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Koldo Tellitu Mejía | Pesidente de Ikastolen Elkartea

No más apaños

Los resultados de los escolares vascos no están a la altura de las características socio-culturales y económicas de la sociedad vasca, afirma el presidente de Ikastolen Elkartea. Reconoce que se ha avanzado, pero advierte del peligro de caer en la autocomplacencia y plantea la necesidad de adecuar la escuela vasca a los retos que la sociedad vasca tiene ante sí de avanzar en desarrollo y cohesión social, a nivel económico, cultural y político, para lo que las leyes actuales -«obsoletas»- serían un obstáculo. Asimismo, enumera una serie de asuntos de los muchos que, según Tellitu, tiene pendientes la educación vasca.

Es lo que pensamos. No es tiempo de apaños. Parece que la percepción va tomando cuerpo en el conjunto de la comunidad educativa. Lo decíamos en el acto inaugural del curso ante los representantes de las ikastolas, el pasado 24 de setiembre. Lo oímos días después en otro evento similar organizado por Kristau Eskola. Antes, también algún representante sindical de la red pública se había pronunciado públicamente en un sentido parecido.

Las características socio-culturales y económicas de la sociedad vasca están a la altura de los países más avanzados de Europa. Los resultados de nuestros escolares no lo están. Es una simple constatación. Lo dicen las diferentes evaluaciones a las que nos sometemos. Lo dice PISA, lo dice TIMSS, la evaluación diagnóstica de segundo de la ESO y cuarto de Primaria....

Es cierto que comparativamente estamos mejor que en los espacios de las administraciones educativas geográficamente más cercanas. Es cierto que se ha avanzado. Pero la autocomplacencia no es buena compañera de viaje. Sin dejar de ser conscientes de nuestra identidad y de las fortalezas de nuestro sistema educativo, debemos abrirnos al análisis crítico compartido y actuar en consecuencia, desde la eficacia, desde la eficiencia.

Si la sociedad vasca aspira a mantenerse y mejorar en los niveles que actualmente se le reconocen en el marco europeo y mundial, ha de avanzar en desarrollo y cohesión social, económico, cultural y político. Dicho objetivo le emplaza a unos retos determinados. Cada cual desde su ámbito de actuación ha de aportar de acuerdo con ese objetivo. Nosotros estimamos que la escuela vasca no está hoy a la altura de esos retos, en ninguna de sus demarcaciones administrativas.

Las leyes de las que se ha ido dotando el sistema educativo han quedado obsoletas. Los pactos realizados en las últimas décadas caducaron formalmente hace mucho tiempo y no han sido sustituidos por otros. Léase, en el caso de CAPV, de la Ley de la Escuela Pública Vasca, del acuerdo político entre PNV y PSOE de la época para un pacto escolar, u otros. Léase el sistema de los modelos lingüísticos.

Un curriculum acorde con el desarrollo de las competencias básicas en la alumna o el alumno, con los valores universales y las señas de identidad del país; un plurilingüismo efectivo, con atención preferente hacia el euskara por su condición de idioma desfavorecido; una educación para la convivencia, en sintonía con el nuevo escenario político y social; las nuevas tecnologías en la escuela, la integración del alumnado con necesidades especiales, la inmigración, el reto de la calidad y la mejora continua, una escuela equitativa superadora de las desigualdades sociales, un sistema escolar a su vez equitativo que defina su carácter público en función del servicio que ofrece y no de su titularidad... Son algunos de los capítulos que conforman el temario de asuntos pendientes de la agenda educativa vasca.

Sobre alguno de estos aspectos, diferentes agentes educativos, entre ellos las ikastolas, hemos realizado acuerdos parciales con el Departamento de Educación. Es positivo, pero no suficiente.

Conocemos los resultados de lo que ya estaba en marcha. Sabemos lo que ha funcionado y lo que no.

La sociedad vasca ha evolucionado considerablemente desde que se pusieron en marcha los planes antes citados. Han irrumpido nuevas generaciones de vascas y de vascos en la escenario activo. La convulsión, y no la normalización democrática, ha sido la característica de nuestra vida política, que ahora apunta hacia un horizonte esperanzador.

Todo ello requiere revisar aquello que se daba por consensuado hasta ahora y redefinir los consensos del futuro. Es así en general, aunque aquí quiero referirme al ámbito educativo.

Llegado a este punto, y a modo de paréntesis, si se me permite, no voy a ocultar mi querencia por la reacción de la sociedad catalana, de la clase política catalana, ante el reciente pronunciamiento del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya exigiendo el cumplimiento de una sentencia previa del Tribunal Supremo del Estado español, referida a la lengua catalana en su sistema escolar. Ese mismo consenso en defensa del sistema de inmersión lingüística quisiera yo aquí para el euskara en la red escolar de nuestro país, y también para la reflexión compartida que en este escrito se plantea.

Porque, efectivamente, y retomando el hilo general, estoy proponiendo, desde las ikastolas, un debate en el conjunto de la comunidad educativa, abierto a la sociedad y al ámbito político, destinado a la búsqueda de un amplio acuerdo educativo, que pueda desembocar formalmente en algún tipo de pacto o tal vez en una futura ley.

El alumnado vasco, la calidad de su nivel educativo, de acuerdo con los retos que antes he mencionado, entiendo que ha de ser el hilo conductor de esa reflexión compartida.

Es necesario superar coyunturalismos, pompas efectistas de mayor o menor éxito. Es el momento de retos sistémicos, integrales y posiblemente también integrados en el contexto de un cambio general.

Los objetivos, en Educación, no pueden ser más que a medio-largo plazo, y ello a su vez exige amplios consensos. Es necesario adquirir esa perspectiva y ser leal a la misma por encima de tentaciones cortoplacistas.

Soy consciente de que el recurso a la apelación general oculta en no pocas ocasiones una incapacidad manifiesta para resoluciones más próximas. No es el caso.

Desde esa consciencia, precisamente, insisto en la necesidad de una perspectiva sostenible y sostenida. De hecho, el requerimiento de búsqueda de ese amplio acuerdo no es ya noticia. Si acaso hay que incitar aún en el sector para que la demanda adquiera una mayor extensión. Pero una vez constatada la necesidad en el ámbito social, posiblemente toca ya empezar a hablar de un calendario inicial, de comenzar el esbozo de una hoja de ruta. La Administración educativa ha de tomar cartas en el asunto, ponerse al frente.

Es lo que esperamos de ella. Pero no desde una actitud expectante, sino desde una disposición activa, la mano tendida y la mejor voluntad para entrar en faena lo antes posible.

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