Las televisiones generalistas, los programas informativos, como un tema transversal están prestando una atención sensiblera a la desaparición de dos niños cordobeses. Los hermanos, a los que conocemos por sus fotos, forman parte de una desgraciada tendencia de género, que no solamente la podemos ver en estos casos tan espectaculares sino que forman parte de numerosas películas y telefilmes de sobremesa, incluso como material importante de algún capítulo de teleserie de policías.

En el caso de esas dos criaturas, en los que se insiste de una manera un poco descuidada sobre las actuaciones de la policía en el entorno del padre, coinciden circunstancias de otros casos que también se convirtieron en recaudadores de audiencias en los programas más tendentes al amarillismo. En algunos informativos, ahora, se nos dice de manera sibilina que la policía aprendió mucho de casos anteriores, se referían al de Marta Castillo, que está intentando apartarse de la presión mediática, y que no van a tomar decisiones precipitadas que se vuelvan en contra de la investigación. Esa es una declaración plausible, pero la realidad es que han aparecido en todas las cadenas los buitres de siempre, con sus medias verdades, sus rumores convertidos en seudo-noticias y se ha creado una tensión mediática fuera de lo común. Estar veinticuatro horas del día, con conexiones en directo, no es precisamente una manera de contribuir a serenar los ánimos.

En una serie estrenada el pasado miércoles en La Sexta, «The Killing», de muy buena factura narrativa, con aportaciones novedosas en sus formas y en sus tramas, a partir de la desaparición de una joven estudiante y el posterior hallazgo de su cadáver en un coche hundido en un lago, se vivía una circunstancia aleccionadora para el caso anterior. Una policía amenazaba a un candidato a alcalde si no guardaba silencio hasta que ella le diera el permiso para hacer campaña a costa de esa desgracia. Y es que esas miradas tiernas de los niños desaparecidos atraen audiencias y pueden variar la intención de voto porque se disparan las reacciones más duras contra los posibles agresores. Esa es la miseria de la sociedad televisada y demagógica.