Diplomacia y resistencia por un Estado palestino
La campaña «Palestina 194», o la apuesta por un Estado palestino en las fronteras de 1967, toca ya las puertas de la ONU. La esperanza de que Palestina se convierta en el estado número 194 resuena con el eco en las conciencias colectivas de la resolución 194, que estipulaba el derecho de retorno de millones de refugiados, expulsados de sus hogares en 1948 a sangre y fuego primero por milicias sionistas y luego por el estado de Israel. A efectos prácticos, no hay posibilidad de que Palestina sea reconocida como miembro de pleno derecho por la ONU. El anunciado veto de Estados Unidos en su Consejo de Seguridad lo impedirá. En la Asamblea Nacional, sin embargo, cuenta con votos suficientes, cualitativamente determinantes como China, India, Rusia, Brasil, Sudáfrica o los del mundo musulmán, que representan casi el 80% de la población mundial. Ahí sí conseguirá su estatus reforzado de miembro observador, que le permitirá acceder a canales legales que obliguen a Israel a rendir cuentas ante, por ejemplo, el Tribunal Penal Internacional.
Setiembre marca, asimismo, el vigésimo aniversario del fracasado «proceso de paz». Montañas de azúcar y océanos de té y café en maratonianas negociaciones bilaterales que no evitaron el pillaje sistemático, ni que Gaza haya sido pulverizada por tierra, mar y aire y que aún permanezca bajo un brutal e ilegal bloqueo. Tampoco la limpieza étnica o el encarcelamiento de comunidades enteras tras un muro. La Unión Europea -otra vez más dividida- y EEUU, preocupados por el aislamiento internacional de Israel y su creciente enemistad con las tres potencias regionales -Egipto, Turquía e Irán-, insisten en presionar a Abbas para que vuelva al esquema bilateral y renuncie a su ofensiva diplomática, aunque de momento sin éxito.
La diplomacia, por sí misma, no podrá restaurar derechos y acabar con la opresión colonial. Palestina seguirá necesitando una presión, interna y externa, sostenida, moralmente consistente y eficaz contra el opresor. La resistencia efectiva y la solidaridad global son las llaves de la libertad, la justicia y la autodeterminación.