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Wilhelm von Humboldt, el Steve Jobs de la «baskologia»

Si hubiera que buscar un lugar histórico que represente los vínculos alemanes con Euskal Herria, posiblemente el Schloss Tegel encabezaría la lista. El palacio se ubica en el distrito de Berlín donde se encuentra el famoso aeropuerto del mismo nombre, aunque es menos frecuentado pese a que su parque es una atracción protegida por ley.

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Ingo NIEBEL

En el Schloss Tegel yacen los restos mortales de los hermanos Alexander (1767-1859) y Wilhelm von Humboldt (1767-1835) por los que velan sus descendientes lejanos, los von Heinze. Al primero, la Universidad de La Habana lo definió como el «segundo descubridor de Cuba», tal y como consta en el monumento que preside la universidad berlinesa que lleva su apellido. Su estatua se encuentra junto a la de Wilhelm, al que también se podría denominar como el «primer descubridor de Euskal Herria para el mundo académico alemán».

Durante veinte años, el sabio prusiano estudió con diferente intensidad la antropología, historia, geografía, economía, estructura social y lengua de los vascos. Para ello viajó en 1799 y en 1801 a la tierra de los vascos. Tal y como ha hecho Steve Jobs en otro tiempo y espacio, Humboldt no sólo reunió mucha información, sino que su trabajo marcó pautas posteriores y creó algo nuevo: la «Baskologie». Sus investigaciones han sido la base para que otros siguieran sus pasos. Así se explica por qué el catedrático austríaco Bernhard Hurch, de la Universidad de Graz, eligió en junio pasado el Schloss Tegel para presentar el libro «Las obras sobre la antropología de los vascos» (98 euros), que se enmarca en la amplia colección de temas lingüísticos de Humboldt editada por la casa Ferdinand Schöningh de Paderborn (Alemania). Aunque Humboldt publicó algunos textos, «su obra sobre los vascos quedó sin terminar», aclara Hurch. Por eso, ha optado por reunir los textos del prusiano en una «Sección vasca», ya que se hallan dispersados en diferentes archivos y obras.

Cuando Humboldt murió en 1835, a los 67 años de edad, no había terminado su «Baskenmonographie»; un proyecto que citaba en varias cartas y cuya finalización ha emprendido Hurch. La «monografía de los vascos» debería estar constituida por tres o cuatro partes. Su objetivo general era lograr «una descripción integral de las condiciones en aquel pequeño rincón de Europa», tal y como Humboldt se refería cariñosamente a Euskal Herria. La primera parte tendría que describir la historia y la geografía vasca; la segunda se dedicaría a la lengua, incluyendo un análisis del idioma recurriendo a los más antiguas pruebas del euskara; y la tercera parte recogería las investigaciones históricas y filosóficas sobra «la nación vasca y lengua», resumiendo más o menos el contenido de los dos primeros libros. Por último, Humboldt quería publicar sus «propias ideas y convicciones».

A la busqueda de los archivos

Hurch se ha encontrado con el problema de que el archivo de Humboldt está incompleto y disperso entre Schloss Tegel, Cracovia y otros lugares. En Bilbo, por ejemplo, se guarda lo que los expertos llaman los «Grammatikfragmente Bilbao», fragmentos sobre la gramática vasca que Humboldt había reunido. Su intención era publicar un diccionario del euskara y para ello contaba con 6.000 entradas que iban a ser publicadas en 177 páginas de entonces o 1.416 páginas de nuestra época. Según su secretario, J.C.E. Buschmann, el manuscrito salió del archivo del autor para ir a la imprenta. Desde entonces está desaparecido.

Aún así, Hurch ha encontrado suficiente material como para 432 páginas. Pero el lingüista no se ha limitado a reunir los textos que le interesan y ha ido a las fuentes originarias. Gracias a una época en la que los autores tenían que corregir sus manuscritos y galeradas a mano, Hurch pudo corregir errores realizados en otras ediciones y comentar los textos de Humboldt. Su estilo científico no es de fácil lectura, como tampoco lo son los textos originales, porque están escritos en el alemán del siglo XIX. Todo un reto para las nuevas generaciones de traductores.

Hurch ha escogido los textos de «Cantabria», «Die Vasken» y el diario del viaje de 1801 y los ha apoyado con extractos de cartas que Humboldt escribió, entre otros, a su esposa Caroline. Ahí se encuentran también detalladas descripciones sobre la sociedad vasca y los lugares que visitó. Entre ellos está Gernika, porque unas inundaciones le cortaron el camino a Lekeitio. En la villa foral, «de 100 familias», encontró cama en lo que llamó la peor posada del lugar, en la cual «yo tenía sólo un agujero para dormir, pero donde no podía escribir ni una sola línea». Pero Humboldt no se aburrió, porque aprovechó para estudiar los Fueros de Bizkaia. A sus lectores alemanes les explica que se trata de una «libre constitución de campesinos» y que es comparable con la constitución feudal de los caballeros en los estados alemán y francés. «Vizcaya era originariamente, y en gran parte sigue siéndolo hasta hoy en día, un auténtico Estado libre de propietarios de terrenos», sigue Humboldt. El «auténtico sentido de libertad» del vizcaino lo explica en que, viviendo libre de invasiones, podía extenderse por la geografía de su país sin la necesidad de tener que atrincherarse en una ciudad, donde «la convivencia detrás de muros cerrados y haciendo trabajos sentado producían un espíritu de dependencia».

Por el otro lado, ante la imposibilidad de poder escribir, lo cual era su «mayor emergencia», se encontró «con un Don Quixote». «Con él me senté en la cocina al lado del fuego y de ahí he llegado a conocer la fuerza de lo cómico», relata a su esposa, porque «durante horas he podido olvidar mi desgracia y me he reído de todo corazón».

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