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Iñaki Urrestarazu Aizpurua Economista

Tras Libia, África

El terrorismo, el «eje del mal», coincide más o menos con el mapa del petróleo. Y la «hoja de ruta» destinada a estos países (Irak, Afganistán, Venezuela, Irán, Siria, Corea del Norte, Líbano, Cuba...) ha sido o es la utilizada para Libia. Las grandes potencias como China y Rusia y las emergentes como Brasil India, Sudáfrica... son los últimos, por poderosos, a batir

Declarada la «liberación» de Libia por el Consejo Nacional de Transición, éste se convierte en el garante de los intereses imperialistas occidentales. Asegurará el saqueo de los grandes recursos libios de petróleo, gas y agua de las capas subterráneas del desierto y su reparto entre las diversas potencias occidentales con las cuotas ya pactadas, en función de su contribución a la barbarie destructora. Privatizará toda la economía -tal como estaba previsto en el programa del CNT- y dará vía libre al acceso de las corporaciones y capitales occidentales para la explotación de los recursos y de la futura economía que se construya. Y hará posible otro gran negocio, en beneficio de las mismas potencias, como es el de la reconstrucción de un país devastado, financiada con el dinero robado a los libios y guardado en las arcas occidentales.

La OTAN y pronto el AfriCom, estarán ahí para asegurarse de que las cosas se desarrollarán según lo previsto. Con el mismo propósito, necesitan crear un ejército bien jerarquizado y controlado ideológicamente, reordenando el caos de las milicias armadas y retirando muchas de las armas distribuidas con profusión por la OTAN y aliados. La creación de una policía compacta y segura es otro de sus objetivos.

Como escenario decorativo, unas elecciones y un parlamento, lo que llaman la democracia, absolutamente prisionera de los ejes marcados por el imperialismo, sin capacidad real para nada. La democracia y el carácter pretendidamente humanitario de la guerra han sido cortinas de humo usadas como coartada para justificar los masivos bombardeos y la guerra de conquista.

De hecho, la guerra contra Libia ha sido un total fraude. El Consejo de Seguridad de la ONU adopta su desgraciada resolución 1973, en base a informes nunca avalados por los hechos, presentados por la Liga de Derechos Humanos de Libia (LLHR) controlada por National Endowment for Democracy (NED), uno de los organismos paralelos a la CIA, y otros organismos financiados y dependientes del Departamento de Estado americano o anticastristas, antivenezolanos, etc. Y tras la nefasta decisión de la ONU vino la masacre por la OTAN, interpretando por guerra total lo que teóricamente era para proteger civiles.

El rey Idris I reinó desde la independencia el 24 de diciembre de 1951, pero como país neocolonial, con una economía controlada por el exterior y con bases militares americanas e inglesas. Gadafi cambiaría todo esto cuando se hizo con el poder en 1969: abolió la monarquía, instauró la República y nacionalizó el petróleo, echó las bases extranjeras, defendió el panarabismo y más adelante instauró la llamada Yamahiriya, un socialismo de participación directa.

Apoyó a muchos movimientos revolucionarios mundiales y logró grandes mejoras sociales y económicas. Por todo ello se le acosó fuertemente: Reagan ordenó bombardear Libia y se le acusó del atentado de Lockerbie preparado por la CIA, por el que se le sometió a embargo y fuertes indemnizaciones. Tras la invasión de Irak, Gadafi temió la misma suerte e hizo concesiones: privatizaciones parciales y cesión de armas estratégicas. De todas formas, se opuso a la invasión de Irak y condenó el cinismo de Arabia Saudí y otros líderes árabes, lo que les irritó sobremanera y supuso su aislamiento en el mundo árabe. Las amenazas de volver a nacionalizar el petróleo y su gran apoyo a la unidad de Africa enfureció, a su vez, enormemente, al imperialismo occidental, por el interés depositado en este continente. Ahí parece que se decidió la invasión definitiva.

