Una nueva piel para los edificios, apuesta novedosa y apasionante
os jóvenes arquitectos presentan una nueva fachada para edificios con una base de botellines de cerveza, aunando reciclaje y estética en un proyecto que parece tener un recorrido importante. D
Mikel PASTOR
Dicen que los mejores inventos surgen de las ideas mas extrañas o peregrinas, que aparecen en el imaginativo de los creadores de la manera más impensable, para acabar cogiendo forma y convertirse en auténticos iconos revolucionarios de la época.
Por supuesto, lo anteriormente expuesto es tan solo una hipérbole, pero nos ayuda a comprender mejor las raíces del proyecto que los arquitectos Jon Ander Garmendia y Peio López están desarrollando.
La historia de esta curiosa y novedosa fachada va unida indefectiblemente al primero de ellos. Como estudiante de último año de la carrera de arquitectura, Garmendia tuvo que plantear, diseñar, y llevar a cabo un proyecto de fin de carrera. La misión encomendada consistía en diseñar un espacio lúdico-cultural con cierto atractivo. Después de numerosas reflexiones y cábalas, llegó a una conclusión: ¿Por qué no darle otra perspectiva, y en vez de planos y medidas, presentar directamente un trozo de sala? La idea de dotar de una piel innovadora basada en productos reutilizables le rondaba la mente mucho tiempo atrás.
Es en este punto donde el proyecto empezó a tomar cuerpo gracias a la inestimable colaboración de un amigo cercano, calderero de profesión, que en un arranque de compañerismo, decidió construir él mismo ese pequeño trozo de fachada. La idea no pudo ser más brillante. Tanto el examinador de su proyecto como otros muchos compañeros que presentaron sus trabajos quedaron gratamente impresionados con el nuevo invento de Garmendia. Tanto es así, que le animaron a que siguiera adelante y desarrollara su prototipo.
Tomando cuerpo
A esta nueva singladura se sumó otro compañero de viaje, Peio López de Subijana, compañero de clase de Garmendia y que ayudaría a apuntalar el nuevo modelo de fachada proyectado.
Gracias a amigos en común, consiguieron ponerse en contacto con la empresa de reparación mecánica Qatral, que les apoyó y proporcionó el material suficiente para diseñar y construir una pieza de calidad. La logística y el diseño quedaba en manos de los dos arquitectos, mientras que la empresa afincada en Erandio se encargaba de la construcción de las piezas.
Utilizando viejas botellas de cerveza Heineken, y ayudados por los operarios de Qatral, consiguieron una réplica moderadamente correcta de lo que tenían en mente. Pero todavía quedaba lo mejor.
Aunque se lo habían recomendado en algunas ocasiones, ni Peio ni Jon Ander tuvieron en mente comercializar o dar a conocer su recién construido invento. Sin embargo, el azar, juguetón como pocos, colocó un cartel en las narices de Garmendia a la salida del metro: Foro de Emprendedores 2011. Una ocasión de lujo para enseñar el resultado definitivo de su trabajo.
No hizo falta mucho debate entre ellos para animarse, y en un momento de calentón, inscribir su proyecto en la exhibición de emprendedores... dos semanas más tarde de la fecha tope. No importó demasiado. Los examinadores del producto quedaron tan impresionados que los seleccionaron inmediatamente, dándoles un buen stand en la muestra del BEC.
Los dos arquitectos, absolutamente asombrados por el éxito cosechado por su propuesta, tendrían que frotarse los ojos una vez más, esta vez, por la increíble respuesta, en forma de comentarios positivos, que recibió su fachada en la feria.
Iluminando el camino
El éxito obtenido por su producto ha obligado a los dos creadores a darle una vuelta de tuerca más a su proyecto. Para ello, han enfocado esta evolución desde dos ángulos: por una parte, el desarrollo de la propia pieza y de sus medios de producción, facilitando la creación en cadena de más piezas de fachada; y por otra, la inclusión de luces en las botellas, bien mediante un sistema de plasma, o por medio de algunos LEDs.
Para semejante avance, han contado con la ayuda de un ingeniero eléctronico que ambos conocieron en una búsqueda más específica de aliados para su proyecto. Este nuevo acompañante ha variado la visión del proyecto, dotando a los dos arquitectos de una visión más clara de la instalación eléctrica y de las posibilidades que su proyecto ofrece.
En ese nuevo camino de desarrollo y perfecionamiento, la financiación pasa por ser uno de los más importantes caballos de batalla. Ahí es donde cobrarán especial relevancia las subvenciones públicas o inyecciones de dinero de empresas o particulares, por que como comentaba Garmendia, «por muy buenas ideas que tengamos, para que nuestra fachada pueda tener un mínimo recorrido comercial, es absolutamente fundamental conseguir autofinanciarnos», sentenciaba el bilbaino.
Por su parte, Peio López hablaba de «algunas ofertas» aunque sin especificar, por la evidente razón de que «nuestro proyecto esta bastante verde y por tanto no queremos hablar ni de posibles clientes ni de cifras», aunque reconoce que su idea ha causado «grata impresión», por lo que «es posible que eso facilite algo nuestro aterrizaje comercial, manteniendo siempre la máxima prudencia».
Todo este «boom», aunque pueda parecer sorprendente, no ha hecho mella en las aspiraciones de Peio Lopez y Jon Ander Garmendia, que siguen subrayando su máxima: «Vamos a ir haciendo las cosas poco a poco, asegurando cada paso, porque no queremos dar pasos en falso o pisar terrenos que no controlemos».
Saben de buena tinta que entrar a pecho descubierto en el mundo de los negocios, y en definitiva, en el mercado, puede convertirles en carnaza para muchos empresarios avispados. Por tanto, «piano piano hasta conseguir una mínima financiación, desarrollar el producto con buenas condiciones, y luego... ya se vera», subraya Peio López.
Atentos, por tanto, a cada nueva construcción, edificio o sala cultural, porque en cualquier momento o lugar podremos encontrarnos esta curiosa forma de darnos la bienvenida, que, no lo olvidemos, nació como un proyecto entre amigos y sin mucha seriedad y tiene todos los visos de tener un papel relevante en el futuro. Quién sabe, puede que en unos años las botellas ocupen espacios públicos importantes en fachadas, y que dos jóvenes arquitectos sonrían satisfechos recordando los primeros pasos de su obra.