Mikel INSAUSTI

Puede que “Un golpe de altura” no sea nada del otro mundo, pero contiene una serie de atractivos elementos que la hacen más grata que la mayoría de comedias de acción producidas en Hollywood como churros. Y, muy en el fondo, se adivinan ecos de la comedia clásica inglesa de los estudios Ealing, aunque no llegue a la intencionalidad crítica de sus modelos ilustres en películas sobre atracos al estilo de “Oro en barras”. Su costumbrismo, que lo tiene, atañe al retrato de unos ladrones de clase trabajadora movidos por la causa plenamente justificada de recuperar el dinero que les ha sido estafado por un tiburón de las altas finanzas. Un trasfondo coyuntural ligado a la crisis económica y sus injusticias sociales que, ya sólo por eso, da un toque de distinción a lo que en definitiva no pretende ser nada más que un entretenimiento. Y ahí es donde cumple su función la mejor incursión en el género de Brett Ratner, quien tampoco lo tenía tan difícil para superarse a si mismo. Acierta a conjugar el humor con el dinamismo de las secuencias espectaculares, con la del Ferrari poniendo el punto álgido, gracias a una banda sonora de Christophe Beck que se contagia del buen ritmo de los thrillers setenteros.

Pero “Un golpe de altura” será recordado como el vehículo de relanzamiento que supuso la recuperación de Eddie Murphy, devolviéndole a la senda del éxito por la que le encaminaron en el pasado “Limite: 48 horas” o “Superdetective en Hollywood”, que también eras comedias de acción en las que supo moverse como pez en el agua, para luego echar a perder su estrella a fuerza de burdas parodias para el consumo interno de un sector de la población afroamericana. Dado que “Un golpe de altura” sigue el esquema de reparto multirracial aplicado a las películas sobre robos millonarios desde los tiempos de “La cuadrilla de los once”, Eddie Murphy se encuentra arropado por otros representantes de minorías étnicas, entre los que se encuentra Michael Peña, que es un actor de origen mexicano.