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La ejecución de chechenos en Estambul apunta a la larga mano de Moscú

Los rebeldes chechenos han pensado durante mucho tiempo que en Turquía estaban a salvo de la ira de Moscú. La muerte de tres de ellos en Estambul, las última de una serie de crímenes sin resolver, les ha desengañado de forma cruel y temen ser víctimas del acerca- miento entre Rusia y Turquía.

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Nicolas CHEVIRON AFP

El viernes, 16 de setiembre, a las 14.42, en el distrito de Zeytinburnu. Mussaevi Berkkhazh, Rustam Altemirol y Zavrbek Amriev y acababan de salir de una mezquita, cuando dos hombres les ametrallaron delante de varios testigos y cámaras de vigilancia. Los tres chechenos recibieron disparos en la cabeza.

Khamzat, de 33 años de edad, explica que cuando llegó a Estambul en primavera de 2010, Mussaevi Berkkhazh era, según varias fuentes chechenas, el representante en el extranjero de Doku Umarov, líder de la rebelión chechena y autoproclamado emir del Cáucaso. Altemirov y Amriev eran sus guardaespaldas.

El ataque, que sucede a las ejecuciones de otros tres activistas chechenos en Estambul en los últimos cuatro años -el «coronel» rebelde Gazhi Edilsultanov, en setiembre de 2008; el jefe militar Islam Canibekov, en diciembre, y el representante de Umarov Ali Osaev, en 2009- ha sembrado el miedo entre los miles de chechenos exiliados en la ciudad.

«Ahora, el miedo está realmente allí. La gente ya no confía en las fuerzas de seguridad y en el Estado (turco). Hay algunos que creen que estos asesinatos fueron autorizados» por Ankara, afirmó una fuente chechena bajo la condición de anonimato. «Algunos están considerando garantizar ellos mismos la seguridad de la comunidad», agregó.

Vestida con un niqab (velo islámico integral), la viuda de Mussaevi Berkkhazh expresa su sorpresa tras el atentado. «Mi esposo estaba preparado para convertirse en un mártir. Él mencionó que tenía que llegar hasta el final en la guerra santa y que el camino sería difícil», señaló a AFP.

«Pero no pensamos que tal cosa nos pudiera suceder a nosotros en Turquía. Pensábamos que Turquía era un Estado independiente, que los rusos no podían venir a matarnos aquí», asegura la viuda.

El papel de moscú

La convicción de que Moscú ha jugado un papel cobra fuerza a raíz de las revelaciones que han publicado los medios de comunicación en torno a las circunstancias del atentado, el modelo de las armas empleadas -las MSP Groza, utilizadas por la inteligencia militar rusa, el periódico «Radikal»-, las identidades e incluso las fotografías de los autores del ataque.

El diario «Habertürk» publicó las fotos de dos supuestos agentes rusos, Nadim Ayupov y Alexandre Zharkov, presuntos organizadores del atentado, mientras que el diario «Sabah» citó al checheno Ziyaeddin Mahaev, junto a Ramzan Kadirov, el actual presidente prorruso de Chechenia, como presunto responsable del ataque.

Frente a esta profusión de datos, el silencio de las autoridades turcas es cada vez más ensordecedor y ha enfurecido a los chechenos. «Cuando un líder checheno fue asesinado en Austria (Israilov, en 2009 en Viena), la Unión Europea protestó y no se volvió a repetir. Aquí nadie dice nada y los servicios de seguridad no investigan nada», se queja Abouyev Mansur, un checheno de 25 años que participó en una manifestación ante el consulado ruso.

«No esperamos nada más del Estado turco, ya hemos esperado durante demasiado tiempo», añade el joven, que recuerda que los chechenos viven desde hace 10 años en Turquía con estatuto de «invitados», una fórmula que no les permite trabajar o salir del territorio de turco ni beneficiarse de la Seguridad Social.

El Ministerio turco de Interior no quiso hacer comentarios al ser preguntado por AFP por el ataque contra Berkkhazh y la situación de los chechenos en el país.

Para el investigador francés Laurent Vinatier, especialista en la diáspora chechena, Turquía, que ha firmado importantes acuerdos energéticos con Rusia en los últimos años, «se deja arrastrar por la realpolitik».

«En otro tiempo base de la retaguardia para recaudar fondos y hacerse cargo de los heridos en Chechenia (...) Turquía abandona sus antiguas convicciones de solidaridad con el Cáucaso. Parece también que cada vez puede resistirse menos a las demandas de los rusos», sostuvo Vinatier.

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