Amparo LASHERAS | Periodista
Dónde estás que no te veo
En los primeros nueve meses de este año los bancos del Estado español han obtenido unos beneficios 12.700 millones de euros, «algo menos» que en el mismo periodo de 2010, lo que significa que el año pasado, cuando reclamaban ayuda urgente al erario, ganaron todavía mucho más, un 14% para ser exactos. Al otro lado de esta realidad se encuentran los casi cinco millones de desempleados (187.372 en Euskal Herria), la economía sumergida, los parados que ya no cobran la prestación (en concreto en Araba el 61%), los que subsisten con ingresos muy por debajo del umbral de la pobreza o los que ya no tienen nada de nada, sólo la solidaridad familiar cuando existe. A esta situación hay que añadir lo que no tardará en llegar, es decir, la pérdida cada vez mayor del poder adquisitivo de lo que llaman «clase media», los brutales recortes presupuestarios, las implacables exigencias del empresariado en la nueva reforma laboral, las privatizaciones del sector público y los cambios a peor que se avecinan en sanidad, educación y ayudas sociales. Teniendo en cuenta que los bancos cobran hasta por respirar, especulan y roban a través de los mercados financieros, las burbujas y las multinacionales, aumentando sus beneficios y sin soltar un duro, las primeras preguntas que se me ocurren a bote pronto, son ¿qué diablos pasa con el dinero contante y sonante? ¿Es algo volátil e intangible que se evapora en alguna confortable y extraña dimensión? Tal vez sólo sea un instrumento necesario del consumismo, que hoy viene y mañana se va, para que el capitalismo nos convierta en seres agobiados, renegados, agresivos, infelices, insolidarios, sumisos...