Víctor Moreno es infatigable y su obra comienza ya a adoptar una magnitud amplia, con sus más de treinta libros e innumerables artículos. No lo digo solo por su cantidad, sino por su calidad, por su brújula plenamente orientada a desmitificar el acto de leer y ayudar a acercarse a la lectura y a la escritura a sus alumnos y también al común de los mortales. Aprenderán con sus libros y gozarán, siempre que no sean unos adocenados de tomo y lomo, ya que entonces o no se acercarán a tales lecturas o si lo hiciesen por descuido saldrían escaldados. Al natural de Alesués no le va, para nada, el prêt-à-porter cultural/moral que se usa como barniz y como coraza ante las visiones innovadoras o contestatarias. Su pensamiento resulta así intempestivo, mostrando, al tiempo que amplísimos conocimientos, una facilidad para la crítica y la sorna sobresalientes y una claridad expositiva que se entrevera con un indudable espíritu vacilón. El quehacer de Moreno podría encasillarse, cambiando lo que haya de cambiarse, bajo el rótulo que Nietzsche proponía para la filosofía: dañar la estupidez.

Desde luego su combate es tenaz y así las ideas hechas, heredadas y consideradas como-la-verdad-pura-amén son arrojadas al basurero por el profesor Moreno, quien desvela las falacias habituales: que un libro ayuda a triunfar, o que nos hace felices, o todavía que el leer nos hace mejores personas, como si se diera una relación causal, tal cual, entre leer y compromiso ético. Seguro estoy de que los alumnos de Moreno disfrutarán de su docencia como lo hacemos sus lectores. No queda ahí la cosa, no obstante, ya que en esta ocasión, como en otras anteriores, sus libros sirven bien para ser utilizados por profesores de literatura para situarse y situar la enseñanza en unos niveles asequibles, entregando una magnífica guía para la actividad en el aula, y también para abrir innúmeras vías de modos de leer, y de selectas lecturas, a quienes no se mueven en los pagos de la enseñanza.

Como ya se indica desde la portada del libro, este pretende ser, y es, una «guía práctica, reflexiones y propuestas» para lograr lectores que no pasen páginas mecánicamente como quien se arrasca un grano, sino que se entrega con los cinco sentidos, con los ojos bien abiertos y con espíritu autónomo a los textos sin dejarse arrastrar por ellos a donde quieran llevarles. Moreno nos acerca a las nociones claves sobre los lectores y la lectura, desmitifica muchas de las coplas que sobre ello se propagan, para ir avanzando hacia certeras indicaciones de cara a ejercitar la competencia lectora, con ejercicios que pueden resultar de innegable utilidad en el aula. Meridianamente claro queda que la competencia lectora y el gusto por leer se educan, y es precisamente en el proceso educativo en donde se detectan los fallos al «no formar a nuestros lectores en una competencia lectora que facilita el acceso, sin sufrir embolias mentales, a cualquier tipo de obra, de hoy, de ayer y de siempre».