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ELECCIONES EN UN NUEVO TIEMPO

Las mayorías absolutas desactivan al PNV en Madrid

El PNV basa su campaña en los «beneficios para Euskadi» conseguidos en Madrid frente a posiciones «testimonialistas» de otras candidaturas. El punto flaco de esta estrategia es que las encuestas prevén la mayoría absoluta del PP y en esas circunstancias, históricamente, la «eficacia» del PNV queda desactivada.

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Iñaki IRIONDO

La pasada legislatura, y sobre todo los dos últimos años, han sido prolijos en negociaciones entre el Gobierno de Zapatero y el PNV, lo que ha permitido a los jeltzales poner precio al apoyo que tantas veces precisaba el PSOE de forma imperiosa. El tándem Urkullu-Erkoreka han sabido gestionar las urgencias de la Moncloa obteniendo a cambio transferencias e inversiones para la Comunidad Autónoma Vasca.

De ello se jactó -porque podía hacerlo- el candidato jeltzale, Josu Erkoreka, cuando el 27 de setiembre hizo balance de su trabajo en el Congreso de los Diputados que resumió en la consecución de dieciocho transferencias, así como de «importan- tes» inversiones de tipo tecnológico y productivas a través de la negociación y el apoyo de los Presupuestos Generales del Estado. Al final lo cuantificó en un impactante titular: «Hemos conseguido traer a Euskadi una cifra equivalente a un millón de euros al día o a 600 euros por ciudadano».

La cuenta de resultados de la labor del «Grupo Vasco» en el Congreso tiene también una «cara B». Por ejemplo, antes del último sprint negociador, el 16 de julio de 2010, el propio Josu Erkoreka había avisado públicamente en Radio Euskadi de que el PSOE «no cuente con nosotros para nada» si no apoyaba todas las propuestas de resolución presentadas por el PNV en el «Debate del Estado de la Nación», incluidos derecho a decidir y selecciones propias. No apoyó ninguna, pero en setiembre pudo seguir contando con el PNV para aprobar los presupuestos.

Por eso, la siguiente propuesta que en el último estertor de la legislatura hizo el PNV sobre el derecho a decidir y que volvió a tener un no por respuesta daba la impresión de ser ya un tanto forzada y de pose.

Sin embargo, haciendo de la necesidad virtud, el PNV acabó combinando ese nuevo portazo español a las aspiraciones democráticas de vascos y vascas con las transferencias e inversiones conseguidas, y elaboró un primer mensaje de campaña consistente en considerar «ingenuo» ir a Madrid con la reivindicación de la autodeterminación, y, por contra, presentar como eficaz su propia gestión.

Josu Erkoreka sintetiza esta posición con una frase: «El PNV tiene un planteamiento realista de la política para lograr cosas; otros hacen política testimonialista». Y también ha explicado que el PNV es el «único» partido «que juega todas las bazas», tanto las que tienen que ver con las reivindicaciones nacionales como las vinculadas con las «urgencias y necesidades cotidianas de los ciudadanos».

Cabe abrir el debate de si de verdad el PNV jugó todas las bazas de la reivindicaciones nacionales ante el necesitado Zapatero, pero la gran duda que se abre ahora es ¿qué hace el PNV cuando no tiene cartas?

La historia reciente demuestra que la obtención de mayorías absolutas por parte de PSOE o PP en el Congreso desactivan al PNV en Madrid, reduciéndolo a hacer eso tan denostado de la «política testimonialista». Para que el PNV pueda obtener «logros» precisa tener en frente a gobiernos que sientan alguna necesidad de contar con su apoyo. Y cuando el gobernante cuenta con los votos suficientes para sacar adelante los presupuestos y las principales leyes, el «realismo» jeltzale tiene poco que rascar.

Así le ocurrió durante las dos primeras legislaturas de Felipe González, en las que se valía él solo para aprobar los presupuestos. Tras las elecciones de 1989, el PSOE se quedó a un único escaño de la mayoría absoluta, pero encontró minorías más dúctiles que el PNV. No fue hasta 1994 cuando el «Grupo Vasco» pudo entrar en negociaciones y, según Iñaki Anasagasti, obtuvo menos de la mitad (40%) de sus aspiraciones.

El PNV apoyó también los tres primeros presupuestos del PP con José María Aznar de presidente. El de 1997 por su compromiso de reformar el Concierto, el de 1998 por considerar que lo acordado era «lo no conseguido antes en trece años de Gobierno del PSOE» y el de 1999 por la aprobación de varias enmiendas que dotaban de fondos a obras como el Metro de Bilbo, el Acuario de Donostia o el Museo Balenciaga de Getaria. Para el de 2000 también estaba todo atado, pero Aznar hizo unas declaraciones que enfadaron al PNV y rompió relaciones. Luego llegaron las mayorías absolutas del PP que volvieron a dejar fuera de juego a los jeltzales.

En ese contexto, la campaña electoral del PNV se centró en 2004 en cuestiones como el Plan Ibarretxe que poco tenían que ver con el trabajo de los diputados jeltzales en el Congreso. Las encuestas de inicio de campaña auguraban otra mayoría absoluta para el PP, esta vez con Rajoy, y aunque las diferencias con el PSOE se fueron acortando, sólo la torpeza y maldad del Ejecutivo Aznar en la gestión de los atentados del 11-M precipitaron la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la Moncloa.

Salvo en el primer ejercicio, el PNV se convirtió en un socio seguro para Zapatero, pero más que por las partidas económicas que no siempre llegaban -como le recordó Josu Erkoreka en julio de 2010- por el intercambio de apoyos entre los prespuestos de Madrid, Lakua y las diputaciones. Incluso después de la prohibición de la consulta a Ibarretxe se mantuvo la línea de acuerdos económicos.

De cara al 20N todas las encuestas apuntan a una victoria holgadísima del PP, por lo que el PNV necesita fijarse más en lo conseguido hasta ahora que en lo que puede lograr en el futuro. De ahí que su campaña se centre en intentar rentabilizar el pasado como sinónimo de eficacia, en las críticas al adversario -cada vez más duras contra Amaiur- y en la promesa de un nuevo estatus político diferida a 2015. Es la «política realista» que el PNV puede permitirse en los nuevos tiempos.

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