadas obedecía a un esquema irresponsable, injusto y destructor de recursos, está hecha cisco, y como los problemas no son coyunturales, sino estructurales, y teniendo en cuenta que la crisis es mundial y de gran profundidad, no sabemos qué pasará, pero seguramente será muy feo. Sobre todo para la gente menos favorecida, que es la que paga siempre ésta y todas las facturas.

Es posible que se esté exagerando deliberadamente la entidad del problema. Es lo que se ha llamado la doctrina del shock: una situación económica desesperada exije medidas drásticas que deben adoptarse sin complejos, cueste lo que cueste. Tanto si la crisis es tan grave como si no, ése es el programa neoliberal que se impone por todos los lados; el mismo, por cierto, que nos ha metido en este lío. Lo van a intentar llevar adelante como sea y no van a reparar en medios, como acabamos de ver con su meteórica reforma constitucional. Llegue la crisis hasta donde llegue, las medidas que se han adoptado suponen un golpe tremendo a la mayoría de la sociedad y costará mucho recuperar el terreno perdido.

Al mar agua, dicen en mi pueblo (y eso que no somos precisamente costeros). Es muy posible que todas estas medidas, estos sacrificios ofrecidos al dios mercado sean absolutamente inútiles. Si apretando consigue más, ¿por qué va a dejar de hacerlo? Cuanta mayor sea la presión, mayores serán los recortes, más gigantescos los desvíos de fondos públicos a bolsillos privados y más débiles los estados frente a los poderes económicos trasnacionales. Los estados más fuertes impondrán sus intereses a los más débiles y ya veremos qué pasa con la Unión (es un decir) Europea. El clima de excepcionalidad favorece a los más poderosos y fortalece su modelo de dominación de clase haciendo más débiles los sindicatos, las organizaciones populares y la izquierda.

Y ¿cómo queda la ciudadanía vasca ante todo esto? No tenemos estado. Nadie nos defiende ante los mercados y sus siervos españoles. Sufrimos las consecuencias de decisiones que no hemos tomado y recortes adoptados contra nuestra voluntad. Estamos atados a los irresponsable y corruptos culpables de la mala gestión, la peor orientación y el descomunal desfalco que antes llamaban milagro español.

La verdad: lo más inteligente es alejarse del precipicio español y saltar al camino de la independencia. Y cuanto antes, mejor.

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