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Ibrahima tiene un sueño: triunfar como futbolista consagrado en Iruñea

Como muchos jugadores africanos y, pese a su juventud, a Ibrahima Balde le ha tocado dar muchos tumbos antes de recalar en Osasuna. Sin haber cumplido la mayoría de edad tuvo que subirse a un avión rumbo a Argentina para iniciar un sueño que todavía no ha cumplido.

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Natxo MATXIN

Mitad suburbial, mitad residencial, Pikine es una ciudad senegalesa de más de 800.000 habitantes que mira hacia el Atlántico y está situada a apenas 15 kilómetros de la capital, Dakar. En sus peligrosas calles se crió Ibrahima y comenzó a darle sus primeras patadas a un balón. «Es un lugar para hombres», asegura el ahora delantero rojillo. Al mayor de la familia Balde no se le daba mal lo de manejar la pelota, así que acabó jugando en el Cité Sotiba, uno de los conjuntos locales, donde los partidos muchas veces finalizaban con una lluvia de piedras entre las hinchadas rivales.

Las innatas condiciones del bisoño Ibra se merecían un futuro mejor, pero sólo las casualidades del destino -para él «la mano de Dios», pues es un hombre con firmes creencias religiosas-, le abrieron una vía, que tampoco sería fácil en sus primeros momentos. La madre de su entrenador conocía a un empresario argentino que hacía negocios en el país africano y estaba vinculado al mundo del fútbol. Lo vio, se puso en contacto con el padre del futbolista y le ofreció hacer una prueba en la cuna de Maradona.

Tuvieron que pasar varias semanas hasta que el empresario argentino envió dinero para hacerse con un billete de avión -Ibrahima reconoce que perdió la esperanza de probar en otra liga ante dicha tardanza-, y el adolescente jugador, que era la primera vez que volaba, emprendió un viaje con varias escalas hasta aterrizar en Buenos Aires. «La primera prueba no salió bien, en Argentinos Juniors tenían cerrada la plantilla. Así que, a la espera de otra oportunidad, me entrenaba corriendo en solitario por las mañanas y haciendo ejercicios en un parque», rememora.

Hasta que llegó la opción de Vélez Sarsfield, donde confiaron en sus posibilidades y margen de mejora. Su aclimatación no fue sencilla. «Lo pasé fatal en el vestuario, me tiraban toda la ropa de entrenamiento, pero yo me callaba y seguía a lo mío», relata. Jugó en los equipos menores, contra las mismas categorías de Boca, River, e incluso llegó a anotar un hat-trick en uno de esos encuentros. Eso llamó la atención del que sigue siendo su representante, José Sánchez Parra, quien también apadrinó al ex rojillo Valdo y que lo llevó a la cantera del Atlético.

Con los colchoneros fue escalando posiciones hasta que Quique Sánchez Flores le dio la alternativa e incluso se estrenó como goleador en Primera un 17 de enero de 2010 frente al Sporting. Su singular figura y el dorsal 58 -un número poco visto sobre el césped- le confirieron popularidad en la grada madrileña. Su sueño comenzaba a tomar forma, poco a poco.

De Soria a Iruñea

Sin embargo, la convulsa situación atlética -una constante en los últimos tiempos- le obligó de nuevo a hacer las maletas rumbo a Soria buscando esos minutos que no iba a disponer en el Manzanares. «No tuve continuidad porque me fracturé el quinto metatarsiano y estuve medio año sin tocar balón», recuerda Ibrahima. Ello frenó su progresión, pero no disminuyó un ápice el que fuera uno de los futbolistas jóvenes más apetecidos por otros clubes. El traspaso de Juanfran posibilitó que Osasuna se adelantase a otros competidores e incluyese al senegalés en la operación.

Acostumbrado a batallar contra la adversidad, tampoco lo está teniendo sencillo en la disciplina rojilla. De momento, Mendilibar ha apostado por la dupla Sola-Nino, «dos compañeros con mucha experiencia y partidos al más alto nivel» y hacerse un hueco en la delantera encarnada se antoja complicado. «Tengo que seguir trabajando, que es lo que quiere el míster, aparte de intentar meter goles. A mis 22 años cada vez tengo más confianza en mí mismo por alcanzar ese sueñopor el que llevo peleando mucho tiempo y que todavía no he conseguido». Iruñea podría ser ese lugar donde finalmente llegue su consolidación como futbolista.

Un creyente hogareño que agradece cómo se le ha acogido

El mayor de seis hermanos, Ibrahima se confiesa un hombre hogareño -vive con su mujer, como ya lo hiciese en Soria- más que callejero, aunque agradece la acogida que ha tenido en la capital iruindarra. Reside en el barrio de Donibane, donde sus vecinos, especialmente los más futboleros, le han hecho más llevadera su estancia lejos de la familia.

Muy aferrado a sus creencias, profesa la religión musulmana, aunque respeta «a todo el que es religioso», y ello le ha ayudado a mantener la tranquilidad en aquellos momentos en los que las circunstancias le venían mal dadas. Cree, además, que la suerte le va a ser propicia en Iruñea «porque, si Dios quiere, aquí voy a triunfar».

Llegar a la escuadra navarra podría interpretarse como un paso atrás en su carrera, pero Ibrahima no lo entiende así. «Cuando me surgió la posibilidad de venir lo primero que me acordé fue de un campo lleno de gente y una afición muy entregada. Pensé: `Aquí voy a sentirme bien'». N.M.

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