Se diseñó para proteger Iruñea pero nació viejo tras 41 años de parto. Fue ideado en 1878 pero no abrió sus puertas hasta 1919. Los avances militares lo convirtieron en inservible antes de que pudiese ser inaugurado. Y de una vocación defensiva terminó convertido en cárcel, llegando a recluir a más de 2.000 represaliados y provocando la muerte de más de 700 de ellos. Además, protagonizó la mayor fuga conocida durante la dictadura franquista. El fuerte de Ezkaba, la enorme construcción de piedra que vigila Iruñerria desde el monte San Cristóbal, esconde tras sus muros buena parte de la historia reciente de Nafarroa.

El fotógrafo Jokin Del Valle (Lekeitio, 1955) plasma a través de la exposición «Espacio muerto» algunos de los rincones de una «formidable construcción, tan impresionante desde el punto de vista estructural, como por los acontecimientos que en ella tuvieron lugar». La muestra puede visitarse, hasta el próximo viernes, en la sede de la Agrupación Fotográfica de Nafarroa.

Las instantáneas se adentran en las galerías, túneles, salas, corredores, fosos, muros y escaleras que, en opinión de Del Valle, «resultan sobrecogedores». No se puede olvidar el oscuro pasado que siempre persiguió a esta gigantesca construcción militar. El autor, sin embargo, se centra en el baluarte noroeste del fuerte, una construcción separada del cuerpo central, aquel que sirvió como prisión, por un foso que los rompe en dos. El objetivo: «expresar el ambiente oscuro, húmedo, frío y ruinoso de estas instalaciones abandonadas». «Me quedé impresionado por los espacios y los ambientes y decidí retratarlos», explica el fotógrafo, que llama la atención sobre el hecho de que «cuando conoces los acontecimientos que allí ocurrieron, percibes el lugar de otra manera».

A pesar de ello, Ezkaba sigue siendo un gran desconocido, quizás por la sensación de que siempre ha estado ahí. «El fuerte es una realidad tan familiar para los que vivimos en Iruñea, que no nos damos cuenta de las verdaderas dimensiones de la obra», explica Del Valle de Lersundi. «Está hecha toda a mano, la mayor parte en piedra de sillería». Además, hay que tener en cuenta «las excavaciones y movimientos de tierra» que fueron necesarios para poner en pie la estructura. «Es una obra realmente faraónica», destaca Del Valle de Lersundi. Para terminar reconociendo que, a su vez, «resulta un monumento a la inutilidad» y que «jamás sirvió para lo que se diseñó».