Txus Najera Allo Colectivo Malatextos
¿De qué se sorprenden?
Nos gustaba mucho cómo tiraba nuestra pistola, certera y segura, hasta que se tornó y nos apuntaba, justo en la frente.
Más o menos esto es lo que sucede: periodistas de todo signo se hacen cruces por las declaraciones en una entrevista de un tal Rastani, un tipo listo (parece) y sin escrúpulos, que se hace de oro con la crisis y que reza para que vengan más vacas flacas que engorden su cuenta corriente. En primer lugar, habría que decir a nuestras estrellas del periodismo, plumas doradas con salarios de muchos ceros, que por mucho que escenifiquen ahora asombro con el Rastani este, algo tienen que ver en esta precariedad universal, en la presentación a la sociedad de un capitalismo mínimamente civilizado.
No obstante, ¿qué ha dicho que no sepamos y que no hayamos permitido y alentado hasta ayer mismo? De hecho, se acaba de imponer una reforma constitucional, que limita el déficit público (a través de recortes sociales, claro), para contentar a personajes como éste, que sueñan con recesiones descomunales y ganancias desorbitadas.
Pero ¿cuántos monarcas no han soñado con otra América que conquistar? ¿Cuántos empresarios no desearían una gran guerra en la que abastecer a una de las partes? ¿Otro Haití que salvar...? Cuando tu banco invierte en armas, te interesa que el mundo sea un polvorín, y así, de todas las desgracias ha hecho negocio el capitalismo, ha democratizado parte del crimen en las sociedades occidentales y nos han querido convencer de que era legítimo.
No queríamos verlo, la gente trabajadora ha invertido en bolsa a sabiendas de que detrás de los beneficios hay despidos, guerras, neocolonialismo, desarrollismo... En los mercados no hay ética, tampoco en los gobiernos. Nunca la ha habido, nunca la habrá. Poco nos ha importado y ahora toca echarse las manos a la cabeza por lo que ha dicho a las claras un mercenario del libre mercado.
Al tal Rastani sólo queda agradecerle la sinceridad. Nos aburría Bill Gates queriéndose presentar como un filántropo. Fácilmente podría haber reflexionado, en la entrevista, en torno a brotes verdes, a la confianza en la cooperación entre potencias para salir de la situación, etc. Pero la torpeza en sus declaraciones sólo la comete quien sabe que ya nada le aporta la corrección política. Le da lo mismo, no vive de los votos, sino de la especulación y no deberíamos molestarnos en buscar el más mínimo atisbo de decencia en su persona. Además, es una «torpeza» relativa. Todo el capitalismo actual se quita disfraces y se plantea tal cual es, lanzando su declaración de guerra. Hoy el miedo parece más rentable que el marketing, Rastanis son y siempre lo han sido estos mercenarios que protegen y aúpan a esos 737 dueños del mundo que acumulan ya el 80% del capital global, frente al resto de la población que posee a duras penas un 20%, casi 7.000 millones de personas, humilladas y aterradas.
Debemos superar el capitalismo, día a día, apostando incondicionalmente por la justicia social y por el reparto. No podemos ser pequeños Rastani que soñemos con horas extras y pluriempleo, pues ello conlleva paro y pobreza para otras personas. No deberíamos anhelar grandes superficies con amplios horarios de atención y buenas ofertas cuando sabemos que detrás hay trabajo precario, que desaparece el pequeño comercio... Y, sobre todo, no debemos permitir que sigan concentrando la riqueza en pocas manos, que nos impongan sus planes de recortes y sus inversiones delirantes y tan destructoras como el TAV. Sólo entonces tendremos como sociedad cierta legitimidad para censurar al ya famoso Rastani. Mientras tanto, como decían los Eskorbuto, «nadie es inocente, todos terroristas».