Cuando Aznar parecía tan desaparecido como su bigote, de pronto se ha manifestado en las nalgas de su España cual purulento forúnculo piloso. Y ha sido brotar, y ponerse a picar y repicar como en aquellos tiempos en los que el discurso antiterrorista no sólo llenaba urnas, sino que servía de cortina de humo tras la que ocultar una política que se ha demostrado ruinosa en muchos aspectos, entre otros el económico, basado en la privatización y en el ladrillo.

Claro que, la ruina de algunos es la fortuna de otros, que, como su querido Florentino, supieron engrosar sus cuentas corrientes con las de miles de ciudadanos hipotecados. A cambio, Pérez sacrificó su imagen pública, hasta entonces discreta, y se colocó abnegadamente al frente del club de sus amores y de los de Josemari. Pero la galaxia del fútbol es nebulosa, y el Real Madrid acabó perdiéndose. Y Florentino también.

Pero ha vuelto. Y se ha traído a un tipo del que dicen que su sueño fue siempre acabar entrenando al Madrid. Quizá sea verdad. Pero visto lo visto, es para pensarse lo que asegura con sorna un amigo: que Mourinho es en realidad del Barça. Porque sólo así se entiende que el antiguo segundo entrenador del Barcelona se esté cargando él solito al Real Madrid, un club histórico cuya imagen se está degradando hasta límites vergonzosos ante las televisiones de todo el planeta.

¿Y qué pensará Aznar de todo esto? Posiblemente que ETA está detrás del luso. Aunque, vista su obsesión por degradar a España ante las cámaras de todo el mundo con declaraciones irrisorias, cualquiera diría que el barbilampiño ex presidente se encuentra él también a las órdenes del enemigo, ése oscuro MLNV.