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Francisco Larrauri | Psicólogo

La penúltima batalla

Aunque el proceso de paz avanza de forma unilateral, parapetarse en las víctimas de una parte para dificultar este proceso es convertirlas, por mezquinos intereses políticos, en más víctimas, si cabe, en lugar de admirables y sanos protagonistas.

Se están produciendo señales por doquier en política interior de que estamos en el ciclo que acabará con la vocación totalitaria del Gobierno español, denunciada y rechazada por doquier, por el deseo inagotable de los pueblos de no seguir igual. Las dinámicas instaladas en Euskal Herria y Catalunya en el aspecto identitario, lingüístico y económico preocupan tanto que Zapatero ha marcado su ideario con «la España plural, pero España» que para la sociedad vasca y catalana no se diferencia del delirio de grandeza antigua de la «España y punto» de ciertos políticos tradicionalistas. Los tiempos parciales y totales de esta carrera contra Euskal Herria y Catalunya parece que les van mal a quienes, parapetados con viejos correajes intelectuales, se han propuesto parar la historia de estos pueblo con el cronómetro totalitario, porque, como antes, han vuelto a vislumbrar amenazantes sombras en algunos pilares de la sociedad, la inmersión lingüística, las alcaldías de Bildu y otras instituciones populares. Y este fantasma que ahora corroe la grandeza española de PSOE y PP parece que les molesta e incomoda mucho más que el fantasma europeo que deterioraba las propiedades de sus progenitores.

En definitiva, es el modelo del autonomismo heredero de los miedos franquistas el que se ha agotado cuando Zapatero y el PSOE se han aparejado con la pseudodemocracia del nacionalismo español y con este modelo de relación se rematarán los próximos años las líneas de intervención del autonomismo político, social y económico en Catalunya y Euskal Herria. Será sin duda la última batalla, pero hoy quedan en las cárceles del estado cientos de presos de los miles de vascos y vascas que fueron detenidos durante las últimas décadas por hacer frente al intento de acabar con lo que un pueblo construye pausadamente con leyes no escritas y que son de siempre, desde la noche de los tiempos. Su permanencia en prisión es un evidente signo de que la des-construcción que planificaron de Euskal Herria no avanza y también una política vengativa de todo el nacionalismo español por la victoria popular de Bildu en las últimas elecciones.

La política de todo el nacionalismo español hacia Euskal Herria, con la inestimable cooperación, según Ares, de la inteligencia americana, la misma que pactó con Sadam Hussein, Bin Laden y Gadafi, ha puesto coincidentemente de moda la cárcel de castigo, la dispersión de presos, la incomunicación sistemática, la crueldad médica, la prohibición del euskara y los estudios universitarios en la UPV. Pero ni con el aislamiento físico pueden conseguir que los presos políticos vascos vivan en soledad o circunstancialmente solos. Y a estas alturas del curso, después de emplearse a fondo en ilegalizaciones y tormentos, les fastidia ver que las presas y presos políticos vascos y parte de Euskal Herria siguen compartiendo lo esencial. Y ante esto, mantener las condiciones actuales de encarcelamiento para los prisioneros vascos es arrastrar una herencia agonizante del estado de derecho, que convierte aún más a PSOE y PP en protagonistas y representantes del pensamiento único.

Es el momento de la petición de una amnistía, y pienso en la manifestación del pasado sábado, en forma de compromiso histórico y político de todas las partes, para asegurar el final de un conflicto, si se quieren desarrollar las bases de un consenso más o menos amplio y reparador.

Aunque el proceso de paz avanza de forma unilateral, parapetarse en las víctimas de una parte para dificultar este proceso es convertirlas, por mezquinos intereses políticos, en más víctimas, si cabe, en lugar de admirables y sanos protagonistas. Por eso la petición de las garantías implícitas y explícitas de éxito reclaman no caer en la tentación de sólo exigir unilateralmente a una parte, pues cada parte en conflicto tiene, de lógica, sus víctimas y también su personalidad específica con sus protagonistas y con determinados sectores sociales implicados.

Por tanto, la penúltima batalla es conseguir en tiempos de paz, aunque algunos prefieran otra dinámica, que se revisen las causas que fueron abordadas a golpe de código penal y con condenas inhumanas y plantear de nuevo ante la sociedad vasca y española la amnistía de todos los presos relacionados con el conflicto.

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