La saga «Crepúsculo» ha convertido a Taylor Lautner en ídolo de adolescentes, pero como sus otros compañeros de reparto intenta ahora demostrar que puede ser actor y desarrollar una carrera profesional. A tal fin, su padre Dan Lautner se ha implicado en la producción de «Sin salida», una vez adquiridos los derechos del guión original del debutante Shawn Christensen. A pesar de ser un mero vehículo de lanzamiento estelar, el chico sale mal parado de la experiencia porque el protagonismo de una película, sea la que sea, le viene muy grande.

Solamente responde en las escenas de acción, ya que es un campeón de karate y domina las coreografías de lucha. Cada vez que le toca hacer una escena dramática su inexpresividad arruina la función, revelándose del todo incompetente para dar con el perfil psicológico de su personaje, enfrentado a un dilema de identidad.

Para que no se noten tanto sus limitaciones interpretativas, a Taylor Lautner le han puesto como pareja a Lily Collins, que es igual de negada. Un error, puesto que poco o nada le puede ayudar para sacar adelante unos diálogos que, para colmo de males, están pésimamente escritos. En cambio, sí le echan un cable los excelentes secundarios del reparto, con Sigourney Weaver haciendo de su psiquiatra y secreta tutora, o con Maria Bello y Jason Isaacs como padres adoptivos.

Con el inglés Alfred y con el sueco Michael Nyqvist no le queda otro remedio que guardar las distancias, ya que presentan un perfil amenazante y siempre están en el origen de la persecución a la que es sometido el joven protagonista. La figura del padre biológico es anónima y no responde a ningún rostro concreto, hasta el punto de que sólo se oye su voz en la secuencia de cierre. Se supone que es para mantener el misterio, porque al cineasta afroamericano venido a menos John Singleton le han propuesto hacer una especie de versión juvenil de la saga Bourne.