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Die Linke transita desde el compromiso programático a un nuevo debate interno

Cuando el domingo pasado, el partido socialista Die Linke terminó su congreso de Erfurt con un programa, aprobado por el 96% de los 519 delegados, parecía que la formación había puesto punto final a su crisis interna tras año y medio lleno de debates. Pero tan sólo 24 horas después se abría un nuevo debate sobre sí había que adelantar la elección de la ejecutiva nacional.

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Ingo NIEBEL I

Die Linke tiene un problema de dirección, no es ningún secreto» reconoce el director del diario «Neues Deutschland» (ND), Jürgen Reents, al comentar el anuncio, por parte de la copresidenta Gesine Lötzsch, de que quiere seguir en el cargo a partir de 2012. El rotativo de Berlín se define como diario socialista y es propiedad del partido de La Izquierda. Que la germanooriental Lötzsch y su compañero germanooccidental Klaus Ernst no estén pasando por la mejor época de su vida política se debe, entre otros factores, a la existencia de dos corrientes dominantes en su partido.

Una opta por abrirse política e ideológicamente lo máximo posible hacia el Partido Socialdemócrata (SPD) y los Verdes para llegar a una posición que le convierta en un hipotético socio de gobierno incluso a nivel nacional. Las cabezas visibles de esta corriente son, entre otras, el ex gerente federal Dietmar Bartsch y algunos jefes de los comités regionales ubicados en el territorio de la ex República Democrática Alemana (RDA).

De ahí proviene la gran mayoría de los 70.000 afiliados de Die Linke, muchos de ellos en su día miembros del Partidos Socialista Unificado de Alemania (SED) que durante 40 años determinó los destinos del Estado socialista alemán. Aún así, o justamente por ello, hay bastantes dirigentes orientales que están dispuestos a distanciarse del legado de la RDA. De ahí se explican los recientes debates sobre la construcción del Muro de Berlín o la carta de felicitación al comandante Fidel Castro Ruz por su cumpleaños.

A estos denominados «reformistas» se enfrenta la corriente encabezada por el ex presidente del partido Oskar Lafontaine y la ex dirigente de la Plataforma Comunista, Sahra Wagenknecht. Ambos son considerados como «fundamentalistas»«, ante todo por la prensa dominante, porque siguen teniendo en consideración valores socialistas y su distanciamiento hacia todo lo que pueda representar la RDA no es tan obvio. Ellos optan por los asientos de la oposición porque su estrategia consiste en ganar peso electoral a costa del SPD y Verdes.

Die Linke debe sus históricos 11 puntos en las elecciones generales de 2009 ante todo al mediático Lafontaine, sin olvidar a su entonces par «del otro lado», Gregor Gysi. A pesar del triunfo, las pugnas entre ambas alas no han cesado. Lafontaine se retiró, pero ahora se rumorea su regreso.

Una solución satisfactoria para todos

Por eso muchos observadores pensaban que el congreso de Erfurt se iba a convertir en un campo de batalla entre «reformistas» y «lafontainistas». Pero ocurrió lo contrario. Die Linke tuvo la convención en paz. Cuatro años después de su creación, cuenta por fin con una programa político e ideológico que satisface a las dos sensibilidades.

Así, muestra su determinación para cambiar el sistema político, llegando a un socialismo democrático. Quiere nacionalizar la Banca y las empresas energéticas. Propone además subir los impuestos sobre las herencias, los beneficios de los trusts y de los patrimonios elevados. Postula la semana laboral de 30 horas y un sueldo mínimo que alcance el 60% del sueldo medio.

En la política exterior, Die Linke quiere abolir la OTAN y terminar con las «operaciones de combate« del Ejército alemán. Sin embargo, el programa sí permite «operaciones en el extranjero». Bajo este término se entienden en Alemania las denominadas «operaciones humanitarias». Este compromiso fue posible por la intervención personal de Lafontaine quien antepuso su credibilidad a la ambigüedad del término: «Podéis confiar completamente en mí: conmigo no habrá ningún engaño».

Después del congreso, el director del diario ND, Reents, recordó al partido el «error que según él acompañaba a muchas intervenciones y que consistiría en la creencia de que, «teniendo un buen programa, se da por hecho que los que lo han consensuado representan un oculto, pero socialmente muy extendido deseo de lograr tal cambio». En esa línea, concluyó que «después del congreso empieza el día al día».

De hecho, también Die Linke tiene que luchar contra una caída en picado en las expectativas electorales: a nivel nacional ha bajado al 6%. Es cierto que su crisis interna es un factor que ha contribuido a ello, así como la aparición del Partido Pirata como «partido de protesta».

Lo cierto es que, teniendo en cuenta que Alemania está siendo gobernada por una gigantesca coalición formada por el bipartito de la canciller Angela Merkel, el SPD y Verdes, Die Linke lo tendría fácil para definirse como alternativa política y social.

En este sentido, Reents concede que el partido necesita tiempo para «repoblar» el terreno abandonado, sigue Reents. Pero para ello sus dos corrientes tendrían que demostrar que saben trabajar juntos para el bien del partido y el mejor de sus votantes. Un nuevo debate sobre quién ha de dirigir Die Linke y si hay que decidirlo ahora conlleva el riesgo de quemar el personal cualificado antes de tiempo y de perder el tren rumbo a las elecciones generales de 2013.

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