Desde hace mucho intentaban derrocar a Gadafi los servicios secretos occidentales en connivencia con algunos grupos islámicos. Al Qaeda intentó matarle en cuatro ocasiones. En esta ocasión, la operación se diseña en Francia, entre servicios secretos franceses y occidentales con tránsfugas del aparato de Gadafi fugados a Francia. La oposición de masas a Gadafi no se ha demostrado. Como decía Luis Britto, no se conocen movimientos sociales monárquicos, ni que apoyen a la OTAN ni que usen armas de última generación. El CNT está compuesto por negreros de Benghazi, burócratas corruptos ex gadafianos, cuadros neoliberales, agentes de los servicios de inteligencia occidentales e islamistas y miembros o ex miembros de Al Qaeda. Su apoyo se basa en ciertos sectores islamistas, mercenarios de Qatar y otros países del Golfo y la intervención criminal, masiva y decisiva de la OTAN. El islamismo turco moderado, que es referencia para algunos, es un lacayo de EEUU, y los Hermanos Musulmanes que están aflorando un poco por todo, aunque han sido perseguidos, tienen una tradición muy conservadora y proimperialista.

Una de las estrategias básicas del imperialismo americano es crear el caos en los estados, crear conflictos, crear divisiones religiosas, interétnicas, financiar y armar rebeliones, propulsar balcanizaciones o desmembramientos. En un ambiente de caos y desestabilización es donde mejor puede dominar e imponerse. Fue el caso de Afganistán, por ejemplo, y es el caso de Libia y Siria. Para eso utiliza diferentes estrategias. Una es la utilización de organismos y fundaciones aparentemente anodinas y democráticas como la citada NED, diversas ONGs o Ligas de Derechos Humanos como cobertura. Al Qaeda fue creada por la CIA para preparar, movilizar y armar muyaidines en Afganistán desestabilizando la URSS y Afganistán. Primero, potencia Al Qaeda en países que quiere dominar o debilitar para crear desorden, caos y desestabilización, y luego lucha contra ellos como coartada para invadir esos países.

Hay muchos datos que apuntan a que Al Qaeda ha jugado con frecuencia el papel de mercenarios de la CIA. Han sido utilizados en Pakistán, China, Rusia, Yugoslavia, Asia central, en países africanos (Sahel, Somalia, Sudán...), Irak, Afganistán, Siria, Yemen y también en Libia. En América Latina, con frecuencia, es la guerra contra la droga la coartada para controlar países y zona geoestratégicas. Las revoluciones de colores han sido otra de las vías impulsadas por la CIA para derrocar gobiernos enemigos e imponer otros, serviles a los intereses americanos (Georgia, Ukrania, Kirguistán, Yugoslavia...)

En la estrategia expansionista del imperio americano, Africa tiene una importancia considerable. Francia e Israel han jugado un papel primordial de apoyo a los planes de dominio americanos en Africa. Israel ha contribuido mucho al caos al que nos hemos referido y Francia tiene el papel de gendarme del Norte de Africa y de Africa central. Tras el 11-S, como confiesa el general Wesley Clark, Washington estaba planeando claramente una acción militar en Africa, que ya incluía al menos a tres países: Libia, Somalia y Sudán. En 2002 y 2005 el Pentágono inició varios planes de adiestramiento -y control- de países del Norte y Centro de Africa «contra el terrorismo».

En definitiva, el imperialismo americano se encamina hacia el control de todos los recursos, la hegemonía militar, el afianzamiento de su poder a escala mundial, y el acorralamiento y liquidación de los países que le obstaculizan, no de sus amigos como Israel, Marruecos... por muy brutales que sean. El terrorismo, el «eje del mal», coincide más o menos con el mapa del petróleo. Y la «hoja de ruta» destinada a estos países (Irak, Afganistán, Venezuela, Irán, Siria, Corea del Norte, Líbano, Cuba...) ha sido o es la utilizada para Libia. Las grandes potencias como China y Rusia y las emergentes como Brasil India, Sudáfrica... son los últimos, por poderosos, a batir. Por último, el trato vergonzoso y miserable dado a Gadafi en sus últimas horas, el linchamiento y escarnio público ante los medios del mundo, no tiene nombre y dice mucho de sus autores y del imperialismo occidental que lo ha difundido masivamente con saña.

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