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59 DONOSTIA ZINEMALDIA

Luchadoras queriendo y sin quererlo

Benito Zambrano compite por primera vez en Zinemaldia con «La voz dormida», una cruda película ambientada en la posguerra franquista y basada en la novela de Dulce Chacón. María León destaca con una interpretación que la coloca entre las favoritas a la Concha de Plata a la Mejor Actriz.

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Ariane KAMIO | DONOSTIA

«La voz dormida» provocó un mar de lágrimas entre el público de Zinemaldia, que dio su visto bueno a la película con una gran ovación tras concluir la proyección. La crítica, sin embargo, se mostró dividida al respecto, ya que algunos periodistas se preguntaron si era necesario realizar un título más sobre la Guerra Civil española. Benito Zambrano (Lebrija, Sevilla, 1965) opta por el dramatismo más intenso y crudo en la adaptación de la novela homónima de Dulce Chacón. El director de «Solas» reúne un importante elenco de actores, en el que destacan con luz propia Inma Cuesta y una dulce María León. En el reparto, actrices vascas, como Teresa Calo, Amaia Lizarralde o Begoña Maestre.

«La voz dormida», que ha sido preseleccionada para representar al Estado español en los Óscar, está ambientada en la posguerra, en una prisión de mujeres de Madrid, donde las ejecuciones se convierten desde la primera escena en el elemento más poderoso de la trama. Hortensia (Inma Cuesta) es una reclusa embarazada que es condenada a muerte por intentar ayudar a su marido, que aún sigue luchando en la clandestinidad. La ejecución, sin embargo, no se llevará a cabo hasta que Hortensia dé a luz. Pepita (María León), su hermana, ha salido de Córdoba para estar cerca de Hortensia y para hacerse cargo de su hija cuando nazca.

La interpretación de María León fue la más valorada por la crítica, al enfrentarse a un personaje con muchos registros, desde algunos aspectos cómicos hasta los más dramáticos. «Trabajar desde la inocencia que tiene Pepita es un gusto muy grande, porque supone trabajar como un niño», dijo la actriz, aunque reconoció haber pasado «momentos muy duros» durante algunas escenas, sobre todo las relacionadas con la ejecución de su hermana ficticia.

Con unos ojos que iluminan la pantalla y que recorren todas las gamas de la emoción, la joven intérprete se posiciona como una de las candidatas a la Concha de Plata a la Mejor Actriz.

Ambas protagonistas reconocieron que se ha creado un especial lazo de unión entre las dos, tanto que, aunque biológicamente no lo sean, se sienten como hermanas. «En el teléfono móvil tengo registrado el número de María con el nombre de `hermana'», apuntó Cuesta. Zambrano, por su parte, dijo que «Inma ha hecho el papel de hermana mayor por su experiencia como actriz» y añadió que la relación de las actrices en este tipo de películas es «fundamental». «El cine es una gran mentira para contar toda la verdad», continuó.

La cárcel, una trinchera más

Benito Zambrano vio algo nuevo en la novela de Dulce Chacón que le impulsó a rodar. «Para muchísimos presos y presas la cárcel era todavía una trinchera más y había que seguir luchando por la República y por las ideas. No había que aceptar la derrota y en las cárceles era donde más vida política había, una actividad increíble», explicó. «Las cárceles estaban llenas de mujeres sin conciencia política -prosiguió-. La mayoría de las presas era de clase obrera y muchas de ellas tomaron conciencia en la cárcel, viendo lo que había». Zambrano recordó que las prisiones se convirtieron en el «único lugar donde se hablaba de política» y que las mujeres, a pesar de permanecer presas, «mantenían la lucha y la confrontación».

En cambio, su visión desde el perdedor también fue acusada de maniqueísmo. «Es una película contada desde el punto de vista de los que perdieron con todas las consecuencias. Hablar de lo maniqueo o lo no maniqueo son puntos de vista de cada uno. Eso no ocurre cuando alguien ve una película sobre el Holocausto». «Como los nazis perdieron la guerra y la ganó el resto del mundo, todo el mundo sabe que un nazi es mala persona. Pero en este país, los que ganaron fueron ellos, estuvieron mucho tiempo en el poder y tuvieron el beneplácito de muchas potencias extranjeras. Cuando hablas de un facha y un falangista te dicen: `Ah, bueno, es que hay buenos y malos'», concluyó.

Madre coraje y amor incondicional a la portuguesa

En un barrio periférico de Lisboa vive la familia de «Sangue do meu sangue», película del director João Canijo (Oporto, 1957) que compite por la Concha de Oro. La madre (Rita Blanco), vive con sus dos hijos (Cleia Almeida y Rafael Morais) y su hermana (Anabela Moreira). La relación de la hija con un hombre casado estrechará la relación entre madre e hija, al igual que la relación entre la tía y el hijo, por los problemas de éste con un traficante de drogas. «La imagen real de Portugal es la que sale en los créditos, la arquitectura de los suburbios», señaló Canijo.

«La madre lo da todo por amor. Es una mujer que vive por su familia. A veces actúa como si no pasara nada pero ama a todos, también al hijo», apuntó la actriz Blanco. Por su parte, la tía Moreira explicó que su personaje «en casa se siente al margen, no sabe lo que pasa en la vida de su sobrina y su hermana. Se siente sola y siente que es la única que puede ayudar al sobrino».

En la película, más que la historia, toman protagonismo las conversaciones cotidianas y la complicidad de los intérpretes, que han participado activamente en la elaboración del guión. «Lo hemos hecho entre todos, porque no se puede imponer una interpretación al actor -señaló Canijo-. Merece empezar desde cero con ellos». Durante dos años el equipo ha ido realizando escenas improvisadas hasta que el director ha conseguido atar completamente el guión.

Aunque Canijo admitió que el proceso ha sido difícil, aclaró que más discusiones ha tenido con la fotografía. Y es que el realizador ha optado por numerosos planos secuencia, que capturan incluso una comida entera desde distintos ángulos. Los personajes o la acción se ocultan muchas veces porque «es más fuerte y más bonito imaginar lo que pasa que verlo todo, porque tienes una imagen más amplia de lo que está pasando», aclaró. Las conversaciones se entremezclan con el incesante murmullo del vecindario y las televisiones que, según Canijo, «en un barrio periférico siempre están encendidas y no paran por nada del mundo».

El director señaló que la película no parte de ninguna obra literaria «pero sí de una teoría filosófica de Platón, Schopenhauer y Aristóteles». «La esperanza hay que buscarla dentro de las personas, en el amor», concluyó. A. ARRUTI

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