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Tasio Erkizia | Militante de la izquierda abertzale

Bildu y Kutxa Bank: no a la privatización, sí a la obra social

Bildu y Kutxa Bank han conseguido un acuerdo de envergadura para la institución bancaria y sobre todo para la ciudadanía de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, que ha visto cómo sus exigencias han sido plasmadas en el mismo. Ha sido un acuerdo, por lo demás, que ha adquirido centralidad política y ha desatado todo tipo de opiniones: hay quien dice, como Urkullu (PNV) o Arriola (PSE), que no hay cambios sustanciales, y hay quien, como Txiki Muñoz (ELA), se ha dedicado a criticar las formas y el fondo del acuerdo.

Sobre la bancarización y las formas. Todo este tiempo la izquierda abertzale en general y el sindicato LAB en particular han sido la punta de lanza de la denuncia de este proceso de bancarización. Resulta ahora que quienes más han denunciado este proceso de bancarización reciben las críticas, algunas soterradas, otras no, de quienes no se han destacado por su actividad en este tema. Parece que con el acuerdo se han despertado del largo letargo, eso sí, para criticar y conseguir algún titular que otro.

Sin restar un ápice la legitimidad de aquellos sectores que pretendan pasar a Bildu por la izquierda, podrían empezar por algo tan básico y tan de izquierdas como es analizar las razones de fondo del acuerdo. Dicho de otra manera: analizar lo estructural, la infraestructura, que dijera Marx. Efectivamente, Sr. Muñoz, ser de izquierdas significa entre otras cosas realizar análisis estructurales, ir al fondo de la cuestión. En este caso, no atrincherarse en el término de la bancarización y las formas para analizar lo que hay en el fondo del acuerdo cerrado por la coalición soberanista.

El proceso de bancarización se produce cuando estamos inmersos en plena crisis económica internacional. Cuando la crisis sistémica (léase del sistema capitalista) es más evidente que nunca, y asistimos a una nueva oleada de planteamientos neocon que nos recuerda a los ochenta de Reagan y Thatcher. Una crisis que ha dejado en evidencia como nunca el patético papel de los diferentes gobiernos y que en el caso del Estado español ha acarreado una modificación exprés de la sacrosanta e inamovible Constitución.

Estamos, por tanto, ante una nueva ofensiva neoliberal con dos caras de una misma moneda: desmantelamiento del sector público y desregulación por una parte (¡Abajo la política!) y vuelta al proceso de privatizaciones (¡Viva el mercado!, forma eufemística de decir ¡viva el capitalismo financiero salvaje!). El proceso de bancarizaciones en el Estado español en general y en el caso de las cajas vascas en particular hay que situarlo en esos parámetros.

Es evidente que cuando el PNV -es de sentido común pensar que conjuntamente con el PSOE y el PP- decide poner en marcha una fusión de las cajas mediante un proceso de bancarización o, mejor dicho, una bancarización adornada de una fusión, toma la decisión inmerso en esta fiebre privatizadora. Una privatización que ya se ha producido en los dos anteriores casos de bancarización (Bankia y Banca Cívica) y que por lo tanto parecía evidente que también iba ocurrir en el proceso de bancarización de estas tres kutxas vascas.

Pues bien, si la crisis acarrea un nuevo impulso neoliberal, si éste genera una dinámica de privatizaciones y desmantelamiento de lo público, y si la bancarización tenía como objetivo por parte del PNV remar en la dirección de esas aguas profundas, lo que tenemos que preguntarnos es ante cuál de estas tres situaciones nos encontramos: primero, si el acuerdo de Bildu sigue remando en esa dirección (en apariencia sería: ¡se han vendido al capital!); segundo, si pese a no remar en esa dirección simplemente se deja llevar por la corriente (con la que está cayendo habría que decir: ¡que irresponsables!); o, finalmente, han frenado esa corriente privatizadora de fondo (¡han sido coherentes y responsables!). ¿Cuál de las tres situaciones que hemos planteado se corresponde con el acuerdo de Bildu?

El fondo del acuerdo. El acuerdo firmado por Bildu con los tres presidentes de las kutxas dice textualmente que las cajas conservarán el 100% de las acciones del banco, se subraya la firme intención de que esto sigan siendo así, si alguna de ellas quisiera vender acciones, las otras dos tendrían preferencia, y se abre la puerta a la autocartera. Cualquier otra posibilidad requeriría de la adopción mayoritaria de las tres asambleas de las cajas, esto es, del control público y social máximo que tienen en la actualidad las mismas.

Este aspecto no estaba contemplado en absoluto al principio y supone, por ello, un cambio sustancial, de fondo, porque sin acuerdo y con el contrato de integración anterior las acciones del nuevo banco podían salir a bolsa y privatizarse casi al día siguiente de la puesta en marcha de la nueva entidad. ¿Cómo? Pues nada más y nada menos que con el apoyo del 59% del Consejo de Administración del nuevo banco. El cambio, que decidan los lectores si es sustancial o no, supone que se cierra la puerta a la posibilidad de que unos directivos financieros puedan tomar la decisión de privatizar la nueva entidad; tras el acuerdo, los representantes políticos, sindicales y clientes que están representados en las tres asambleas son los que deciden al respecto. O dicho de forma simple: de una situación que dejaba la nueva entidad bancaria en manos de los tecnócratas pasa a una situación donde el control público y social están garantizados.

Este es a nuestro entender el aspecto sustancial del acuerdo: se cierra la puerta a esa corriente de fondo que nos llevaba a la privatización. Quien quiera privatizar o vender las acciones de las kutxas a futuro habrá de hacerlo públicamente, sin esconderse tras la apariencia de una fusión, tendrá que explicar públicamente las razones y ganar la batalla social, política e institucional que significaría aprobar una decisión de ese calado en las tres asambleas, y entendemos que Bildu utilizaría toda su energía y sus resortes en esta institución para impedir que esto sea así.

Lo cierto es que todo ello supone, más allá del término de bancarización, un cambio sustancial sobre la situación anterior al acuerdo y probablemente para quien como el PNV tenía en mente una inminente privatización que le hiciera contar «con otros socios» allende el Ebro o, incluso, más lejos, porque ya se sabe, viajar cura o alivia los nacionalismos.

Si a todo ello, además, añadimos que se asegura la obra social, no sólo los primeros tres años como constaba al inicio del proyecto, sino de forma indefinida, y se hace mención al respeto del marco que los trabajadores pudieran acordar (por cierto claro guiño a la propuesta de ELA sobre el referéndum sobre el marco), es evidente que nos encontramos ante un acuerdo sustancioso. Lo que estaba en juego sustancialmente era la privatización, no la bancarización, y a Urkullu le ha fallado el subconsciente. Urkullu no ha dicho, por ejemplo, algo así como «estamos hablando de matices», sino que «no hay cambios sustanciales», esto es, excusatio non petita, accusatio manifesta.

El acuerdo de Bildu ha frenado las intenciones de privatización, pero es evidente que esto no va a parar. Pese a este importante paso, las ansias de algunos por desmantelar lo público, avanzar en la desregulación, ningunear la política y a los ciudadanos o despreciar a los sindicatos no van a parar. Esa es la corriente de fondo que hay que combatir, en la calle con huelgas generales como las convocadas por la mayoría sindical o con acuerdos como los realizados por Bildu. No ser capaces de profundizar más allá de lo aparente y quedarse en críticas de pose significaría echarnos piedras sobre nuestro tejado o, por seguir con el símil, discutir entre nosotros en vez de seguir remando en la buena dirección.

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