INFORME DE JAIKI HADI
Médicos alertan de los efectos síquicos de la política carcelaria
Un informe de Jaiki Hadi remarca el aumento de este tipo de problemas dentro de un cuadro general sanitario grave. Subraya las consecuencias del aislamiento y la doctrina de alargamiento de condenas contra EPPK.
Ramón SOLA | DONOSTIA
El grupo interdisciplinar de profesionales que forman parte del colectivo Jaiki Hadi ha elaborado un informe detallado y contundente sobre «salud y prisión». El trabajo, presentado ayer en Andoain en un acto social del que GARA dará cuenta mañana, actualiza la situación médica del Colectivo de Presos Políticos Vascos. Y es que a problemas lamentablemente «clásicos» como la desasistencia sanitaria o la alimentación se les han unido en estas últimas décadas nuevas vueltas de tuerca. Tras el alejamiento y el aislamiento, con grave incidencia en la salud, más recientemente se ha sumado el alargamiento de condenas con la doctrina 197/2006 del Supremo, que ha traído nuevos problemas y un incremento notable de la edad media del colectivo. Así, Jaiki Hadi explica que a día de hoy 62 presos políticos vascos llevan más de 20 años en la cárcel. Y 22 de ellos han superado los 25.
El aumento de los problemas sicológicos es una de las constataciones más preocupantes del informe. Jaiki Hadi trabaja actualmente con 41 presos que necesitan este tipo de asistencia. «Los que más tratamos son trastornos sicóticos, esquizofrenias, trastornos bipolares y otro tipo de sicosis», detalla. «También hay cada vez más casos con síntomas derivados de experiencias de tortura, con sintomatologías que van más allá» de lo normal en estos casos, apunta. En el Estado francés, la misma administración admite déficits en este área: «No hay seguimiento psicológico, se sobremedica para que estén apaciguados», dice el informe. Pero todo esto es sólo la punta del iceberg del cuadro general:
Doctrina Parot: Un daño gratuito de siete años de condena añadida que tiene consecuencias graves
Jaiki Hadi explica que la doctrina 197/2006 del Supremo ha aumentado las condenas en una media de siete años, y censura además «la forma en la que notifica», dado que «lo general ha sido avisar en el último momento, la última semana antes de la salida o incluso el último o el mismo dia de la salida», una práctica que tilda de «ensañamiento poco común en el campo jurídico».
¿Qué situación provoca? Estos profesionales explican que los presos «se van mentalizando de su vuelta a la calle mucho antes de que llegue la fecha concreta de la salida. Algunos empiezan dos o tres años antes a planificar, crear y realizar acciones encaminadas para su vuelta a la sociedad, a hablar en otros términos e incluso a pensar de diferente manera». La imposición de este alargamiento de condena supone para ellos «anular de un zarpazo todo lo que ha sido su proyección vital» para «crear desesperanza, depresiones, ganas de dejar de vivir, anularle como persona, objetivarle y crear un daño gratuito también en todo su entorno».
Aislamiento: Generalizado, y alarmante sobre todo en presos con enfermeda mental grave
La política carcelaria aplicada a EPPK contempla que «al preso se le puede someter a varios meses de aislamiento casi continuado. Pero también se les somete a un aislamiento y alejamiento estricto de sus compañeros de colectivo. Se dan casos en que estas personas, sin ningún tipo de razón regimental, han permanecido cerca de una década totalmente alejados de ellos».
Las consecuencias son importantes en todos los casos, pero «mucho más en el caso de personas con enfermedades mentales graves». En teoría está vetada la aplicación de este régimen para ellos, pero en la práctica ocurre en algunos casos. Jaiki Hadi refiere el de un preso que sufre trastorno obsesivo-compulsivo y está en la cárcel de Topas aislado desde el pasado mes de mayo por una sanción disciplinaria, pese a que constaba una prohibición expresa de someterle a esa práctica.
Control: Las comunicaciones con su entorno se encuentran «totalmente distorsionadas»
La entrada en prisión supone «el aislamiento tajante e inmediato respeto a todo lo que se dejó fuera». El informe apunta que la institución penitenciaria filtra todas las comunicaciones. El locutorio «anormaliza la relación» y la «deshumaniza» al impedir cualquier contacto físico y distorsionar el verbal. Sin olvidar, claro está, que muchas veces las largas distancias imposibilitan directamente las visitas.
El control total tiene un efecto añadido sobre la asistencia sanitaria: «Nos afecta de lleno -se quejan los profesionales de la salud-. La correspondencia y las visitas están intervenidas. Esto limita sobremanera la asistencia y el seguimiento del paciente. El derecho al examen exploratorio directo no existe. Estas medidas obligan en muchos casos a la familia a contactar con especialistas privados, lo que supone un gasto excesivo». En el Estado francés se produce otra excepción relevante: no existe siquiera la opción de ser atendido fuera de prisión.
Normas: La política carcelaria provoca una constante «activación y alerta sicológica»
La dura normativa penitenciaria, especialmente con estos presos, tiene impacto desde su entrada en la cárcel. «La imprevisibilidad de las situaciones lleva a un estado constante de activación y alerta sicológica. Los mecanismos utilizados en la vida cotidiana no le servirán en este nuevo sistema, no podemos determinar cuánto tiempo tardará en adquirirlos y puede que nunca lo haga». Jaiki Hadi constata que muchas veces «el proceso se torna traumático y con consecuencias patológicas».
