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Arturo, F. Rodríguez | Artista

Caída

Los programas televisivos de entretenimiento que se alimentan de grabaciones domésticas tienen en las caídas, tropiezos y porrazos su principal material de edición. La concatenación de resbalones y desatinos nos sitúan como espectadores en una inesperada cuerda floja de emociones. Entre la carcajada y la compasión se abre un momento travieso y adictivo que espera con ganas el siguiente traspiés mientras se teme por sus resultados. Nos preguntamos por la suerte de los desafortunados protagonistas y por la indecente actitud del cámara que se regocija en el daño ajeno y que antepone la grabación a la ayuda.

Una fácil traslación de este tipo de situaciones al terreno de la educación, del arte y la cultura tomaría la caída como la acción principal sobre la cual pivotarían las demás operaciones. Pero es sin embargo el show, el espectáculo (una vez más), el gran contenedor de estas situaciones. Lo es también la mediación sobre las imágenes, que multiplica la eficacia de dicho espectáculo. Y es nuestra mirada, educada en las formas del espectáculo, la que indefectiblemente cierra y da sentido al proceso.

El espectáculo de la demolición de la educación y de la cultura comenzó hace ya tiempo, caída tras caída. La crisis no es la responsable sino su mediación, un perfecto dispositivo de voladura controlable mediante las imágenes. La emisión televisual de la crisis nos devuelve al lugar del espectador, pero ya no hay emoción posible, ni carcajada, ni compasión, sino un silencio frío y aterrador. Transformarlo en un nuevo material sensible, darle forma de antagonismo, es dar sentido a la educación y a la cultura.