Los ministros de Economía de la eurozona han aplazado la decisión de desbloquear la ayuda de 8.000 millones de euros correspondiente al sexto tramo del primer rescate de Grecia hasta después del 13 de octubre, toda vez que, según afirmó el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, el informe de los inspectores de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional no estará preparado para esa fecha. A pesar de las tranquilizadoras -y contradictorias- palabras de los responsables económicos europeos, la crisis de deuda soberana no da muestras de estar bajo control, y la delicada situación del banco franco-belga Dexia, al borde del ahogo financiero, es un síntoma que confirma esa impresión, así como la de que el rescate de Grecia es sinónimo de rescate de bancos franceses y alemanes.

Juncker apaludía ayer los recortes adoptados por el Gobierno griego para éste y el próximo año, pero pedía que se conviertan en ley lo antes posible, y también exigía más medidas para 2013 y 2014, además de urgir los planes de privatizaciones. ¿Prudencia o desconfianza? El ministro griego de Finanzas, Evangelos Venizelos, por su parte, afirmaba que Grecia no tiene problemas de liquidez hasta mediados de noviembre, cuando anteriormente el Gobierno griego había asegurado que sólo tenía fondos hasta mediados de octubre. A cambio, advertía de las dificultades de Atenas para alcanzar el objetivo de cerrar el año con un déficit del 8,5% del PIB, la nueva meta que se había fijado el Gobierno griego dos días antes ante la imposibilidad de reducir el déficit hasta el 7,6% exigido.

Seguramente lo más claro de todos estos movimientos y declaraciones es que existen serios motivos para la preocupación, máxime cuando los mercados, pero también los gobiernos y autoridades económicas, se comportan como jugadores en un casino. Y lo más triste es que las fichas con que apuestan son los derechos de millones de personas.