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Francisco Larrauri Psicólogo

La sombra de las víctimas

Todas las personas cargan una mochila donde depositan las energías más belicosas y también las asociaciones de víctimas como colectivo arrastran su propia mochila

El gran dramaturgo Sastre nos ha presentado en diferentes ocasiones como recurso literario a su sombra, que responde a su alter ego, con la que mantiene suculentos diálogos que iluminan sus hipótesis, pero en psicología la sombra constituye, además, las cualidades desconocidas o poco conocidas del ego, aspectos que pertenecen, en su mayoría, a la esfera personal. En algunas ocasiones la sombra también contiene factores comunitarios o colectivos y nacionales que proceden del exterior de la vida personal del individuo, entonces hablamos de sombra comunitaria y sombra nacional.

Todas las víctimas tienen por tanto una sombra personal, pero hay víctimas y víctimas, no me refiero a la distinción por el bando donde han ocurrido los hechos, que es la diferenciación más gruesa y que todavía está por reconocer, sino por la forma de abordar el duelo independientemente del bando en que se ha producido. Estaremos de acuerdo en que las hay por diferentes motivos, y que algunas asociaciones que intentan representarlas, instrumentos políticos por los vericuetos políticos por los que transitan, lo que menos les interesa tal vez sea el conocimiento profundo del secreto individual con el que arriban los futuros interesados. La primera constatación al referirnos a las víctimas es que en su ausencia aparecen sus allegados directos que se invisten la totalidad de su representación, pero puestos en política no es de extrañar que conozcamos también personas que por el instinto de poder utilizan este rol como una bella metáfora.

Todas las personas cargan una mochila donde depositan las energías más belicosas y también las asociaciones de víctimas como colectivo arrastran su propia mochila, en este sentido es fácil entender que todo lo que han introducido en su mochila interfiere de sobremanera con la mochila individual de las víctimas. Los allegados de las victimas evidentemente van acompañados por una sombra personal, que es muy diferente de la sombra nacional en la que quiere convertirse y se convierte de facto una asociación de víctimas, y es así como éstas irrumpen y coartan el proceso individual de sus socios. Basagoiti ha puesto un ejemplo de libro: «los que defienden a España no hemos matado a nadie».

Con la sombra nacional y el duelo comunitario, las asociaciones de víctimas entran en sociedad, y como sucede con los políticos en campaña electoral no es nunca su biografía real la que nos enseñan, es su máscara, y en el caso de la agrupación o asociación, la máscara deviene una entidad temible del psiquismo colectivo. ¿Cómo se llega a este proceso?

Cualquier persona sana opta por mantener ocultas sus cualidades negativas -en la esperanza de que nadie descubrirá su existencia- mientras mostramos un rostro inocente al mundo mientras podemos.

Cuando llega el shock, la mayoría delas víctimas, entran en conflicto por la amenaza de una descompensación importante. La ansiedad que conlleva esta situación inesperada no es tanto por el temor a enfermar como por aquellos aspectos oscuros y ocultos acaben escapándose a nuestro control.

La asociación cumple la ley física del imán que atrae también las fuerzas negativas de la personalidad en situación de síndrome postraumático, y como los demás hacen cosas incomprensibles, primitivas o tradicionalistas, las víctimas comienzan a temer que si no se unen al grupo los consideraran en primer lugar desleales y en segundo lugar tontos. Y para mantener esta actitud de dependencia e identificación con la asociación que acompaña el duelo deben reprimir, sin el tributo del sentimiento de culpabilidad, el valor y la sinceridad.

El valor, de iniciar un duelo en solitario, que no en la soledad, y la sinceridad de sus argumentos, que conscientemente rechazaría las fabulaciones con avidez exagerada por las pose- siones y la figuración nacional procedentes del exterior.

Ante la fagocitación psicológica que consuma este tipo de colectivos, ¿cómo responde el ego personal?, normalmente calla y mantiene un embarazoso silencio. Entonces el duelo de las víctimas en combinación con la sombra nacional del colectivo se convierte en un duelo interesado que es utilizado como agit-prop partidista en la que los allegados de la víctima se ven enfrentados a situaciones que jamás pretendieron conscientemente. De ahí solo se sale con una autoeducación hercúlea o asegurando las bases de un amplio proceso reparador social que implique voluntariamente a todos los protagonistas del conflicto.

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