Las fuerzas afganas y de la OTAN necesitaron más de 19 horas de asedio para reducir a un comando talibán que el martes se atrincheraron en un edificio en construcción en el corazón diplomático y militar de Kabul para, desde allí, atacar el cuartel general de la Alianza y la Embajada de EEUU, dos de los lugares más sensibles y protegidos de la fuertemente vigilada capital afgana. En el transcurso de la operación fallecieron once civiles -tres de ellos niños-, cuatro policías afganos y nueve insurgentes, los seis integrantes del comando y otros tres kamikazes que fueron abatidos en distintos puntos de la ciudad, según las autoridades.

Las víctimas y los daños fueron relativamente limitados, dado el alcance del ataque talibán y la respuesta de la OTAN y la Policía afgana, pero ha servido para que la insurgencia se anote otra victoria sicológica y la Alianza y las fuerzas afganas, otro «desastre», según los expertos.

El ataque, que comenzó el martes y finalizó a las 9.00 de ayer, ha sido el más prolongado y audaz perpetrado en la capital afgana desde que los talibanes fueron expulsados del poder hace 10 años. Al menos seis granadas propulsadas por cohetes cayeron dentro del recinto de la Embajada de EEUU, según su embajador, Ryan Crocker.

El Ministerio de Interior indicó que los atacantes utilizaron burkas para acceder al edificio. Allí usaron el hueco del ascensor y un laberinto de pequeñas habitaciones para refugiarse del contraataque de las tropas y helicópteros afganos y de la OTAN.

Al término de la operación, los cuerpos de los seis milicianos estaban tirados en distintos pisos y algunos fueron pateados por los policías, informó AFP.

«Éxito mediático»

«Su amplitud, duración y audacia, independientemente del daño causado, hacen que sea significativo», afirmó Joshua Foust, miembro del centro de estudios American Society Project en la web especializada Registan.net.

«Ha sido un fallo operativo, pero un éxito mediático y estratégico», señaló a AFP una fuente militar occidental. «La idea -agregó- es demostrar su influencia (...) y que ningún lugar de Afganistán se les escapa».

Los talibanes ya han atacado este año puntos sensibles en la capital, pero «lo inesperado ha sido su intensidad y envergadura», escribió Fabrizio Foschini, de la Afghan Analysts Network, con sede en Kabul.

Los ataques cometidos en la ciudad desde el inicio de 2011 se han vuelto más intensos, lo que demuestra, según Foust, que los insurgentes tiene «mejores informaciones y tácticas y golpean objetivos que se creen seguros», enviando al los afganos el mensaje de que «no está seguro y Occidente no puede protegerle». Además, estos ataques tratan de inculcar en los afganos, según los expertos, dudas sobre la capacidad de sus fuerzas de seguridad.