Jesus Valencia Educador social
El pueblo unido jamás será vencido
Las palabras de Martí -maestro en la poética y en la política- pudieran servirnos de guía en la actual coyuntura. Que las urnas del 20 de noviembre vuelvan a confirmar la eficacia de las estrategias confluyentes
Arrancó la campaña electoral. Nuevo reto para un pueblo que, sin ser España, aprovecha cualquier ocasión para recordarlo; esforzada carrera de obstáculos para exigir nuestra soberanía a dos estados empeñados en negarla. Sea por lo grueso de la demanda, sea por la brutalidad de nuestros enemigos, hemos tenido la feliz ocurrencia de agruparnos.
El Acuerdo de Gernika, sin ser un frente electoral, se ha convertido en nuestra principal hoja de ruta. Cada vez son más concurridas y frecuentes las iniciativas que promueve y que la sociedad vasca respalda. Sociedad llamada a ser la llave de la solución según rezaba el lema que nos congregó en Bilbo el 22 de octubre. La ciudadanía se dio por interpelada y acudió por decenas de miles. La marcha coincidió en el tiempo con la Declaración de ETA y con el guirigay que, tras escucharla, organizaron casi todos los españoles. Voces ásperas que se desgañitan para convencernos de que hemos sido derrotados. Pintoresca paradoja. Los supuestos ganadores no consiguen disimular la rabia que regurgitan. ¿Y los presuntos derrotados que acudimos a Bilbo? ¡Vaya tarde! Que si zer moduz, que si aspaldiko, que si zaindu....Y todo ello aliñado con jijis, jajas, abrazos y gorojeo. Por más que la escudriñé con detenimiento no conseguía detectar en aquella gente el síndrome de la derrota. Muy al contrario.
Así y todo, hubo gente que faltó a la cita. Muchos esperábamos de ELA una adhesión a la convocatoria que no se produjo. Días más tarde, y por boca de su Secretario General, el sindicato reafirmó su deseo de acumular fuerzas. Zorionak. Por lo que respecta al PNV y a Geroa Bai, el asunto es grave. Cada vez que se les invita a confluir se asoman a la puerta con cara de pocos amigos. Siempre encuentran alegatos para rechazar la invitación y mantenerse en el búnker. Parece como si mezclarse con el pueblo llano los contaminara. Peor para ellos.
Vivimos tiempos que me recuerdan a la Cuba de 1890. Mucho habían peleado los patriotas, pero se preparaban para afrontar batallas decisivas. El gran José Martí intuía la importancia del momento (como «tiempos solemnes» los define), ya que olían a independencia. Había quedado obsoleto el modelo autonómico que España les ofreció: «El autonomismo sólo ha sido útil porque ha demostrado su ineficacia, pero la independencia jamás podrá ser la obra de la autonomía». La situación requería la acumulación de todas las fuerzas disponibles y Martí celebraba que los patriotas se agruparan: «Es el empuje espontáneo y fervoroso con que acuden los cubanos desde todas partes». Los soberanistas no podían eludir la confrontación con España y el trance reclamaba unión: «La soberbia a la que vamos a enfrentar nos debe encontrar unidos... Llegó la hora callada de juntarnos y de poner en común todos nuestros recursos. ¡Juntos y adelante!».
Lejos queda la Cuba preindependentista de Martí. Pero sus palabras -maestro en la poética y en la política- pudieran servirnos de guía en la actual coyuntura. Que las urnas del 20 de noviembre vuelvan a confirmar la eficacia de las estrategias confluyentes.