Tras un campeonato algo tibio, el Bizkaia de Bilbo se convirtió ayer en un hervidero que consiguió que Juan Martínez de Irujo adquiriera ese punto de ebullición en el que el de Ibero se convierte en ese pelotari que nadie, o muy pocos, son capaces de controlar. Mientras, siguiendo el guión de la pasada semana en Eibar ante Oinatz Bengoetxea, Aimar Olaizola consiguió que el vigente campeón se sintiera incómodo en la cancha y se precipitara. El de Goizueta manejó rentas importantes como un 9-2 o un 11-6, pero en el momento en el que el de Aspe agitó los brazos y sus ojos adquirieron ese brillo especial de cuando el volcán va a entrar en erupción, el partido dio un giro que terminó en satisfacción general.

Ante todo, el numeroso público que se dio cita en Miribilla gozó con un partido brillante, Irujo festejó con rabia su victoria e incluso Aimar Olaizola terminó relativamente satisfecho con los 20 tantos conseguidos.

Sin embargo, el partido no fue redondo, ya que al de Ibero le volvió a costar encontrarse a gusto en la cancha y por ende, hasta su ecuador, el partido no adquirió ese magnífico nivel que tan buen sabor de boca dejó en los aficionados. Aunque los resultados parecen decididos a negarlo, Irujo no termina de tomarle la medida a la jaula, al menos de inicio. Volvió a salir frío y agarrotado a la cancha, enredándose en un juego en corto y de ritmo endiablado, con los dos pelotaris dentro del dos y medio, que no le beneficia ante este tipo de rivales.

Sin tener que poner en práctica su juego más exquisito, la sobriedad y el saber estar de Aimar Olaizola, que cometió muchos menos errores en el inicio, le valieron para adelantarse 9-1 en el marcador.

Error del juez

Una clara falta de saque de Olaizola II que el juez no cantó comenzó a meter en calor al de Ibero, pero no fue hasta que dio con la pelota adecuada para comenzar a hacer daño en el saque cuando surgió el mejor Martínez de Irujo.

El de Ibero comenzó entonces a sacar provecho de la violencia que es capaz de imprimir a sus pelotazos. Con el saque como primer argumento para jugar más largo y a bote, el de Aspe empezó a tomar el mando del partido y en el 11-7 logró su primer tanto en juego con una gran dejada.

Ahí sí, con el de Ibero ya en ebullición, el partido entró en una fase preciosa, con algún que otro error, pero con una intensidad y una emoción que se habían echado en falta. Aimar llegó a adelantarse 20-18, pero la pegada de Irujo terminó imponiéndose en un final épico.