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«No va a ser un sello de la Quincena una programación más conservadora»

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Patrick Alfaya

Director de la Quincena Musical

Esta semana ha finalizado la 72. edición de la Quincena Musical, la primera que ha sido cien por cien responsabilidad de Patrick Alfaya, el nuevo director del Festival tras la larga etapa al mando de Echenique. Pero a Alfaya le ha tocado hacerse cargo de la Quincena en un momento crítico para el Festival, en el que la crisis presupuestaria hace peligrar su futuro en la forma en que actualmente lo conocemos.

Mikel CHAMIZO | DONOSTIA

Con un aire de satisfacción tras la clausura de una Quincena Musical que considera «muy satisfactoria», Alfaya prepara ya las ediciones de 2012 y 2013, con la incertidumbre de los recortes en las ayudas públicas y una actitud prudente en la programación, pues defiende que «asegurar la taquilla es nuestra gran prioridad ahora mismo».

Recién finalizado el Festival, ¿con qué sensación se ha quedado?

Estoy bastante satisfecho. Creo que la mayoría del público ha encontrado alguna cosa que entraba dentro de sus expectativas, y esa es una característica de la Quincena.

¿Cómo ha reaccionado el público ante una Quincena más breve y compacta?

El público ha respondido muy bien. Hemos sobrepasado el número de asistentes del año pasado, calculo que entre el 3% y el 5%, lo que también se traduce en un aumento equivalente en la recaudación por la venta de entradas.

Parece que una de sus búsquedas al frente de la Quincena va a ser crear lazos estables con determinadas orquestas, como las de Colonia o Budapest.

Creo que es buena idea que una orquesta que nos visita pueda hacer varios programas en la ciudad. Supone una implicación mayor, un mejor conocimiento del auditorio y también más tranquilidad, el no tener que bajarse del autobús, tocar el concierto e irse.

Para las orquestas conocer el entorno en el que se desarrollan los conciertos es muy positivo, y se nota en los músicos, que aunque estén bajo la presión de la gira tocan más asentados. También es positivo para el público, que puede conocer la orquesta en diferentes repertorios y crear una mejor comunicación con ella.

Supongo que, además, es beneficioso económicamente.

Claro, también hay un factor económico. Nuestro recorte presupuestario ha sido de más de medio millón de euros. El que una orquesta se quede varios días y ofrezca dos o tres concierto supone un ahorro importante, porque no tienes que pagar los billetes de avión tres veces. Además las orquestas tienen en cuenta este tipo de implicación y ceden más a la hora de negociar sus cachés. El año que viene, por ejemplo, vendrá la Sinfónica de Bamberg para tocar varios conciertos.

En un principio me pasaron un presupuesto muy elevado, pero hablé con ellos y les comenté que con orquestas como Colonia o Budapest intentamos crear lazos sólidos, y que si los conciertos van bien también me gustaría estrechar relaciones con ellos de cara a futuras ediciones. Y debido a esta postura han hecho una revisión grande del presupuesto que nos pasaron en un principio. Hace unos años también había una colaboración parecida con orquestas como la Nacional Rusa o la Sinfónica de Galicia.

La Sinfónica de Galicia era una orquesta muy querida en Donostia. ¿Por qué ha dejado de venir?

Hay planes para que vuelva. Iba a ser este año para una producción importante, pero la orquesta ha perdido a su gran patrocinador, un banco, que ha entrado en crisis y ha abandonado el mecenazgo. Y nosotros no hemos podido suplir económicamente lo que iba a aportar el banco. Seguramente volvamos a contar con ella en 2013.

También ha sido la primera edición, en muchos años, en que la Orquesta de Euskadi no ha protagonizado un concierto propio.

Con la Orquesta de Euskadi teníamos que buscar programas muy atractivos para que el público se animase a venir. Es una orquesta que toca todo el año en la ciudad, y es difícil que llene un concierto en la Quincena. Mi idea es que actúe cada dos años, además de que se encargue de la parte orquestal de las óperas.

La ópera ha sido, precisamente, el espectáculo más controvertido de este año. Tengo la sensación de que con el anterior director, Echenique, nunca hubiéramos visto una ópera así.