El estudio constata que «la política penitenciaria específica aplicada a estos presos está encaminada en muchos casos a crear situaciones de tensión mantenida, que no ayudan nada a la salud del preso, y mucho menos a la del preso enfermo». Enumera los cambios constantes de horario y espacio físico, los controles y cacheos exhaustivos, las planchas metálicas agujereadas en las ventanas....
Protocolos: Las normas de «seguridad» impiden atender emergencias que han sido mortales
Jaiki Hadi subraya el abuso en las supuestas medidas de «seguridad», que dificultan la atención rápida en casos urgentes. «Nos parecen graves y muy arriesgadas ciertas normativas», indica, señalando directamente a los protocolos sobre llamadas nocturnas: «Ha habido casos en que no han podido superarse fallos cardíacos debido a la tardanza en abrir la puerta de una celda». Cita las muertes por infarto de Mikel Zalakain, en 1990, y de Roberto Sáinz, en 2006.
Jóvenes: Ruptura de esquemas mentales sobre la Justicia y la sociedad
Si bien la edad media del Colectivo ha aumentado, el informe refiere también que «hoy existen presos y presas mucho más jóvenes que hace diez años. Estos jóvenes están presos además por su compromiso político, por el cual nadie espera ser condenado como lo está siendo, lo cual crea una ruptura de esquemas mentales en cuanto a la Justicia y al funcionamiento de la sociedad terrible e inexplicable tanto para ellos como para sus familiares».
Desasistencia: Críticas a los médicos, a la falta de prótocolo, a los traslados y a las esperas
Estos profesionales vascos no se muerden la lengua a la hora de denunciar este aspecto. Hablan de «falta de interés, irresponsabilidad profesional y trato irrespetuoso de algunos médicos en las consultas» y de problemas para la colaboración con médicos y sicólogos penitenciarios que priorizan las razones de seguridad o de política carcelaria al derecho a la salud.
También refieren que en algunas cárceles «faltan protocolos de prevención del riesgo de enfermedades infecciosas y de seguimiento de patologías crónicas, lo que resulta incomprensible en la actual práctica clínica». Añaden que «tampoco suele ser extraordinaria la desaparición de los informes médicos durante los traslados. O la demora excesiva -al margen del plazo habitual de las listas de espera- en la realización de consultas o pruebas complementarias, cuando no se boicotean las mismas». Como consecuencia cita que se retrasan muchos diagnósticos «posiblemente graves», y enumera los casos de Ibon Fernández Iradi, Unai Parot, Iñaki Etxeberria, Ibai Azkona o Aitor Fresnedo.
Alimentación: Carencias que provocan una alta de incidencia de problemas nutricionales y metabólicos
Las comidas de las cárceles destacan por «su escaso contenido protéico y vitamínico, y con muchas grasas de mala calidad (saturadas), la verdura es muy escasa y mala, apenas administran lácteos y ofertan muchos fritos». A ello se le suman las «dificultades insalvables» para que los presos que necesitan ciertas dietas puedan recibirlas. «Todo ello condiciona una alta incidencia de problemas nutricionales y metabólicos, aumento de colesterol y triglicéridos».
Más problemas: Los años de prisión multiplican los problemas de vista, dentales, de huesos ...
Las características físicas propias de la cárcel provocan otros problemas comunes a todos los presos, pero que en el caso de EPPK repercuten más debido a la prolongación de las condenas. Jaiki Hadi detalla por ejemplo los problemas oftalmológicos (por la reducción del campo de visión o la deficiente iluminación), los traumatológicos (por limitación de la movilidad y las distancias), los cutáneos, los dentales («sólo se practican extracciones»)...
Jaiki Hadi recuerda los casos de enfermos más graves. Establece dos categorías. Por un lado, la de «grave riesgo de supervivencia actual y pérdida grave e irreversible de calidad de vida en el futuro», en la que incluye a Txus Martin -sacado el lunes de la cárcel de Soto con destino desconocido-. Después, la de quienes «precisan de estar en cárceles cercanas para garantizar un seguimiento estricto y continuado»: Gotzone López de Luzuriaga, Inma Berriozabal, José Angel Biguri, Iñaki Etxeberria, Jesús Mari Mendinueta y Josetxo Arizkuren.
En el Estado francés no hay una norma que prevea excarcelar a presos con patologías graves e incurables. Se han logrado algunas liberaciones «con un esfuerzo ímprobo» y en «condiciones draconianas». R.S.
6
trastornos neuróticos graves ha encontrado Jaiki Hadi en este colectivo en la actualidad: dos son casos de depresión mayor, cronificada, y cuatro más obedecen a ansiedad generalizada.
30%
de los presos del Colectivo que se encuentran enfermos en este momento lo es por motivos de tipo síquico. Hace una década, era el 10%.
10
presos políticos vascos tienen más de 60 años, si bien cuatro de ellos están en prisión atenuada, en su domicilio. José Luis Elkoro, nacido en 1935, es el más veterano.
15
presos políticos vascos han fallecido entre 1981 y 2006 por problemas de salud mientras estaban en la cárcel , y otros nueve al poco tiempo de salir (Mikel Ibañez es el último, este mismo año).