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Anjel Ordóñez Periodista

Vahos contra la violencia financiera

Lo que se ha dado en llamar el «espíritu del 15-M» parece desparramarse por el globo, y las protestas ciudadanas se han sucedido este fin de semana en Nueva York, Tokio, Fráncfort, Bruselas... y otras grandes ciudades del mundo. Un periódico español titulaba «Sol ilumina al mundo» para demostrar, una vez más, que la imaginación no está necesariamente reñida con el necio cretinismo chovinista tan sorprendentemente valorado en la capital del reino. En todo caso, ha hecho falta tiempo, acaso demasiado podría pensarse, para que finalmente la enorme presión a la que están siendo sometidas amplias capas de la sociedad comience a hacerse visible. De momento, de forma «pacífica», como se encargan de resaltar los altavoces oficiales del sistema. Por eso subrayaba el rotativo en cuestión que las marchas de protesta «se vieron empañadas en Roma por violentos que han quemado coches y un cuartel vacío». Ya ven, «empañadas».

La indignación es un sentimiento germinal necesario pero insuficiente en sí mismo para alimentar la fuerza motriz que necesita este mundo para levantar un futuro distinto. O, simplemente, un futuro. Esa indignación debe derivar en iniciativas, en toma de decisiones, en dinámicas potentes que empujen a la redefinición de la actual tectónica socio-económica. No seré yo quien aliente a la destrucción de bienes, pero pensar que ese camino se puede emprender sin «empañar» la inmaculada imagen de sociedad civilizada es un ejercicio de irresponsable candidez en el mejor de los casos, y de consciente amenaza reaccionaria en la mayoría de las ocasiones.

Decía Andreu, con su afilada sorna, que habrá que cuidar los bancos porque pronto tendremos que vivir en sus cajeros. Y podría añadirse que, por eso mismo, tampoco conviene darles fuego. Cuando Sarzkozy y Obama dijeron que había que refundar el capitalismo, nos llevamos las manos a la cartera. El paso de los meses ha confirmado que sólo era el preludio de una gruesa factura que poco a poco estamos pagando entre todos. Algunos, con la vida misma. Y esto último ni es una metáfora ni tiene maldita la gracia. Para que luego nos hablen de vahos.

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