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ANÁLISIS | CONFERENCIA INTERNACIONAL DE DONOSTIA

No hay puntada sin hilo

La declaración hecha pública ayer en Aiete es densa y en sus cinco apartados no hay puntada sin hilo. Los líderes internacionales fueron lejos y lo hicieron con precisión. El primer punto interpela a ETA, pero los restantes entran de lleno en cuestiones que acabarán siendo mucho más complicadas. Y darán trabajo, sin duda, al comité de seguimiento que se han ofrecido a crear los firmantes.

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Iñaki IRIONDO

Si Mariano Rajoy confirma la reacción que tuvo Antonio Basagoiti al conocer el contenido de la Declaración de Aiete, el «comité de seguimiento» que propusieron formar los líderes internacionales que lo suscriben va a tener muchísimo trabajo. En la Conferencia Internacional se han reunido, entre otros, el ex secretario general de la ONU, un ex ministro francés de Interior de la época más dura, el secretario general honorario de la Interpol y todos los grandes partidos de ambos lados del Bidasoa, a excepción del PP. Y según sentencia Basagoiti, sus conclusiones son «inaceptables para cualquier demócrata». Ahora comprenderá el equipo liderado por Kofi Annan lo surrealista que resulta tratar con quienes teniendo como presidente de honor a un ministro de Franco se erigen en los dispensadores de los reconocimientos de quién es demócrata y quién no. Y Annan, Ahern, Joxe, Powell, Adams y Bruntland están entre los que no.

Más prudente resultó la pronta reacción del Gobierno español, uno de los directamente interpelados por la Declaración. Optó por colgar en la web de La Moncloa un no comment que apostilló con la coletilla de que «ETA debe abandonar definitivamente la violencia sin más».

También se dio prisa el lehendakari, que puso en marcha desde Nueva York el repetidor de discursos caducos. Qué solo y desasistido está Patxi López en la lejanía, con ese papel de enviado especial a ninguna parte, de embajador de la desinformación, mientras en su tierra se viven tiempos históricos. Hace un año el PSOE y el Gobierno español le dejaron con la retaguardia al descubierto firmando un trueque de transferencias por presupuesto con el PNV en vísperas del Pleno de Política General. Todo puede empeorar. Ahora se adivina que ese Alfredo Pérez Rubalcaba con el que el viernes se jactaba de hablar a menudo lo ha dejado sin protagonismo en la obra más importantes en décadas. Periodistas cercanos al Gobierno español dan muestras de contar con más información de la que tenía un lehendakari al que embarcaron hacia una ausencia cada vez más incomprensible.

La Declaración de Aiete es un texto global, sorprendentemente completo y que, para evidente disgusto de algunos, no se queda en la cuestión «técnica», sino que se adentra en contenidos políticos. Había quien había dado por hecho que la exigencia de que ETA deje las armas iría unida a peticiones a Madrid sobre política penitenciaria o, a lo más, añadiría algo sobre legalizaciones de partidos. Pero éste es un proceso que se sale de los parámetros experimentados con anterioridad.

En su intervención en la conferencia, el ex secretario general de la ONU Kofi Annan dio muestras de tener una visión integral de los conflictos, bajo los cuales siempre hay razones de fondo.

El llamamiento que la Declaración de Aiete hace a ETA afronta lo urgente y el cuarto punto, que habla de la necesidad de acuerdos políticos que permitan alcanzar una paz «justa y duradera», se lanza de cabeza a lo importante, reclamando además «una consulta a la ciudadanía». Y eso no es poner precio político a la paz, sino, como apuntan los firmantes, hacer caso de la experiencia.

La Declaración de Aiete demanda dos pasos consecutivos y propone dos procesos de largo alcance. Coloca el balón en los pies de ETA, a quien corresponde hacer el saque inicial con «una declaración pública de cese definitivo de la actividad armada». Y, a continuación, se dirige a los gobiernos de España y Francia (detalle importante, teniendo en cuenta la presencia de la UMP, MoDem y PS), para que entren en conversaciones sólo y únicamente sobre «las consecuencias del conflicto». Hasta ahí llegan las recomendaciones de tipo técnico.

Los firmantes proponen luego dos procesos que exigirán mucho tiempo.

Uno para «avanzar» en la reconciliación, compensación y asistencia a todas las víctimas; con ese «todas» que no puede pasar desapercibido cuando hay una corriente dominante en el discurso público que pretende imponer un concepto muy restringido de «víctima» y un relato de las últimas cinco décadas que poco tiene que ver con el rigor histórico.

El otro proceso, que se adivina tan largo como difícil, se propone para llegar entre todos los agentes políticos a un acuerdo de futuro. Ese debería ser en adelante el punto en el que centrar esfuerzos y voluntades (buenas voluntades, se sobrentiende).

Los líderes internacionales firmantes de la Declaración de Aiete y los integrantes del Grupo Internacional de Contacto han ofrecido su experiencia para ayudar en lo que les sea posible si son requeridos para ello. Los agentes abertzales se lo han agradecido. Los unionistas españoles, por contra, sostienen que no hay «extranjero» que les pueda dar lecciones. Así perdieron su imperio. He ahí otro motivo de esperanza.

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