La OTAN decide el fin de la misión en Libia, que afronta un incierto futuro
La OTAN pondrá fin a su misión en Libia el próximo 31 de octubre, después de siete meses de bombardeos que, con el argumento de la protección de la población civil, han llevado al nuevo régimen al poder tras derrocar a Muamar Gadafi. Pero las nuevas autoridades se enfrentan a una falta de control sobre distintas facciones, tribus y consejos locales que pueden comenzar a disputar una batalla política pero que, además, están armadas.
GARA | BRUSELAS
Los países de la OTAN y sus socios acordaron ayer poner fin a la operación militar en Libia el próximo 31 de octubre, tras siete meses de campaña, en base a la recomendación de las autoridades militares aliadas, según anunció el secretario general de la Alianza, Anders Fogh Rasmussen.
«Hemos acordado que la OTAN reducirá la operación en este periodo hasta el 31 de octubre. En este periodo la OTAN supervisará la situación y retendrá la capacidad de responder a amenazas a civiles en caso necesario», explicó en rueda de prensa el danés, que insistió en que la decisión se ha tomado tras el visto bueno de los Veintiocho aliados y los socios de la región como Qatar, Emiratos Arabes Unidos y Jordania que también han participado en la misma. Rasmussen precisó que en este «periodo de transición» de aquí al 31 de octubre los aliados y socios irán reduciendo los medios aéreos y navales pero retendrán la capacidad de atacar en caso necesario para proteger a los civiles.
En siete meses, más de 26.000 vuelos que bombardearon los objetivos que los rebeldes necesitaban, han posibilitado la victoria del nuevo régimen.
El secretario general aliado explicó que se trata de «una decisión preliminar. Tomaremos una decisión formal a principios de la próxima semana».
Las diferencias entre los aliados hicieron que el acuerdo llegara cuatro horas más tarde de lo previsto, ya que algunos pedían continuar un tiempo más con el pretexto de estabilizar la situación en Libia.
Pero Rasmussen aseguró que, más allá del 31 de octubre, la OTAN «no tiene la intención de mantener fuerzas armadas en Libia. Será un final claro», con lo que dejarán el control total de la seguridad del país en manos del Consejo Nacional de Transición (CNT). Después de deshacerse de Muamar Gadafi, los nuevos líderes de Libia tendrá que reconstruir un país asolado por la guerra civil desde hace ocho meses, y hacer frente a las profundas divisiones políticas y tribales. El CNT, como resultado de la rebelión, ha ido perdiendo su poder sobre el terreno no sólo ante las distintas facciones armadas fuera de control, sino también por la formación de «consejos locales», especialmente en ciudades «liberadas».
Uno de los grandes proyectos es desarmar al país y, especialmente, convencer a las brigadas de diferentes ciudades y distritos de que se integren plenamente en un nuevo ejército nacional o en las fuerzas de seguridad, según lo propuesto por el CNT. El segundo desafío es asegurar que las tensiones políticas no se conviertan en un conflicto armado entre las facciones o tribus, especialmente los que jugaron un papel clave en la caída de la dictadura.
Las tribus del este, los de Misrata o los amazigh (bereberes) en el oeste, reivindican cada uno el mérito de haber estado en vanguardia contra las fuerzas gadafistas o, en lo que respecta al este, en provocar el levantamiento que derrocó a Gadafi.
La reconciliación con la ciudades que han sido bastiones del antiguo régimen --Sirte y Bani Walid sobre todo - también debe estar en el orden del día, así como la recuperación económica y la reanudación de las actividades petroleras .
En ausencia de instituciones, partidos políticos o de la sociedad civil, los islamistas parecen estar más organizados y pueden pesar mucho en la siguiente etapa. Junto a los Hermanos Musulmanes, ex miembros y líderes de la lucha contra el Grupo Islámico de Combate Libio (GICL), que fue afiliado a Al Qaeda, ya ocupan puestos clave en los organismos militares y de seguridad, como Abdelhakim Belhaj, actual líder del Consejo Militar de Trípoli.
Las tensiones ya se han dejado sentir entre los islamistas y liberales, reveladas por la incapacidad de los nuevos líderes para llegar a un acuerdo en setiembre sobre la formación de un nuevo gobierno, una decisión que se aplazó hasta la «liberación total de Libia» y que ahora deberán abordar.
El miércoles, el número dos del nuevo régimen, Mahmud Jibril, ya mostró su preocupación por el caos que podría resultar de una «batalla política prematura», cuando «las reglas del juego aún no están definidas. «Un escenario aterrador es que pasemos de una guerra nacional al caos», advirtió.
La CNT publicó a principios de setiembre una «declaración constitucional», con el propósito de que sirviera de hoja de ruta para una nueva «Libia libre».
Este documento prevé la creación, a más tardar un mes después de la proclamación de la liberación del país, de un gobierno de transición para organizar las elecciones generales en un plazo ocho meses, con el fin de devolver sus poderes a una asamblea elegida.
El analista del gabinete británico de inteligencia y defensa IHS Jane's, David Hartwell, cree, sin embargo, que hay «una buena razón para ser optimistas, las cosas que sucedieron en Irak no han sucedido en Libia», afirma.
A su juicio, «deshacerse de Gadafi fue la parte fácil. Ahora comienza la tarea larga y dura de la creación de instituciones y una cultura de la democracia participativa, después de 42 años de dictadura». Una tarea que resulta más difícil porque «la presencia de tantas armas y municiones en manos de ciudadanos comunes y corrientes significa que cualquier disputa política podría volverse violenta».
