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Raimundo Fitero

Rumores incesantes

En cualquier momento se establecerá una academia del rumor. Podría ser también del engaño o la mentira. O de la tinta del calamar. El caso es que recurriendo al refranero, muchos hacen sonar los ríos, para hacer ver que llevan agua, aunque sean simples vasos de plástico de agua putrefacta. Quizás algunas de esas instituciones ociosas podrían instaurar el Día Sin Rumor. Y hacer cuestaciones para los rumorólogos sin altavoces. Porque un rumor no sirve si solamente se queda en la taberna, lo bueno es que se expanda y aparezca en los teleberris, o en las portadas de los digitales con mayor número de visitas.

Los rumores se llaman también globos sonda, o levantar la liebre. Es una vieja táctica, de lanzar algo verosímil, para encubrir la verdad y para que después aparezca por el otro lado lo que se estaba tapando. O simplemente se trata de un ejercicio del periodismo de cuchillos y amenazas, tan en boga. Uno pensaría que los programas como «Sálvame», por no esforzarnos demasiado, son el gran monumento a la rumorología, pero yo creo que hay una seria competencia con algunos de los programas de tertulianos y debates amañados donde abusan de las medias verdades, o las consignas de las cloacas de los departamentos de interior presentadas como rumores para emponzoñar más todavía los asuntos sensibles y que no les interesa que se solucionen.

Un rumor sobre tu vida privada, tu salud, o tu tendencia sexual, puede amargarte la existencia. Y acudir a los desmentidos es el efecto que esperan los rumorólogos profesionales, provocadores consentidos. Pero cuando eso se realiza en el ámbito político, parece existir una especie de manto inhibidor de consecuencias, una suerte de perdón previo a toda confesión siempre que se utilice en el sentido apropiado, es decir, en contra de sujetos u objetivos políticos a los que hay que derribar porque constituyen un blanco supuestamente más fácil y con ello se debilita, se criminaliza a una opción política emergente, ilusionante y que les hace mucha pupa, y que cuanto más se la estigmatice más fácil pueden convertirse los rumores en actuaciones judiciales. Pongamos que hablo de Martin Garitano.

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