La verdad es que mi pretensión no era provocar. Hay muchas cuestiones a tener en cuenta a la hora de elegir una producción de ópera: principalmente el dinero, pero también es vital que quepa en el Kursaal. Habíamos pensado en otra producción del «Barbero de Sevilla», una que se estrenó en la Maestranza, pero tuvimos que desestimarla porque el escenario del Kursaal no podía albergarla.

Seguimos mirando muchas cosas, y finalmente apostamos por esta coproducción de Rechi, reconstruída de la original que hizo en Freiburg. Tiene cosas muy buenas y otras no tan buenas, pero creo que funcionó muy bien. En cuanto a los abucheos, no me preocupan demasiado. Preferiría que a todo el mundo le hubiese encantado, pero los desacuerdos con la dirección escénica suelen ser algo habitual en todas partes. Y la nuestra podía ser discutible, pero era una producción respetuosa e inofensiva.

¿A qué se ha debido la ausencia de música vasca y contemporánea de los conciertos sinfónicos, los más representativos del festival? ¿Se va a apostar por una programación más conservadora?

No va a ser un sello de Quincena el que la programación vaya a ser más conservadora. Pero observa la respuesta del público, que con un concierto como el de Bartók y Schoenberg ocupó sólo 1.400 butacas. Y ahora mismo tenemos que asegurar la taquilla, si no recaudamos no hay festival. Espero que pronto volvamos a tener un dinero que nos permita aventurarnos en proyectos más arriesgados, como ocurría antes, que podíamos tener dos o tres conciertos con una ocupación de 1.200 butacas y no pasaba nada. Pero ahora mismo no nos lo podemos permitir.

No obstante, casi todo el repertorio de este año ha sido centroeuropeo, probablemente porque las orquestas imponen el repertorio. Si se fortalecen lazos con orquestas alemanas y húngaras, ¿cómo se va a negociar el repertorio?

Lo cierto es que a una de las orquestas que viene el año que viene le propusimos tocar una obra con lazos vascos y el maestro dijo que no. Si es una gira, como la de la Orquesta de Frankfurt, prácticamente hay que elegir entre lo que ellos te ofrecen. Y nosotros no somos como el Festival de Salzburgo, que tiene 60 millones de presupuesto para imponer que una orquesta toque la última obra de Wolfgang Rihm. Hacemos lo que podemos, y en ese terreno es donde la Orquesta de Euskadi tiene que jugar un papel, y lo jugará.

La Filarmónica de Rotterdam y Nézet-Séguin, «lo mejor», porque «lograron crear una gran energía»

Es ya una pregunta clásica, pero, quizá por si coinciden con los nuestros, siempre queremos saber cuáles han sido los conciertos favoritos del director de la Quincena Musical, y también si se ha llevado alguna decepción con algo entre lo que él mismo ha programado.

Entre lo mejor, «Budapest y Budapest –afirma tajante–, porque es una orquesta que me gusta mucho. Además de eso, me pareció estupendo el recital de lied de Florian Boesch, que creó un ambiente muy íntimo y agradable». «También disfruté mucho de la actuación de Nikolai Lugansky, al que siempre había tenido por un gran pianista aunque un tanto frío, y esta vez le supo imprimir a Liszt una gran calidez», añade.

«En la parte sinfónica –prosigue Alfaya– me gustaron mucho los conciertos de la Filarmónica de Rotterdam. Y sé que la “Tercera” de Mahler no fue, ni mucho menos, perfecta. Hubo sus descontroles y músicos que no estuvieron correctos. Pero además de la perfección técnica es importante conseguir una energía en la sala, y creo que Rotterdam y Nézet-Séguin lo consiguieron. Y lograron que el público, que es muy conservador, disfrutara con Bartók, contra el que todavía hay tantos prejuicios».

En el lado negativo, Alfaya reconoce no haber disfrutado del concierto de la Orchestra of the Age of Enlightenment. «Lo atribuyo al cansancio y a que no se generó el ambiente adecuado –confiesa–. Seguramente debido a los móviles, noté desconcentración en la orquesta. La “Fausto” de Liszt es una sinfonía que no es perfecta, pero tiene momentos maravillosos y con tanto ruido entre el público se rompió todo el encanto. El propio Jurowski estaba bastante contrariado por lo que ocurrió, y fue a raíz de ese concierto que introdujimos el aviso por megafonía para apagar los móviles», explica. M. CHAMIZO

 

 
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