A mi alrededor tres almas en pena miraban y miraban su BlackBerry desesperadamente. Esperaban el milagro, la llegada de camello, la noticia de su nombramiento, quizás el resultado de una prueba diagnóstica, porque su angustia crecía de manera geométrica. Su smartphone les servía para hablar, para mandar mensajes, pero no podían ver su correo electrónico ni navegar por las redes. Se sentían disminuidos, anulados, sin entidad. Personalidades brillantes en sus oficios respectivos, parecían sufridos dependientes porque existía un fallo en su conexión, jóvenes desairados porque no les contestaba el objeto de su deseo.

Si en un principio la ira, el comentario se focalizaba en sus operadores, las noticias sobre la situación se fueron convirtiendo en alarmas muy serias. En casi todo el mundo los usuarios de BlackBerry sufrieron el mismo corte de suministro en las prestaciones de su aparato, la misma angustia, y eso, por mucho que quieran dar explicaciones tan sencillas como inverosímiles de asegurar que todo se debe al fallo de «un conmutador de red», nadie queda contento con esa simpleza y empiezan a resucitar fantasmas sobre ataques, estrategias de desprestigio, guerras comerciales, pero en cualquier caso, nos indica de manera fehaciente que ese trasto que llevamos en el bolsillo nos hace dependientes, y esta circunstancia vivida estos días, nos recuerda que esa supuesta libertad de comunicación está sujeta a demasiados controles y conmutadores de red, de opinión y de intereses militares, políticos o económicos.

Los que tenemos otras marcas, otros sistemas operativos, no podemos sentirnos seguros como si fuéramos los elegidos a no tener problemas. Cuando interese, cuando suceda en nuestros inventos, nos quedaremos con la misma frustración. La lección es que estas tecnologías de comunicación han creado nuevas dependencias, y una vez enganchados somos muy vulnerables. Probablemente hoy habrá colas en las tiendas para cambiar de aparato y como dicen algunos se ha firmado la sentencia de muerte de BlackBerry, la firma canadiense que estaba sufriendo una pérdida de clientela notable. Este es el tema comercial. Lo otro, social y trascendente.