Que un cerdito llegue a comandar un rebaño de ovejas sólo pasa en las películas. En el ciclismo, como en la vida real, la consecución de un objetivo requiere ganas, preparación y aptitudes personales. Y además, resulta indispensable tener la suerte de cara. Lo que se conoce como la suerte del ganador.

Juan José Haedo dio fe de ello en Haro. El argentino es un hombre rápido que, aunque la mayoría haya llegado en carreras secundarias, acumula más de medio centenar de victorias en su palmarés. Aunque, por mucho que haya mermado la nómina de velocistas de esta Vuelta, también lo son Peter Sagan, Daniele Bennati, Alessandro Petacchi o Heinrich Haussler, más incluso que el corredor de Saxo Bank. Pero Haedo reunió todos los ingredientes para hacerse con el triunfo en la 16ª etapa -la más larga de esta edición, con 203 kilómetros entre La Olmeda y Haro-: ganas, preparación, aptitudes y suerte.

Esta última, decisiva, llegó en forma de descuido organizativo. En una rotonda a 200 metros de meta, los coches debían girar a la derecha y los corredores continuar por la izquierda. Así aparecía en el libro de ruta, pero la señalización no era la óptima sobre el terreno y los Leopard, que comandaban el pelotón en ese momento, tomaron el camino equivocado, arrastrando unos cuantos sprinters y despistando a los demás. Salvo a Haedo, que cruzó bajo la pancarta casi sin oposición.

Bonificaciones y despistes

La incidencia no resta mérito al argentino. Como tampoco lo hace con Juanjo Cobo, atento en una etapa que encerraba más peligros que ése, lo que le permitió superar ese pequeño corte final con el grupo cabecero y distanciar ligeramente a sus perseguidores. Apenas en un par de segundos a Chris Froome y en siete a Bradley Wiggins, pero es que la disputa entre el pupilo de Matxin y los Sky, separados por menos de un minuto, se lleva hasta el detalle. Tanto como para que Froome acelere en un sprint intermedio para bonificar un par de segundos. Y como para que Geox, que había lanzado a David de la Fuente para evitarlo, presente una reclamación demostrando que el británico había cruzado bajo la pancarta en cuarto lugar, lo que le dejaba sin premio.

También Sky acudió a los jueces, al considerar que el incidente en línea de meta era lo suficientemente grave como para que se aplicase la norma de los tres kilómetros. Pero no hubo caída, con lo que los segundillos fueron al bolsillo de Cobo.

La unidad de medida, como la fortuna, cambia al hablar de Joaquim Rodríguez. El catalán, integrante destacado del abanico de favoritos en Benidorm, se mostró intratable en las primeras etapas. Pero ha ido perdiendo fuelle hasta que el tren se le ha escapado. Y la suerte. A menos de veinte kilómetros de meta, cuando ya se había neutralizado la fuga del día -Julien Fouchard, Jesús Rosendo y Antonio Cabello, que habían saltado con el banderazo de salida-, el Purito fue uno de los damnificados por una importante caída en el centro del pelotón. Perdió más de once minutos en meta y, lo que es peor, llegó con la muñeca y el costado izquierdos muy dañados. Se trasladó a un centro hospitalario y no está nada claro que hoy vaya a tomar la salida.

Recuerdos

Cuando, casualmente, se disputa una etapa de grato recuerdo para el líder de Katusha, que el año pasado se impuso en Peña Cabarga por delante de Vicenzo Nibali y Ezequiel Mosquera.

Por motivos diametralmente opuestos, la jornada también está marcada en rojo para Igor Antón. El vizcaino, con el maillot de líder y acariciando la victoria final, se cayó a menos de diez kilómetros de meta, lo que se tradujo en una fractura de codo y, lógicamente, el abandono. No sería de extrañar que hoy intentara conjurar los fantasmas. Ya lo hizo el domingo camino de L'Angliru, que igualmente resultaba inédito para él, después de que también una caída, en el descenso del Cordal, le dejara fuera de la carrera en 2008.

Hay terreno para la pelea, aunque el Portillo de Bustos (3ª) y el Portillo de Lunada (2ª) se encuentran algo alejados de la ascensión final.