La difícil pero exitosa negociación entre el Gobierno israelí y Hamas es aplaudida en medio mundo y en el mismo Israel, pero algunos la ponen más que en duda, llevando el foco a la comprensible actitud contraria de las asociaciones de víctimas y a la oposición de tres ministros de la derecha de la derecha, entre los que se encuentra el ultra Avigdor Lieberman.

«El Mundo» editorializaba ayer sobre el asunto y reconocía que el acuerdo «cuenta con el respaldo mayoritario de la población judía», pero, al parecer, estima más importante que «es duramente rechazada por importantes sectores, incluidos tres ministros del Gobierno y las asociaciones de víctimas israelíes, que ya han tachado de `traidor' a Netanyahu, acusándole incluso de colaborar con el terrorismo». ¿Les suena de algo?

El escriba de Pedro J. no esconde sus inclinaciones: «Lo cierto es que resulta muy difícil digerir una negociación de estas características entre un Estado democrático como Israel y el brazo armado del movimiento islamista Hamas, considerado un grupo terrorista por la UE y EEUU. También esto les sonará. No es sino la actitud faltona de quien sólo reconoce sufrimiento por un lado, que ensalza a uno e insulta al otro. El de «El Mundo» lo tiene claro, faltaría más: «en España, con tantos zarpazos de los asesinos a nuestras espaldas, producen especial rechazo y escalofrío los pasos dados por Tel Aviv». En España no sé, pero las vascas y vascos seguro que lo ven positivo y esperanzador. Claro que, por si acaso, el editorialista se apresura a afirmar que «en modo alguno son escenarios homologables. Israel vive desde su fundación en una situación de absoluta excepcionalidad y en un estado permanente de guerra declarada por algunos de sus vecinos. En este contexto y, sobre todo, en el marco del interminable proceso de paz árabe-israelí, en el que debe analizarse este último movimiento de ficha de Netanyahu». Y posteriormente explicaba la «astuta» jugada de Netanyahu. Sólo le falta decir, aunque ya lo sugiere, que todo conflicto tiene su explicación, excepto este por cuya resolución apuesta la mayor parte de la sociedad vasca, a pesar de «El Mundo».