Los iraquíes advierten
Los iraquíes ya han advertido a los nuevos gobernantes libios de los riesgos de la duplicidad de poderes que asumieron sus aliados occidentales. El primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki, relacionó la muerte del coronel libio con los acontecimientos que ocurridos en Irak desde 2003. «La similitud de la suerte de los tiranos en Irak y Libia también es evidencia de la capacidad del pueblo para derrotar a los dictadores, sin importar el tiempo que estuvieron en el poder», dijo.
Muchos iraquíes en la calle le dan la razón en ese punto: «Que esta imagen (Gadafi muerto) sea una lección para otros líderes y un mensaje de que nada puede interponerse en el camino de la voluntad del pueblo» exclama Abdelghafur Mohamed, un ex oficial del ejército de 60 años en Mosul. Salmane Dawoud, empresario de Bagdad de 45 años, también cree que «los presidentes árabes deberían comprender que la presidencia no es de por vida. Los que se aferran a su asiento deberían pasar por las elecciones. De lo contrario, su futuro será el mismo que el de Gadafi, Mubarak y Sadam».
Pero no faltan voces de alerta para los libios ebrios de alegría tras la caída del dictador. «El futuro es negro para el pueblo libio», predice Madhlum Khalaf Jassim al-Joubouri, trabajador de Kirkuk, de 61 años, que sostiene que «la democracia es necesaria, pero no debe ser hecha por Occidente». «Ustedes, los libios, miren en lo que se ha convertido Irak a causa de Estados Unidos: conflictos entre grupos religiosos y étnicos, grupos terroristas y saqueos día y noche... Ellos nos trajeron la democracia, pero nos han hecho perder la unidad de nuestro país».
Para muchos iraquíes, la intervención de Occidente en Libia es puramente interesada. «Fueron sus intereses los que llevaron a Occidente a intervenir para derrocar a Gadafi», dice Samir Abderrazaq, un gerente de tienda de 57 años en Basora. «Me habría gustado que el final de Sadam lo hubieran hecho los iraquíes, al igual que lo ocurrido con Gadafi, y no gracias a los estadounidenses», lamenta.
Zainab Abbas, estudiante de 24 años de Tikrit, también teme que la «victoria del pueblo libio» dé lugar a un desastre. «Los países occidentales que tratan de controlar a Libia pueden enviar agentes de inteligencia con el pretexto de la presencia temporal y establecer bases», subraya. Khudair Qassim, abogado de 47 años de Mosul, es aún más pesimista: «Desgraciadamente, los árabes no tienen idea de hasta qué punto el final será un desastre, nunca aprenden de las experiencias de otros. Le digo al pueblo libio que no se alegre, porque esto es sólo el principio del fin».
El Consejo Nacional de Transición (CNT) libio afirmó que mañana a las cuatro de la tarde declarará la «liberación» completa del país, lo que significará la apertura formal de la transición.
Las autoridades libias tienen previsto enterrar a Gadafi a en un lugar secreto. Ayer sus restos seguían en Misrata, y ante ellos hacían cola centenares de curiosos. También el número dos del CNT, Mahmoud Jibril, acudió a observarlos. La familia de Gadafi reclamó la entrega de su cuerpo y el de su hijo Mutasim.
La suerte de los contratos económicos firmados por Rusia con Gadafi, así como su participación en nuevos proyectos, se someterá a la voluntad de las potencias occidentales que han contribuido a derrocarlo, según el diario «Kommersant».
El ministro de Asuntos Exteriores argelino, Amar Belani, dijo que espera que se inicie «una nueva era para Libia que consagre la reconciliación y la realización de las legítimas aspiraciones de democracia» de los libios.
Muamar Gadafi fue capturado vivo por combatientes del CNT cerca de Sirte, pero posteriormente apareció con un disparo en el vientre y otro en la cabeza. La ONU, que posibilitó la intervención militar y la caída del régimen de Gadafi, reclama ahora una investigación sobre la muerte del líder libio. El alto comisario para los Derechos Humanos, Rupert Colville, mostró su preocupación por los «perturbadores» vídeos de su captura. En uno de ellos Gadafi aparece herido pero vivo, sobre un vehículo y rodeado de una multitud exaltada. Aturdido, se dirige a algunos de los hombres que le rodean, le tiran del pelo y le golpean. Tras desaparecer de la imagen se escuchan disparos. Según las versiones de sus captores, se intentaba ocultar en una tubería de hormigón tras el ataque de la OTAN al convoy en el que huía de Sirte. Mohamed Leith, uno de los comandantes, afirmó que fue alcanzado en una pierna y en el hombro cuando salió de la tubería, pero el número 2 del CNT, Mahmoud Jibril, dijo que murió de un disparo en la cabeza en un intercambio de disparos. El doctor Ibrahim Tika, que examinó el cadáver, dijo que falleció como consecuencia directa de un balazo en los intestinos que recibió tras haber sido capturado con vida.
Amnistía Internacional y Human Rights Watch pidieron «una investigación ante la posibilidad de que fuera ejecutado cuando ya había sido capturado», lo que supondría un «crimen de guerra». El Gobierno de EEUU pidió al CNT que aclare de manera «abierta y transparente» las circunstancias de la muerte. También Rusia aseguró que Gadafi debió ser hecho prisionero y que su muerte supone una violación flagrante del derecho internacional.
De la misma forma, varios vídeos han revelado que su hijo Mutasim murió tras ser capturado. En uno de ellos aparece relajado, sin dificultades para moverse, bebiendo agua de una botella e incluso fumando un cigarrillo cuando se encontraba el jueves bajo custodia de sus captores en Sirte. Pero, ya muerto, el cuerpo presentaba un gran agujero encima del pecho, directamente debajo del cuello, tres heridas en la espalda, sobre la rabadilla y en la parte trasera de las piernas. El CNT asegura que Mutasim murió en enfrentamientos registrados durante la toma de Sirte. GARA