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Los rebeldes preparan el paso de la Yamahiriya al Estado islámico

Los rebeldes han presentado su hoja de ruta para la transición en Libia. El documento define el país como «democrático e islámico» y establece un plazo de 18 meses para la celebración de elecciones. Mientras, sus bases tratan de restablecer los servicios en Trípoli. En esta tarea, las mezquitas son uno de sus baluartes.

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Alberto PRADILLA

La nueva Libia será un Estado democrático e independiente, con Trípoli como capital, el árabe como idioma oficial y su fuente de derecho será la sharia (ley islámica)». Mustafá Abdeljalil, líder del Consejo Nacional de Transición (CNT), describió así hace tres días las bases con las que los rebeldes planean la estructuración del estado que sustituya a la Yamahiriya, el sistema político instaurado por Muamar al-Gadafi hace 42 años. Tienen Trípoli bajo su control y han concentrado a las milicias en torno a Sirte, uno de los bastiones del coronel. Mientras tanto, elaboran su hoja de ruta: asamblea constituyente, elecciones y reparto de concesiones a sus aliados occidentales para la reconstrucción del país. En la capital, termómetro que mide la autoridad insurgente, tratan de reforzar su poder reinstaurando unos servicios básicos que siguen escaseando. Para ello, las mezquitas constituyen un apoyo indispensable.

La llamada «Declaración de la Victoria», un documento hecho público recientemente, fija los plazos establecidos por el Gobierno interino para una transición política. Sin embargo, los rebeldes imponen una condición. Este plan solo se hará efectivo cuando Gadafi sea capturado. Si llegase ese momento, el CNT se da a sí mismo un plazo de 30 días para establecerse en Trípoli y nombrar ministros. Según el texto, el órgano transitorio elegirá una Asamblea Constituyente, que a su vez convocará elecciones. En total, pasarán 18 meses hasta que un Gobierno electo tome las riendas de Libia. Lo que no explica el CNT es cómo seleccionarán a los miembros de la Asamblea. Aunque también es cierto que nunca quedó claro quién decidió los nombres de los actuales integrantes del Consejo. Tampoco han especificado hasta cuándo ampliarán su mandato si Gadafi no aparece. El coronel sigue en paradero desconocido y mantiene sus llamadas a la resistencia. «No nos rendiremos, no somos mujeres», aseguró en un mensaje de voz el jueves.

La adopción de la sharia o ley islámica como fuente de derecho ha sido el anuncio que ha generado mayor polémica en los medios occidentales.

No se puede olvidar que Libia es un país profundamente tradicional y que los religiosos han constituido la principal oposición a Gadafi. Un ejemplo: las oraciones masivas convergen con las manifestaciones políticas tanto en Bengasi como en Trípoli. Además, algunos de los principales comandantes militares, como Abdel Hakim al-Hasidi, lucharon en Irak o Afganistán antes de enrolarse en las filas insurgentes. Lo que está por ver es hasta dónde podrán permanecer unidos los sectores vinculados a las mezquitas y aquellos con una vocación más liberal. Hasta ahora, mantenían la cohesión en el contexto de oposición al régimen. De todos modos, la referencia islámica en la legislación no es nueva en el mundo árabe. Otros países, como Egipto, también la incluyen en sus constituciones. A nadie se le escapa que países del Golfo, como Qatar, son el espejo en el que se miran muchos sublevados.

La importancia de los imanes no se reduce a su capacidad para condicionar el articulado administrativo. Ante la falta de Estado, las mezquitas se han convertido en los lugares desde donde se llama a la población a mantener las calles limpias o se reparte el agua, que sigue escaseando. El servicio de recogida de basuras desapareció en el momento en el que los rebeldes irrumpieron en Trípoli, por lo que los desperdicios se acumulan. Son los templos quienes ejercen de autoridad en cuestiones donde la Administración está ausente.

El segundo foco de poder son los comités locales, que ya empiezan a establecerse. No está muy claro cuál es su vínculo orgánico con la estructura de los encorbatados, pero en él se enrolan los jóvenes opositores. Entre sus cometidos, registrar las armas que se exhiben sin control. Muchos libios asaltaron cuarteles o armerías durante la toma de la ciudad y ahora se pasean con su arsenal. Los comités quieren limitar la cuota a un arma por persona. «Cogí mi Kalashnikov a principios de mes y quiero conservarlo», explica Walid Jumah, de 33 años. Llega, enseña el número de serie de su arma y apunta su filiación. Como él, decenas de hombres desfilan por estas oficinas para registrarse.

Los leales a Gadafi son la única excepción a esta permisividad armamentística. Ali al- Milad, miembro del Consejo, indica que se visita casa por casa a los miembros significados y se les insta a entregar su arma. «Si se resistiesen, les combatiríamos, pero hasta ahora no ha ocurrido», indica. Al final, termina reconociendo que, una vez desarmados, quienes apoyaban al coronel siempre terminan dejando la ciudad.

Como ocurre desde hace seis meses, no parece que exista mucha cohesión entre despachos y comités de base. Todavía existen muchos intereses encontrados. Además, está la cuestión tribal. En un país que carga con la dificultad añadida de carecer de tradición política, conjugar todos los intereses será clave para evitar futuros enfrentamientos.

 

«Sólo seguirán como policías los que estén limpios»

«Sólo seguirán como policías los que estén limpios». Ali al-Andalus, un rebelde barbudo que controla uno de los accesos a la plaza de los Mártires (antes plaza Verde), señala a los miembros de la policía libia, que hace tres días, coincidiendo con la festividad del Eid El Fitr, retomaron a sus puestos. Los uniformados exhiben su lealtad a los rebeldes con gorras, bufandas e insignias. «Todos ellos han sido investigados. Y su archivo volverá a ser revisado», insiste. Los agentes vigilan la escena desde un prudente segundo plano. Aunque afirman que no temen posibles represalias. «Gadafi no dio poder a la Policía, de la represión se encargaban sus milicias», dice Ahmed, que ha sacado el traje azul del armario para volver a dirigir el tráfico. A.P.

Milicianos rebeldes hacen guardia durante la oración del viernes en la plaza de los Mártires.

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