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Las ciudades digitales del futuro: de la ciencia ficción al más puro pragmatismo

Las futuras «ciudades digitales» serán o megalópolis de ciencia-ficción, dirigidas íntegramente por ordenador, o urbes donde los servicios que ya utilizamos actualmente se gestionarán de forma más socializada.

Emmanuelle TRECOLLE-AFP |

«Debemos ser humildes porque nos podemos llegar a imaginar lo que pueden ser los servicios del futuro; nadie se imaginaba, por ejemplo, el éxito de los SMS», afirma Gabrielle Gauthey, vicepresidenta encargada de asuntos públicos de Alcatel-Lucent, en World Telecom, el Foro de la Unión Internacional de Telecomunicaciones que se prolongará hasta el jueves en Ginebra. La feria internacional, que se celebra con la colaboración con la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), cuenta con 250 expositores y acoge a 5.000 delegados. Los debates sobre el futuro de la industria priman sobre el lanzamiento de nuevos productos.

El co-director del centro de investigación de telefonía móvil del operador chino Datang, Weiguo Ma, se imagina que, cuando nos vistamos por la mañana, una serie de sensores colocados en nuestra ropa enviarán los datos a un médico para que los analice. Piensa también que todas nuestras pantallas (la de televisión, móviles y tablets) se convertirán en «equipos universales de telecomunicación» que nos identificarán por nuestros datos biométricos y que nos permitirán no sólo comunicarnos con otras personas, sino también con objetos equipados con chips.

Una visión del futuro que a la ex ministra de Comunicaciones de Finlandia Suvi Lindén se le hace difícil de aceptar. «Creo que no me meteré en esta clase de ropa por la mañana», bromea. Para este miembro de la Comisión de la ONU sobre el desarrollo digital, la ciudad del futuro deberá ser, primero, «agradable para los ciudadanos que la habiten» y la función de las tecnologías de la información y la comunicación será únicamente la de «reforzar los servicios ya existentes. Hoy en día, los discapacitados y los ancianos se encuentran fuera de ese mundo tecnológico, y los políticos y el sector privado deben encarar ese problema», reclama.

Los que están al margen

Una idea alentada por Andrea Saks, experta en telecomunicaciones y sordera, que recuerda que, de acuerdo con cifras de la ONU, e incluyendo a la tercera edad, el 10% de unos 7 millones de personas que habitamos el planeta tiene alguna una discapacidad. «Nosotros lo primero que reclamamos es que los software, aplicaciones o dispositivos electrónicos sea compatibles entre sí», dice, y después «pensamos que hay que educar a los creadores de aplicaciones y a los diseñadores».

Todos coinciden en exigir a lo digital que mejore la vida de los ciudadanos proporcionándoles, por ejemplo, información para que el tráfico de vehículos sea más fluido y el transporte público más eficiente, pero también para poder gestionar la energía y los recursos de forma más sostenible.

Hacer de la ciudad digital un nuevo Edén es posible, pero para Moussa Benhami, ministro de Comunicaciones de Argelia, un país ya afectado por el éxodo rural, esto no tiene sentido si las áreas rurales no tienen la misma nivel de empleo o la educación que las ciudades. «Corremos el peligro de atraer todavía a más gente a las ciudades», se preocupa, «y me pregunto qué hacer para la gente se quede en su país, su pueblo. Hace falta una mejora de la calidad de vida».

Otro país, pero con la misma pelea, es Canadá. Andrea Feunekes, responsable de Remsoft, apuesta por que que las ciudades pequeñas equipaciones parejas a de las grandes urbes. Sería el caso de Fredericton, en la zona rural de New Brunswick, donde esta compañía de tecnología ha elegido instalarse. «En mi pequeña ciudad de 80.000 habitantes, todo el mundo tiene acceso a una red wi-fi, no sólo los profesionales, y eso eleva el nivel para todos. En general, con un mejor acceso a la tecnología las personas no tendrían necesidad de marcharse a las grandes ciudades», opina.

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